Steve

927 134 116
                                    

Se sentía cálido y jodidamente bien ahí. Summit no era tan mierda después de todo. Eran los brazos de su primer amor y esa mierda sonaba tan cursi que podía haber vomitado en algún otro momento, pero no ahora. Se había enfrentado a sus padres hacía unos días, porque quería que aquello funcionara y sabía que el hecho que le gustaran los hombres no era ningún tipo de deshonra. Alzó su vista de su nuevo tatuaje de Black Flag y observó al moreno que dormía cálidamente junto a él. Ambos estaban desnudos y Frank mordió sus labios, sabiendo que nada iba a pasar ahora, estaba todo claro y realmente quería toda una vida con él. La tranquilidad inundando su cuerpo hizo que cayera dormido otra vez.

No importaban las veces que Bob le dijo que aquello no iba a funcionar, él amaba al moreno con fuerza y aquello no iba a cambiar. Estaban saliendo hacia un par de meses pero Frank tenía la certeza de que ambos estaban enamorados hasta decir basta. La diferencia de diez años de edad, no importaba en lo absoluto.

Abrió sus ojos avellana encontrándose con la tersa luz del sol contra sus ojos, sonrió a medias tapándose un poco más con las sábanas blancas y vio algo de sangre en ellas cerca de su estómago, frunció el seño un poco llevando una de sus manos hacia su espalda baja sintiendo un pequeño tirón al momento de tocar su entrada con uno de sus dedos. Mordió sus labios volviendo a agarrar la sábana con sus dos manos, ¿porqué Steve no le habia avisado al menos? Supuso que la noche anterior todo había sido demasiado agitado, entonces no se preocupó más y volteó con una pequeña sonrisa para encontrar al hombre que le venía robando todo su maldito tiempo y corazón, pero ahí no estaba.

-¿Steve? - preguntó algo fuerte, quizás estaba en la cocina y sí, le vio aparecer detrás de la puerta pero Frank se confundió al verlo vestido y con su mochila en los hombros. Vestido con sus jeans azules y la camisa de cuadros roja y negra, el hombre fornido se acercó a él. La diferencia de estatura y edad era visible, pero para el castaño de dieciocho años, aquello no importaba en lo absoluto solo esperaba que Steve se divorciara lo más pronto posible. Las cosas con Cristine al parecer iban de mal en peor y Steve había encontrado consuelo en aquél muchacho que estaba siempre rondando la galería de tatuajes donde Bob trabajaba. Un día después de tanto mirarse y sonreírse, Steve le invitó a cenar.

Algo cambió en la sonrisa de Frank cuando ambos estuvieron frente a frente sentados en la cama, el anillo de Steve volvió a estar en su dedo anular. El castaño tapado hasta su cintura dejando algunos tatuajes expuestos al frío de la habitación y algunos otros se querían hacer notar entre las sábanas de aquél barato hotel en algún lugar de Summit, más allá de eso, Steve parecía listo para irse.

-Frank esto no va más. - la frialdad en su característica voz impactó confundiendo al castaño quién sonrió todavía más malditamente confundido. Pero no hizo falta ninguna pregunta porque el moreno diez años mayor siguió hablando con una intención que Frank no descubrió antes y era la de lastimarlo. - No puedo estar con vos, - habló sin ningún tipo de expresión en su rostro - los juegos son juegos y fuiste uno Frankie.

Si algo en la habitación estaba malditamente fuera de eje era su corazón, errándole como el más hijo de puta. -¿Qué? - su garganta se apretó impidiéndole hablar o siquiera tomar la mano que tantas veces le acunó. Pero ahora, el rostro de rasgos adultos y sus ojos marrones estaban tan lejos de él que lo único que hizo fue dejar que unas pequeñas lágrimas cayeran pesadas sobre las sábanas y sus piernas, lágrimas que limpió de sus mejillas. Mirando y escuchando lo que el otro tenía para decir. - Nunca te dije nada que te haya podido dar la chance de pensar en algún futuro.

Los ojos de Frank se abrieron al máximo, dejando que todo el color avellana fuera asedidado por el sol, -Me dijiste que ibas a divorciarte, me prometiste algo mejor. - y los labios de Frank comenzaron a temblar al momento en que sus manos se unían en el hueco que formaban sus piernas.

El Arte del Modelo Vivo |Frerard|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora