Capítulo 6

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—Adele... Adele...—dijo Simon cuando vio que cerraba los ojos. Se sentó y la tomó de la nuca antes de que perdiera la consciencia—. Santo dios, Adele responde—dijo dejando el teléfono a un lado.
Le quitó la bufanda para tomarle el pulso y sorprendido pudo ver los moretones que tenía. Se enfureció con el esposo de Adele por atreverse siquiera a tocarla.
—Esta inconsciente, su pulso es débil, casi no lo siento—dijo nervioso tomando el teléfono de nuevo.
—Enseguida va el doctor para allá—dijo la secretaria del doctor. Simon colgó.
Le dolía ver a Adele así, estaba tan distinta a como la conocía. Una chica alegre, vivaz, hermosa; verla así, tan triste y asustada y maltratada, le rompía el corazón.
Simon la recostó con cuidado en el sofá y corrió al baño por un poco de alcohol. Tomó un algodón de su botiquín y lo empapó de alcohol. Volvió a la sala y le puso a Adele el alcohol en la nariz pero no reaccionaba.
Pensando a mil por hora que hacer tomó la mano de Adele de nuevo y parecía un vil hielo.

Minutos después tocaron a la puerta. Tenía la ventaja de que él doctor era amigo de su padre y su clínica estaba cerca de su casa.
—¿Dónde está?—dijo el doctor.
—En la sala—dijo Simon conduciéndolo hasta Adele.
El doctor se puso a revisarla. Simon lo veía desde una distancia adecuada, pudo ver la cara de asombro del doctor al ver a Adele.
—¿Pero qué le pasó a esta chica?—dijo el doctor quitando la bufanda de Adele por completo. Simon se percató de que frunció el ceño al descubrir los moretones del cuello.
—No estoy muy seguro, creo que su marido es el culpable de todo eso—dijo Simon viendo fijamente a Adele, conteniendo el enojo contra su esposo y la desesperación de que Adele no despertara.
—Si es así creo que tendrían que hacer algo al respecto—el doctor sacó un estetoscopio de su portafolio.
Simon se mordía las uñas. No quería que le pasara nada a Adele. Ver su rostro y su cuello repletos de moretones le dolía en el alma.

•••
—Eres un tonto—dijo Adele con el ceño fruncido y los dientes apretados.
—Jajajajajajaja sabes que no lo hice a propósito—dijo Simon dándole la mano a Adele.
—Pues te veías muy dispuesto a tirarme. ¿Quieres matarme o qué?
—Jajajaja no seas exagerada, a lo mucho te sale un moretón.
—¡Un moretón enorme! Me duele Simon.
—Yo solo te empujé tantito, tú sola te tropezaste.
Ambos se sentaron en las escaleras de afuera de la casa de Adele. Ella se levantó un poco el pantalón y revisó los daños. Tenía un pequeño moretón en la pierna.
—¡Mira lo que hiciste!—dijo y le dio un empujón.
—Jajajaja lo siento lo siento—Simon la abrazo—. ¿Cómo rayos te salió un moretón tan rápido?
—Mi piel es muy sensible al parecer—dijo Adele separándose un poco de él—. Además me golpeé fuerte por tu culpa.
—¿Algún día me perdonarás?—dijo Simon riendo.
—Tal vez—dijo Adele simulando indignación—. En un futuro lejano.
—Jajajaja estas loca—dijo abrazándola de nuevo, Adele sonrió—. Ven, pongamos un poco de ungüento en ese golpe, que tal que te mueres por un moretón.
—Eres un idiota—dijo Adele riéndose y entraron a su casa.
•••

—¿Simon?
Simon salió de sus pensamientos. Tenía la vista fija en Adele.
El doctor tenía el estetoscopio en su brazo y le tomaba la presión.
—¿Disculpa?
—Tu amiga presenta un caso de enfriamiento, hipotermia severa...
Simon vio a Adele con más detenimiento y se percató de que estaba temblando. De repente Adele movió su cabeza un poco y abrió los ojos. Simon sintió un alivio muy pasajero.
—Si...m—comenzó Adele con voz temblorosa e inaudible.
—Tiene muy baja la presión—dijo el doctor—. Y tomé su temperatura y tiene treinta y tres.
—¿Voy por una manta?
—Creo que podía ayudar un poco—dijo el doctor.
Simon subió a su habitación dando grandes pasos, abrió la puerta y se dirigió directo al ropero para sacar otra cobija. Antes de salir vio al pequeño dormido en la cama, se sorprendió de lo mucho que se parecía a Adele, de lo hermoso y tranquilo que era, y de lo rápido que pasaba el tiempo. Nunca se había imaginado a su loca mejor amiga con un hijo. Dejando la melancolía atrás bajó de nuevo a la sala, cubrió a Adele con la cobija y tocó su frente de nuevo, seguía helada.
—¿Qué estaba haciendo antes de que llegara?—dijo el doctor viendo a Simon.
—Estaba caminando por la calle y solo traía un pequeño suéter. Iba muy rápido, después subió a mi auto y vinimos aquí. Se veía agotada.
—Pues eso es lo que tiene justamente, aparte del enfriamiento por la presión puedo asegurarte que está en un estado de agotamiento. ¿Ha pasado por estrés o tiene alguna enfermedad que...?
—Estaba bastante estresada cuando subió a mi auto.
—Pues es eso exactamente. Estará bien... Solo hay que dejar que descanse, que duerma un buen rato, hay que cubrirla mejor, que se tome un té bien caliente, un baño con agua caliente y le recetaré una pomada para esos horribles moretones que creo que es lo que más me preocupa.
—Si lo sé—dijo Simon triste y enojado a la vez.
Fueron interrumpidos por el teléfono. Simon contestó.
—¿Hola?
—¡Simon! Soy Laura. Escucha me acabo de enterar que Adele está...
—Conmigo.
—¡Déjame terminar! Adele... Espera. ¿Está contigo?
—Si, estamos en mi casa pero hace un momento se desmayó y ahora están...
—¿Dónde vives?
—En la calle Brick Lane, 221...
—¡Adiós!—dijo Laura rápidamente y colgó.

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