Capítulo 47

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*Un mes después*

—Esto va...—dije tomando una pieza.
—¡Aquí!—dijo Angelo señalando una parte de la cuna.
—No no jajajaja. Ahí no puede estar esta pieza—dije viendo el instructivo—. Creo que puede ir aquí—la puse y ensambló perfecto.
—Si ahí—dijo Angelo. Tomó otra pieza y me la dio.

Estamos armando la nueva cuna para mi pequeña. La cuna de Angelo será para el nuevo pequeño. No puedo creer que este armando una cuna de nuevo...

•••
—¿Qué haces?
—Te ayudaré a armar esto.
—Pero... ¿Y tu trabajo?
—Adele, es sábado jaja.
—¿A si? Ya no sé ni qué día es.
—Bienvenida al sábado jajajaja. Muy bien, comencemos este rompecabezas.

Me senté en el piso al igual que él con Angelo sentado en mis piernas. Simon me pedía las piezas y yo se las pasaba. Me quede viéndolo, no sé qué pasa en mi interior, lo quiero muchísimo pero no sé si mi amor este llegando a otro nivel o solo... ¡Ah! Me volveré loca.
•••

Sonreí por el recuerdo. Como me sentía tan fuera de mi, tan desubicada y confundida. Pero en realidad siempre tuve algo claro en mi corazón... Mi amor por Simon. Es un hombre maravilloso, y ahora estoy esperado dos hijos suyos, Angelo tendrá hermanos, ¿qué más puedo pedir?

—¡Maaa!—gritó Angelo pasando su mano frente a mi rostro.
—¿Qué sucede?—dije concentrándome en él.
—Teléfono—dijo dándome el teléfono.
—Oh gracias peanut...—dije sonriendo—. Hola...
—¿Qué hace la futura mamá de gemelos?—dijo Simon con tono alegre.
—Arma la cuna de la pequeña que está esperando—dije sonriendo mientras sobaba mi vientre.
—¿Qué? Pero ¿no habíamos quedado en que la armaríamos mañana?
—Si pero tengo un poco de tiempo libre en lo que voy con Laura así que decidí empezar de una vez. Angelo me está ayudando ¿verdad cariño?
—Si estamos armando—gritó Angelo contento.
—En una media hora iremos al hospital a que le quiten el yeso a Angelo.
—No no ya no la armes, espérate a mañana—dijo suplicante.
—Bueno, está bien, sirve que le doy un baño a este pequeño travieso—dije acariciando el cabello de Angelo.
—Excelente. Nos vemos en unas horas. Oye... Entonces irás al doctor y con Laura... ¿A pie?
—Pensaba irme volando... Pero creo que mejor tomaré un taxi.
—Recuerda el reposo...
—La doctora dijo que ya podía hacer más cosas.
—Lo cual es extraño porque estás más cerca de dar a luz...
—Bueno bueno ya. Iré con cuidado.
—Yo cuido a mami—gritó Angelo.
—Jajajaja peanut. Entonces los veré en un rato.
—Claro, adiós—dije sonriendo. Esperé a que colgara y colgué.
—Vamos a que tomes un baño mi pequeño.
—Pero... La cuna—dijo Angelo haciendo puchero.
—La armaremos mañana con papá—me puse de pie lentamente por mi gran vientre y tomé a Angelo de la mano.
—Ven, vamos por la bolsa para tu yeso...
Angelo me siguió de mala gana pero por lo menos no me refunfuñó.
Cubrí su yeso que está lleno de dibujos y mensajes míos, de Simon y de Laura. Cuando salió del hospital odiaba el yeso, quería quitárselo todo el tiempo así que pensamos en algo que le hiciera más pasajero el tiempo con el yeso. Ahora se la pasa dibujando en él.

Le di un baño rápido, le puse ropa limpia y salimos.
Lo primero era ir al hospital para que por fin lo liberaran de ese yeso.
—¿Listo pequeño?—dijo e doctor cargando a Angelo y sentándolo en la camilla. Las piernitas de Angelo colgaban por lo alto de la camilla. Angelo volteó a verme con pavor.
—¿Duele?—dijo en tono asustado viendo el yeso y luego al doctor.
—No no, no te dolerá nada pequeño. Solo vamos a retirarlo.
Angelo apretó los ojos y tensó todos los músculos. Tomé su mano que estaba aferrada a la camilla, abrió los ojos y le dediqué una sonrisa.
—Tranquilo, todo estará bien—dije acariciando su mano.
Pude sentir cómo se relajaba mientras me veía a los ojos.
En pocos minutos el yeso se había ido. Angelo empezó a mover su mano como le indicó el doctor.
—Muy bien pequeño. Ahora solo quitaremos las puntadas de la herida.
No solté la mano de peanut ni un segundo. Cuando le retiraron la primera puntada Angelo soltó un pequeño gritito de dolor y apreté su mano con más fuerza, deseando que no le doliera, que acabará pronto, no soporto verlo sufrir.
Después de tres puntadas Angelo abrió los ojos llenos de lágrimas que se resistían a salir.
—Eres un pequeño muy valiente—le dijo el doctor—. Hemos terminado.
Angelo estiró los brazos hacia mí pero no puedo cargarlo. Lo puse de pie en la camilla y lo abracé.
—Muy bien hecho mi vida, ya pasó—dije acariciando su cabello—. Ya pasó.

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