Pudor ll

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Casi quiso morir, ¿como había salido eso de su boca? Podría haber pedido algo más que eso, pero no... Gerard jamás controló sus impulsos. Aquél tipo de sus sueños, el causante de su alborotado sistema anímico estaba ahí, desnudo para él haciéndole sentir millones de cosas explosivas en su estómago, en su bajo vientre, como si fueran mariposas al borde de un guerra. Y eso no era suficiente para él, na, tenía que abrir su maldita boca para pedirle que se recostara en la mesa sobre sus codos solo para verlo en otra postura. Y esa mirada avellana le penetró hasta el tercer plano del alma diciéndole con una ronca y demoníaca voz (que su propia cabeza pelirroja formuló), que era un maldito raro y que por supuesto no haría eso. Gerard pudo sentir el sonrojo en sus mejillas al ver que aquél hombre solo levantaba una ceja en silencio, y negaba mirando a su profesor de cátedra.

-Way, vos mejor que nadie sabés que ésto no es una clase particular, - el pelirrojo asintió sintiendo la mirada avellana sobre él, acelerando el pulso de su maldito corazón. - habrá otras oportunidades para armar un escenario.

Gerard se dio cuenta como el castaño de tatuajes miró rápidamente al viejo profesor, cuestionando con la mirada aquello recién dicho, cuando aquél hombrecito iba a protestar el hombre mayor que tenía como profesor le calló con voz autoritaria.

-Deja de moverte, Frank.

Su profesor cerró el tema allí, y Gerard se concentró en el blanco papel frente a él y la carbonilla en su mano derecha entre sus dedos índice y medio como si fuera algún tubo de nicotina, pronto perdido en su propia cabeza, el pelirrojo pensó como aquél nombre que tanto anheló sonaba.

Frank. Frank. Frank.

La pronunciación del Fr cuando mordía su labio inferior con sus dientes, entre la r  y la a su lengua iba un poco hacia abajo chocando con sus dientes inferiores para finalmente; en la n la punta de su lengua tocaba sutilmente su paladar para por último la k, trabarse de alguna manera produciendo un chasquido que no dudó en soltar mientras trazaba algunas lineas en su lienzo. Frank era el nombre más sexual que habia escuchado o por lo menos notado hasta ahora.

Y su cuerpo era perfectamente como alguna vez en unos pocos días pensó. Simétrico. Jodidamente simétrico, el cuerpo más perfecto que había visto. Y eso que había visto demasiados cuerpos desnudos porque la maldita clase de Modelo Vivo la había recursado cuatro veces, todo por no poder dibujar el cuerpo humano como realmente era. Con su cuerpo tampoco pudo, no pudo dibujarse y eso era patético, porque cuando tocaba su hombro o su propia clavícula para dibujarla no sentía nada, por el simple hecho de que sea su propia piel ya conocida, tampoco pudo mirarse al espejo y dibujarse. Y después llegó el tipo bajito insultando a la policía en la entrada de New York, y todo pareció tener sentido para su pelirroja cabeza. ¿Y si tenía que esperar a que llegase alguien como Frank para poder dibujar de verdad? 

Jamás pensó que aquél hombre de aspecto arrogante que insultaba a la policía estuviera metido en una universidad de artes, y para ese entonces Gerard se maldijo por tener tantos prejuicios juntos. Siempre consideró que los prejuicios eran estúpidos, y los causaba el miedo. Sí, el miedo. ¿Porqué pensar algo que no es? Entonces entraba en una bola de pensamientos contradictorios y demasiado abstractos para su salud.

Escuchó un carraspeo y giró su cabeza hacia donde desnudo estaba Frank, parecía una maldita película, estaba ahí frente a él mirándole de reojo porque veían los ojos avellana mirando a su dirección de manera poco disimulada, estaba sentado en la mesa con la parte inferior de sus piernas tatuadas colgando intentando no moverse, su espalda algo encorvada; no demasiado solo lo justo, sus brazos haciendo de resistencia detrás de su espalda, manos extendidas y también tatuadas. El ventanal detrás de Gerard era perfecto para la luz que daba contra el cuerpo algo pálido y desnudo frente a él. Entonces cuando apenas y comenzó a trazar el cuerpo del modelo vivo en siluetas que delimitaban su figura, Gerard frunció el seño recordando las palabras de su primer profesor de plástica que para dibujar hay que tocar, palpar, sentir, oler. Todo su cuerpo entró en un estado increíble de excitación, pero no de deseo sexual, no... Era diferente era lujuria llena de arte, quería sentir algo extra-corpóreo, lo necesitaba, Gerard quería saber cómo era tocar con su lengua algún tatuaje, o como era sentir la piel erizada de Frank bajo su tacto, bajo las yemas de sus dedos. 

El Arte del Modelo Vivo |Frerard|Where stories live. Discover now