Peligro del Deber

1K 140 50
                                    

Veía a Frank algo nervioso frente a la casa de su madre. Realmente no sabía qué era lo que había pasado entre ellos, en realidad sí lo sabía, Frank me lo había contado en nuestro primer encuentro "artístico" fuera de la Universidad. Sin embargo, el cómo pasaba su peso balanceándose sobre un pie y el otro, me daba a entender que quizás, estaba mucho más nervioso ahora que hace dos años. Era un reencuentro entre madre e hijo.

-¿Vas a golpear? - pregunté en voz baja señalando la puerta blanca de manija dorada solo para ver como su pecho subió y bajó rápido mientras fruncía su nariz mirando fijamente el objetivo que tenía que golpear, su puño cerrado fue hasta la puerta sólo posándose ahí. No tenía intenciones de golpear, pero al final lo hizo de manera suave, bajó su tatuada mano hacia su costado y su mano se hizo puño de nuevo.

Vi como se alejó de la puerta al escuchar unos pasos lentos provenientes de la casona roja, pronto una mujer en su mediana edad estaba frente a nosotros pero la atención de la mujer no se dirigió a mí sino, a Frank.

Los ojos avellana de la mujer destellaron y una gran sonrisa se expandió en su fina boca perlada. Miré a Frank que absorto, la miraba fijamente. Su cuerpo tenso al igual que su mandíbula.

-Frankie.. - el murmullo roto de la mujer y el abrazo en el cual envolvió a Frank, me hizo saber que por más prejuicios que hayan tenido hacia mi modelo vivo eran superados por el amor de aquella madre. Inevitablemente Frank le devolvió el abrazo y se fundieron ahí unos cuantos segundos que si me ponía a pensar, eran malditamente largos.

Cuando todo se cortó y la mujer sonrió a su hijos con atisbos de lágrimas en los ojos, la atención de ambos pasó hacia mi. Entonces como si Frank tuviese algún tipo de idea o salvación a mi creciente incomodidad, lo miré, lo miré tan fijamente como era posible.

-Linda, él es Gerard. - me presentó con una de sus manos, exponiéndome con una maravillosa sonrisa en su rostro, como si yo fuese lo más preciado. La mujer castaña con aquél vestido bordò parecía escudriñarme con la vista, sus lineas de expresión no estaban tan marcadas pero se notaban apenas y cuando sonreía justo a los costados de su rostro, yo sabia que eran claras muestras de preocupación a lo largo de su vida, una vez que pude sacar mis ojos de su rostro, ella solo sonrió hacia mi. Miré de reojo a Frank que llevaba la mirada asustada en sus ojos de color mixto, pero algo me decía que no había que tener miedo.

-Un gusto, Gerard. - extendió su fina mano blanca hacia mi y no dudé en estrecharla haciendo un pequeño movimiento.

Eventualmente, nos hizo pasar cuando el ritual de saludo terminó y nos adentramos por la izquierda en el living de la casona Ya que en la derecha, estaban unas estrechas escaleras hacia lo que sería el primer piso. Me di cuenta que aquél lugar tenía mucho de Frank. Más aún cuando pasamos al comedor y las fotografías estaban colgadas en una de las paredes beige de la habitación. La mesa con un mantel cuadrillé y algunos platos playos acomodados en triángulo. Me acerqué de golpe hacia una de ellas que llamó mi atención, dejando de lado la conversación en la cual madre e hijo estaban metidos. No escuché mucho pero era algo sobre vegetarianos y su falta de hierro. Las fotos estaban enmarcadas y explayadas por toda la pared, sin llegar a ser excesivo. Una vez estuve frente a la fotografía de marco dorado y miré a quién estaba posando con una sonrisa para la cámara, comencé a notar que los rasgos infantiles de Frank todavía estaban ahí, aún en su cuerpo adulto. La foto mostraba a Frank en lo que parecía un jardín y sus pequeños brazos abrazando un perro el doble de alto que él. Su sonrisa estaba intacta y sus pequeños dientes se mostraban felizmente por sus labios. Sonreí inconscientemente, cruzando mis brazos, normalmente hacía aquello cuando alguna obra me gustaba y me intrigaba. Frank era ese tipo de obra. Seguí mirando su pequeño cuerpo plasmado en la foto con lo que parecían unos shorts marrones y una remera con el logo de Batman. Fruncí mi seño en una extraña mueca, no sabía que a Frank le gustaban los comics. Ese detalle me pareció menor cuando vi su pelo castaño y desordenado sobre su cabeza. Eso me hizo afirmar mi postura, de que Frank solo había crecido y madurado, pero todavía tenía a su pequeña criatura ahí. La caja de la cual había hablado Frank conmigo hace un rato, jamás se cerró, solo que él la olvidó. Yo quería descubrir el porqué, pero me daba alguna simple idea de eso.

El Arte del Modelo Vivo |Frerard|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora