Capítul⌖ 17

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Dejo la correa del perro encima de la comoda de la entrada

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Dejo la correa del perro encima de la comoda de la entrada. Mañana le dejaría libre. Sus heridas habían cicatrizado y aunque eso me alegraba, también me entristecía. No quería que ese perro dejara esta casa. Estos días me habia echo mucha mas compañía de lo que creía que podía hacerme.

El timbre suena haciéndome fruncir el ceño. Eran las doce y media de la madrugada. Pero aún asi, camino hacia la puerta y la abro.

—¿Que haces tu aquí?—Me tenso cuando una vez abro la puerta, el rostro de Evil se encuentra ladeado.

—¿Esperabas a otra persona?—Su murmuro hizo que apretara los labios.

—No esperaba a nadie.

Y tras mojar sus labios con su lengua, me hace a un lado adentrandose en mi casa.

—Veo que sigue todo igual.—Habla observando la casa.

¿Que?

—La casa venía amueblada.—Determino cerrando la puerta a mis espaldas. Cruzandome de brazos.

Y olvidando a la persona que tenia en frente y lo que me había enviado. Los ojos de Erick.

—Lo se, era una de mis casas.—Entreabro los labios.—¿Te gustó lo que te envié?—Lo miro atónita

¿Que si me habia gustado? ¿Esta enfermo?

Pero espera, ¿esta fue su casa?

—No.—Contesto tajante.—¿Por que me lo enviaste?—Ladea de nuevo su cabeza y se acerca a mi.

—¿Que voy a ganar contestando tu pregunta?—Y eso consiguió ponerme algo inquieta.

No por su pregunta, si no por su peligrosa cercanía e intimidante figura.

—Es cierto, todo debe ser a conveniencia.—Descruzo mis brazos, alzando mi mentón.

Evil escrutó aquel movimiento con su mirada.

Si tu aliado tiene algo que te interesa, siempre debe a ser conveniencia.—Y eso bastó para que yo alzará una ceja.

¿Yo tenía algo que le podía interesar al hombre que podía tener lo que quisiera con tan solo pedirlo o sacar su arma?

—¿Que es lo que te interesa de mí?—Doy un paso hacia su dirección, pensando que tal vez aquello podia intimidarle.

Pero que ilusa habia sido. A él no le había intimidado en absoluto aquel gesto. El efecto que logre causar fue a la inversa, pues la que se encontraba ahora incomoda por sus hombros tensos e inclinados para delante, era yo. Nuestra diferencia de tamaño era bastante notoria y yo me sentía físicamente insignificante a su lado, pero no por ello retrocedería tras haber acortado nuestra distancia.

EVILDonde viven las historias. Descúbrelo ahora