When You Wish Upon A Star

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-Vamos Frank, no estés así. - pidió Raymond conectando los cables hacia ambas guitarras eléctricas viendo la expresión de fatalidad que tenía su compañero aquella mañana de Lunes. Habían llegado temprano al subte, por lo que las primeras caras de la semana ni siquiera los miraban, eran algo así como zombies. Observó a Frank cuando afinaba su guitarra con una mueca de tristeza sentado en aquél banco de plástico rojo. La travesía para encontrar a su amada princesa había resultado un fracaso total, el castaño había llegado con un puchero y un resfrío la noche del Domingo, pero con una sonrisa y un café Raymond lo había invitado a tocar con él en aquél subterráneo menos concurrido de New York, y por menos es decir más, New York nunca dormía y aún siendo las seis de la mañana había alrededor de cien personas subiendo y esperando los trenes. Frank estaba cansado y bostezando.

Estaban ubicados justo en el centro del lugar, frente a los andenes y la estación contraria, entre ambas salidas. Un pequeño Marshall había captado la atención de Frank, pero sin embargo él había llevado aquél amplificador viejo que Jamia le había regalado junto con Pansy, su guitarra había sido destruida después de un ataque de furia, por lo que su nuevo amigo de afro se había encargado de conseguirle una preciosa Les Paul, pero aún así con la Gibson en sus manos, Frank miraba distraidamente al suelo, intentando no decepcionarse más ante todas las personas que no tenían aquella cara que tanto buscó.

-Frank, saca esa cara... - pidió Ray dejando su guitarra entre sus piernas y sentándose a un lado del castaño cuya barba comenzaba a emerger por no haberse afeitado esa mañana. Los orbes avellana lo miraron detenidamente mientras apretaba la hermosa guitarra negra con sus manos tatuadas - ya vas a encontrarlo, ¿si? - preguntó con una media sonrisa palmeando su espalda, de alguna manera dándole alientos, viendo como las comisuras de los labios de Frank embozaban un intento vago de sonrisa, sonrió triunfante y ante la mirada curiosa de algunas personas que solamente pasaban de lado a lado dijo, - Ahora, demuéstrame que tus manos hacen magia. 

Raymond se levantó alzando su guitarra junto con la correa para colocársela en forma diagonal sobre la espalda para que su guitarra Epiphone marrón quedara sobre su estómago, suspiró al sentir que Frank no lo había seguido, volteó a verlo y todavía seguía con la mirada perdida en algún punto del suelo, pero ahora su pierna derecha estaba doblada sobre la contraria y la cintura de aquella guitarra se encontraba en el muslo de Frank, sus manos tocaban las cuerdas sin hacer sonido, Ray volvió a mirar al frente como en el andén contrario un tren daba espacio a las personas para que arribaran a destino, cerró sus ojos y tocó algunos acordes para calentar sus manos y su propia guitarra.

Frank miró la espalda de su amigo, y luego las caras de las personas tan desconocidas, tanto que dolía, dolía por algo que él no podía tener, y cuando escuchó los primeros acordes que Raymond tocaba solo para escuchar la acústica en aquél lugar cerrado, frunció el seño. Tenía toda la vida para encontrar a aquél pelinegro. El tren del andén contrario se fue, dejando la estación contraria algo vacía. Ray comenzó a hacer un ritmo cualquiera, algo así como un Ska Jazz. Quiso mirar su rostro, pero su cabeza al igual que su cuerpo más grande que él moviéndose al ritmo, le dio a entender que por más que le hablase, Raymond iba a ignorarlo. La música sonaba llamando la atención de la mayoría de los pasajeros de traje, que con una sonrisa entre dormida y sorprendida, se acercaban a mirar o desde lejos desviaban su mirada hacia ellos. Frank miró los amplificadores y notó que el suyo estaba apagado, movió una de las fichas y la luz roja se encendió. Ray había parado de tocar y solo sus pies tocaron tierra cuando los aplausos resonaron por su rincón en aquél subterráneo. Algunas monedas cayeron en su estuche negro apoyado en el suelo. - Muchas gracias...

Frank sonrió al escuchar el agradecimiento que Ray daba, recordando aquella segunda canción de Jazz que logró sacar, el castaño más alto lo miró con una sonrisa dándole algún tipo de acompañamiento, entonces las personas que se había dado vuelta giraron su cabeza de nuevo para ver al muchacho sentado en aquella banqueta roja, junto a sus jeans rotos y una remera blanca tocar aquella canción de quien era la inspiración nacida en Jersey de Frank, Joe Pass.

El Arte del Modelo Vivo |Frerard|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora