31 | Con los pies en el suelo.

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31 | Con los pies en el suelo.

—¿Seguro que no quieres venir? —Oigo decir a Karinna.

El corazón empieza a irme a toda prisa. Creo que estoy entrando en pánico. Mientras los bailarines charlan al otro lado del pasillo, yo miro en todas las direcciones, buscando una ruta de escape; no puedo dejar que me vean, porque prefiero que no piensen que los estoy espiando o algo así. Mi dignidad ya está bastante por los suelos.

Supongo que es ese miedo irracional lo que me hace entrar en modo ninja. Con más sigilo del que nunca creí tener, corro hacia la pared más cercana. Me pego a ella, de manera que puedo escuchar todo lo que dicen sin que ellos sepan que estoy aquí. Ahora que estoy más tranquila, analizo bien mis alrededores y me doy cuenta de que, para regresar a la quinta planta, tengo que coger las escaleras que están al otro lado del pasillo. Y no puedo hacer eso sin pasar frente a su habitación.

Noah decide responder justo cuando yo estoy empezando a maldecir, de nuevo, mi mala suerte.

—Seguro. Deja de preocuparte tanto por mí, ya te he dicho que estoy bien.

—Pues no parece que estés bien —se queja la chica—. Llevas distraído todo el día. Apenas has prestado atención en los ensayos. ¿Tengo que recordarte lo importante que es todo esto para la academia? Si mañana la cagas, voy a matarte. Quedas avisado.

No lo veo, pero lo conozco; y por eso me imagino que Noah habrá rodado los ojos.

—Eres un amor.

Cuando Karinna suelta una pequeña risita, se le oye por todo el pasillo. A mí el estómago se me retuerce. Sé que Noah la quiere como si fueran hermanos; pero, aun así, siento celos. Me duele pensar que, si pudiésemos borrar estos últimos días de nuestras memorias, ahora sería yo quién estaría allí con él.

En lugar de eso, estoy escondida detrás de una pared, como una espía, en pijama y con un estómago que no deja de rugir. Una palabra: soy-penosa.

—Sigo pensando que deberías bajar a comer algo —vuelve a insistir ella, en cuanto sus carcajadas cesan. Noah suspira con impaciencia.

—No tengo hambre, Karinna, ya te lo he dicho.

Me atrevo a asomar un poco la cabeza. Entonces, veo como ella asiente, aunque no parece muy convencida. Se tira de la sudadera, que le queda muy ancha, para que le cubra la mitad de los muslos.

—Descansa, ¿vale? Tienes cara de haber dormido poco últimamente.

—Mañana estaré mejor. Solo necesito recuperar horas de sueño.

—Lo que tú digas.

—Estoy hablando en serio.

—Está bien —dice ella—. Buenas noches.

Noah no se ha separado de la puerta desde que empezó la conversación. A raíz de eso, deduzco que ese debe ser su dormitorio. Tras dedicarle una sonrisa recelosa, la joven empieza a alejarse por el pasillo. Va en dirección contraria a donde me encuentro. El corazón me salta de la alegría porque, por primera vez en mucho tiempo, parece que algo va a salirme bien, y voy a poder irme de aquí con la dignidad intacta.

O, al menos, casi.

No obstante, justo cuando estoy empezando a celebrarlo para mis adentros, vuelvo a oír la voz de Noah.

—Karinna. —Cuando la llama, la chica se gira. Lleva su largo pelo oscuro recogido en una coleta—. Si la ves cuando bajéis a cenar, asegúrate de que está bien, ¿vale? Ha venido por mi culpa y esto tiene que estar siendo un infierno para ella. No conoce a nadie... excepto al señor Miller, y te aseguro que es un hombre muy desagradable. Le faltó poco para expulsarme cuando intenté que no la obligase a venir.

Mi conquista tiene una lista | EN LIBRERÍASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora