El Cuerpo Humano y El Tacto

1.3K 181 119
                                    

"...ni siquiera nos dejan sentarnos; inmediatamente suenan risotadas y estamos ligados a confesar a gritos todos nuestros pecados." 

Sentido del tacto.


Aquella proposición me pareció algo desesperada,  no iba a negarme a ello, pero sin embargo, intenté separarme de él que estaba aferrado a mi brazo. Frank no había parado de llorar, ni siquiera en esos cuatro pisos hasta mi departamento, no sabía qué carajo le pasaba, solo sabía que había venido a mi en un estado bastante malo y su cabeza no se iba de mi hombro. Una vez entramos al departamento, Mikey estaba parado en la puerta de la cocina, con una media sonrisa pícara en su cara, pero al ver mi brazo rodeando la espalda de Frank, solo mordió sus labios y suspiró volviendo de nuevo hacia la cocina.

Antes de entrar a mi habitación escuché a Mikey hablar por teléfono sobre la boda que iba a celebrarse en unos meses. Su voz se perdió cuando cerré la puerta de mi habitación, llevando a Frank hacia la silla de ruedas a un lado de mi escritorio, se sentó tembloroso y yo me senté frente a él, en la cama, solo mirándolo. Sus ojos estaban rojos, resaltando la mezcla de marrón y verde en ellos, su nariz pequeña y redonda también estaba de un color carmesí, paré mi vista en las manos temblorosas de Frank. 

-¿Qué pasó? - la pregunta hizo que  largara más lágrimas, suspiré otra vez, dándole una pequeña y falsa intimidad, esperando que se tranquilice para poder hablar. El no saber qué mierda pasaba me hacía sentir un estúpido, más que nada porque no sabía cómo curar a Frank de esa tristeza desconocida para mi.

-Estoy confundido.

Los ojos avellana me miraron con algo de miedo, como cuando el día anterior había abierto todos sus pensamientos hacia mi, diciéndome que se había metido con un tipo casado, que se había enamorado de un hombre atado a otra persona. Yo no creía en el casamiento, no sabía porqué la gente lo hacia la si el amor no se firma en jodidos papeles. Levanté una ceja, apoyando los codos en mis rodillas solo para mirarlo más de cerca. - ¿Y de qué?

Pero Frank no contestó, me miró implorante soltando las palabras después. - ¿Podés pintarme?

Eso era la otra cosa que yo no entendía, ¿qué sentía él al saberse pintando? Miré su cuerpo de arriba hacia abajo y bueno, cualquier artista que pudiese apreciarlo sabía que Frank era un tipo que trasmitía todo con una sola mirada, y aquello para algunos era una obra de arte. 

-Con una condición.  - le hablé de golpe, pensando en ese encuentro en el pasillo de la universidad, cuando él miraba mi cuadro de Newark. Sus curiosos ojos habían dejado de soltar lágrimas y me miraban interrogantes. Asintió dándome a entender que debía seguir hablando, - Cuando te pinte, quiero que me expliques eso que no quisiste. Quiero que me expliques cómo él te pintaba la cabeza.

Sus mejillas se sonrojaron rápido y su mirada fue a parar hacia el suelo, me miró después de un momento sorbiendo de su nariz y asintió. Sonreí con toda la felicidad que mi cuerpo daba, había intentado descubrir qué era lo que quería decirme, pero lamentablemente nosotros, los humanos a veces tenemos dudas que no nos podemos sacar, y por más que nos guste o no, la fuente de esa duda es la fundamental para sacarla.

-Desnudate.

Hablé para pararme rápidamente y buscar en mi armario lo que necesitaría para pintarlo, le di la espalda un momento para buscar algunos pinceles pequeños y la pintura acrílica que hace tiempo no usaba. No hacía mucho tiempo había pintado a un modelo vivo, pero era lo mismo siempre, las proporciones jamás dieron como resultado un cuerpo humano sin algún defecto. Yo no estaba en contra de las malformaciones o ese tipo de cosas, pero era que el jodido tipo que tenía como profesor no quería absoluto error o desproporción, más allá de que mi obsesión con eso no ayudaba en nada. Como había pensado desde el primer momento en que lo vi, Frank era aquella perfección que faltaba. Mientras intentaba acomodar los pinceles entre mis dedos me acordé de aquella propuesta sobre el cuadro que había quedado en la nada, y en esa semi-mentira que le dije. Eso de que era solo para aprobar la materia y recibirme. No voy a mentir, al principio había sido así, pero después todo se trastornó en no poder pensar en otra cosa que no sea en conocerlo, en tocarlo para pintar.

El Arte del Modelo Vivo |Frerard|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora