26. El mensaje de los siete

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Cornelius ganó algo de tiempo cuando la empujó hacia atrás, apartándola unos cinco metros. Fueron segundos cruciales que le sirvieron para lo que le mandaron a hacer en Voreskay.

En un segundo transformó su espada en su bastón; un paso avanzó ella. En otro segundo iluminó la esfera en la base del bastón, convirtiendo el líquido en su interior, siendo transparente, apreciándose en él el cabello que le arrebató a André tiempo atrás; otro segundo en que ella avanzó, dando una zancada. Otro segundo más; la despellejada mano del viejo recogió en su palma un aura purpurea que le rodeó el brazo, ascendiendo por el cuello. La Intérprete dio otro paso, estando a escaso metro y medio de llegarle encima. Al cuarto y último segundo, la luz del bastón se disparó, cobijando a Cornelius. Su piel parecía tocada por un supremo porque brillaba de la misma manera, luciendo pulcra, sin quemaduras o llagas. En ese mismo segundo en el que su propio don lo cubrió en totalidad, dio una zancada, impulsándose lo suficiente para arremeter.

Fue indetectable para Drek y la misma Intérprete, tanto que cuando se dieron cuenta, Cornelius aferraba del cuello a André, apretándole con fuerza, anulando su respiración. Aun irradiaba una luz algo opaca, el brazo con el que la sostenía temblaba, apenas si la levantó del suelo. Drek al percatarse de ello fue auxiliarla, blandiendo la espada en alto, solo que, lo que haría Cornelius no duraría mucho, necesitaba dejarle el mensaje que le pidieron que activara en el momento en que encontrara a la intérprete, bastaba solo de un par de palabras.

André aun con ojos cambiados y con una tenue aura negra emanando de su cuerpo, se las arregló para mantenerse cuerda, agarrando las manos de su agresor para liberarse, pero la fue doblegando. De un momento a otro sintió como si mil agujas le punzaran la frente, a la par de una presión inaguantable en la cabeza, creyendo que le iba a estallar. Por alguna inexplicable razón recordó el sello que le otorgó la princesa Evereth, creyendo que en algo tenía que ver esa maldición.

Cornelius se satisfacía viéndola sufrir, apreciando como se tornaba roja por la falta de aire. Drek apenas si pudo acercarse pues cuando se percató de su presencia, blandió el bastón en su dirección, creando una fuerza invisible que lo golpeó en el estómago, impulsándolo hasta chocar con una pila de escombros.

Era momento, contaba con poco tiempo, debía activar el mensaje.

Reparando en la joven, notando que ya no tenía ese anormal color en los ojos, la alzó más, haciendo que sus pies rozaran el suelo. La acercó hacia él, apretando más la mano en el cuello, queriendo partírselo. Aproximó los labios a su oído derecho y relamiéndoselos, le dio las palabras que le fueron encomendadas.

—Los siete de ocho te dan las gracias por tu labor.

Tan claro como el ardor punzante y el aire faltante, André escuchó la voz rastrera de un sujeto que desconocía. Era un monstruo el que la tenía presa, uno que la soltó con asco, tirándola lejos, haciendo que impactara con una destruida trinchera.

Chocó de espaldas; la madera de la barricada en la que su cuerpo se incrustó crujió. El aire salió por completo de sus pulmones y, desafortunadamente en la trayectoria, un madero se le incrustó, atravesando su torso de lado a lado.

Dio un grito violento que desgarró sus cuerdas vocales, perdiendo la movilidad en las piernas. El dolor era insoportable, la sangre gorgoteaba por su garganta, dificultándole respirar. Antes fue una mano que la atravesó, ahora era una maldita estaca que, de no ser porque estaba unos centímetros más abajo, le hubiese perforado el corazón.

Cornelius, con una asquerosa sonrisa, observó a ambos guerreros, sintiéndose más que superior, pensando en no desperdiciar esa oportunidad para acabar con uno de ellos. Miró hacia Drek quien yacía inconsciente, bocabajo en el suelo. Luego hacia André, creyéndola una patética salvación para Reblan al ver cómo intentaba en vano sacar la estaca que le atravesaba el estómago.

El mensaje de los Siete [IyG II] ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora