Capítulo final

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—Yo ayudo yo ayudo—dijo Angelo frente al camión de la mudanza estirando los brazos esperando a que le pasaran algo.
—Ten peanut—Simon le dio una lámpara envuelta en papel de burbujas—. Tú lleva esta.
—¡Si!—dijo saludando como un soldado. Puso la lámpara en su hombro y subió las escaleras. Cuando llegó a la entrada acaricié su cabello.
—Gracias por ayudar señor fuerte—dije sonriendo.
—De nada—dijo con voz profunda y después se rió.
George en mis brazos empezó a moverse así que lo cambié de posición.
—¿Te gusta la nueva casa amor? ¿Te gusta?—le dije en un susurro.
—¡Oye! ¡Adele!—dijo Laura caminando hacia mí con Laurie entre sus brazos—. Ay ¡por fin! Me perdí, ya no sabia como regresar hasta aquí. La casa es enorme.
—Jajajajajajaja que tonta.
—Cállate, cuando te pierdas te vas a acordar de mí.
—¿Y Angelo?—dije viendo hacia el interior de la casa.
—De seguro ya se perdió también. Ven Laurie, busquemos a tu hermano en este laberinto.
—¿A dónde va Laura?—dijo Daniel cargando un lado del sillón.
—A buscar a Angelo en este laberinto—dije imitando su voz.
—Oh si jajajaja. Se perdió hace un momento. Listo Simon, uno, dos...—y ambos volvieron a levantar el sillón.
—Hola—dijo Simon sonriendo cuando pasó a mi lado.
—Jajajaja hola—le mandé un beso.
Puse el tapete de bienvenida que me regalo Simon cuando compré el apartamento y entré a la casa.  Me fui directo a la habitación principal. Ahí estaban poniendo todos los muebles. Laura estaba sentada en las escaleras así que me senté con ella. Ambas veíamos pasar a Daniel y Simon con los muebles, así como a los hombres del camión de mudanza.
—¿Qué sientes Adele?—me dijo Laura y volteé a verla.
—¿Qué siento de que?
—De tener esta enorme casa como soñabas, de tener tres hermosos hijos y de tener ese enorme anillo en tu dedo.
Volteé mi mano y vi el anillo de compromiso que me dio Simon hace ya una semana.
—Felicidad... Infinita felicidad.
—Siempre supe que terminarían estando juntos—dijo Laura jugando con la manita de Laurie. Laurie envolvió el dedo de Laura entre su pequeña mano.
—¿Ah sí?—dije viéndola sonriendo.
—Claro. Era obvio. Desde el día en que los presenté lo supe. Iba a volver con ustedes pero vi cómo se reían y chocaban los cinco. Estaban tan perdidos en su propia nebulosa que preferí no interrumpir. Siempre fue así. Ustedes dos tenían algo muy especial.
—Nunca lo pensé.
—Hasta que te diste cuenta—me guiñó el ojo y se puso de pie—. Arriba floja. Vamos a poner a estos pequeños en sus bambinetos y ayudemos con los muebles. Sino estos intentos de hombres nunca acabarán—lo último lo dijo casi gritando cuando Simon y Daniel iban entrando.
—Gracias Laura, yo también te amo—dijo Daniel. Simon solo se rió.
Pusimos a los bebés en los bambinetos y fuimos a ayudar.

Lo primero que quedó terminado fue la sala. A las seis de la tarde los de la mudanza terminaron con todos los muebles, Angelo terminó tirado en el tapete de la sala y yo me senté en el sofá exhausta.
—Alto ahí—dijo Simon. Sonreí mientras me estiraba y abrí los ojos—. Es una excelente foto.
—Jajajaja ven a descansar.
Se sentó a mi lado y me abrazó por los hombros. Me acerqué a él y me recosté en su hombro.
—¿Cansada?
—Bastante. Al parecer peanut también ¿verdad?
Louie entró corriendo, lamió a Angelo en la cara y éste se levantó riéndose.
—No Louie—Louie se echó a correr y Angelo lo persiguió.
—O tal vez no tanto—dije sonriendo.
—Los bebés son los más cansados—dijo Simon viendo a los bebés dormidos en sus bambinetos.
—Solo faltan sus muebles, acomodar todo y tendremos nuestra casa lista—dije pensando en que ya no estaremos en el apartamento.
—¿Lo extrañaras?
—Claro que si. Es muy especial y pasaron muchas cosas en ese apartamento.
—Ahí te pedí que fuéramos novios—dijo tomando mi mano con el anillo.
—Si—dije sonriendo.
—Ahí... Hicimos el amor por primera vez—cuando dijo eso volteé a verlo a los ojos. Me está sonriendo y yo me sonrojé. No puedo creer que a estas alturas me siga sonrojando.
Me besó, yo seguí su beso y cerré los ojos pero Angelo entró corriendo y riéndose así que nos separamos.
—¡Iugh!—dijo riéndose.
—Silencio jovencito—dije poniéndome de pie—. Venga acá.
—¡Ah! ¡No! ¡Corre Louie corre!—dicho eso se echó a correr y lo perseguí.

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