Capítulo 17

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•Narra Simon•

—Tenemos que escarbar solo otros tres metros en esa parte de allá—me dijo uno de los ingenieros.
—Muy bien entonces hay que desalojar el área.
—Después empezaremos a colocar los tubos que según me dijeron ya vienen en camino.
—Supongo que estarán aquí hoy en la noche o mañana.
—Si esta perfecto. De todos modos no creo que terminemos de excavar todo muy pronto.
—Entonces continúen—le dije dándole una palmada en la espalda.
—Gracias señor Konecki.
Me fui caminando hasta la carpa que instalamos donde tenemos todas nuestras cosas. El calor es sofocante, no sé cómo ha sobrevivido esta pobre gente sin agua potable. Estando dos minutos al aire libre te provoca una sed enorme, no quiero imaginarme cómo será en sus pequeñas casas.
Estaba a punto de entrar cuando casi me tropiezo con un pequeño que esta agachado viendo por debajo de la tela de la carpa hacia el interior.
—Pequeño...—dije con delicadeza.
Él me volteó a ver con miedo, no ha de tener ni cuatro años. Se puso de pie con rapidez y se quedó inmóvil viéndome con sus grandes ojos llenos de pavor. Sus ojos son azules y su piel oscura hace que resalten aún más. Sus ojos me recuerdan a Angelo.
—No te preocupes pequeño...—dije acercándome a él.
—No le entiende—dijo una voz femenina bastante ronca.
Volteé y pude ver a una mujer un poco mayor sin zapatos caminando hacia nosotros.
—Lo lamento—le dije.
—Por más que hemos intentado no lo hemos podido hacer hablar. Además raramente entiende nuestra lengua.
Lo cargó y le dijo algo que no comprendí, pero por la expresión del niño no era nada lindo y la mujer parece enojada.
—No no lo regañe, no estaba haciendo nada malo.
—Es un niño muy travieso—me dijo la mujer.
—¿Es su hijo?—le pregunté.
—Si, el más pequeño.
—Es muy lindo—dije haciéndole cosquillas. El pequeño me mostró una sonrisa que me recordó aún más a Angelo. No se parecen físicamente pero su risa...
—Gracias. ¿Usted tiene hijos?
—No, bueno... Mi novia tiene un hijo y lo considero como mi hijo...
—Que lindo. Ser padre es hermoso, pero muy difícil sobre todo si es un pequeño diablillo como este pequeño.
Vi los labios de ambos y están completamente secos.
—¿Gustan una botella de agua?
—¿Disculpe?
—¿Qué si gustan una botella de agua? Tenemos bastantes ahí adentro—dije señalando la carpa.
—¿Botellas?
—Si, mire acompáñenme.
Entramos. Mis compañeros estaban trabajando en los planos, Lucas estaba acomodando las botellas que les daremos a los habitantes de la pequeña comunidad.
—Hola Lucas. Dame dos por favor—le dije. La mujer y el niño se quedaron atrás de mí con cara de asombro.
—Claro ten...
—Tengan—les di las botellas.
—Muchas gracias. Muchas gracias—dijo la mujer feliz.
Abrí las botellas y el niño empezó a tomar el agua con rapidez.
—Pronto tendrán toda el agua que quieran con lo que estamos instalando.
—Muchísimas gracias—dijo la mujer después de darle un buen trago al agua—. ¿Nos acompaña?
—Claro... ¿A dónde?
—Venga.

Los seguí y nos encontramos con un grupo de niños y hombres con una especie de pelota y un palo. Todos corrían cuando uno de los jóvenes atrapaba la bola. El pequeño se bajó de los brazos de la mujer y se fue corriendo hacia los demás.
—¿Qué juegan?
—Es un juego típico de aquí. Ellos lo inventaron para matar el tiempo jaja.
Les grito algo a los chicos y todos se detuvieron. Les dijo algo que no entendí pero todos asintieron y me voltearon a ver.
Minutos después ya me encontraba jugando con ellos.
Lucas les dio botellas de agua a todos cuando terminó el juego.
—No sabe lo felices que estamos porque hayan venido—me dijo la mujer—. ¿Cómo podemos pagarle?
—No tiene que pagarme señora. Lo hacemos por ayudarlos. Lo único que me gustaría es un teléfono para poder hablarle al pequeño del que le conté hace un rato. Hoy es su cumpleaños número uno.
—¿Teléfono? Mire el único teléfono es el que está en el pueblo que está allá—dijo señalando hacia la derecha. Hay un camino rodeado de pequeñas chozas y después no hay nada—. Voy varias veces pero esta lejos para ir caminando en pleno día. Siempre voy en la noche para no morir de sed.
—¿Es en serio que hay un teléfono?—ella asintió—. Iré esta noche. Muchas gracias.
La mujer solo sonrió y desvió la mirada hacia los chicos, sin saber el gran favor que me ha hecho.

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