Capítulo 16

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Tengo que dejar de llorar, tengo que dejar de llorar y ser fuerte. Mi mente sabe perfectamente que no tengo por qué llorar. Es su trabajo, ayudará a personas que lo necesitan y yo debería de estar feliz por eso. Pero mi corazón está hecho un desastre porque sabe que no tendré sus besos y sus abrazos en un mes. Además tampoco debería llorar porque volverá... Esta vez no es como cuando se iba a Estados Unidos y creí que no lo volvería a ver nunca. De hecho esta despedida me recordó a cuando éramos unos niños y nos despedimos. Ese día sí que lloré.

•••
Las cortinas de mi casa color beige están cerradas. Siento una especial tristeza porque así no entra la hermosa luz del sol a la sala y la penumbra me hace sentir bastante triste. Pero en realidad las cortinas no son las culpables de mi tristeza, yo las cierro todos los días después de que mi madre las abre, bueno, solo la de la sala, porque así no veo la casa de Simon.
No puedo creer que se vaya a ir, mi mejor amigo está a punto de irse para siempre así sin más. Me siento enfadada, triste y desesperada por la impotencia de no poder hacer nada para impedirlo.
Hoy es su despedida y no pienso ir. Mi plan desde que me dijo que se iría es alejarme de él y así no me dolerá tanto su ida. Además no voy a soportar verlos a todos despidiéndose, eso solo romperá aún más mi corazón.
—Adele ¿quieres comer? La sopa esta lista. No hueles el delicioso aroma de tu sopa favorita—dijo mi madre.
—La pequeña mujercita esta triste—dijo mi padre sentado en el sofá mientras leía el periódico.
Yo estaba sentada en la ventana con las cortinas beiges rozando mis rodillas. Volteé a ver a mi madre.
—No tengo hambre mamá, gracias—dije y volví a bajar la mirada.
—Vamos cariño... ¡Oh espera! Hoy es la despedida de Simon ¿cierto?
Al escuchar esa frase me derrumbé. No dije nada, solo empecé a soltar lágrimas.
—Creo que acabas de abrir el grifo de lágrimas—dijo mi padre.
Sentí los brazos de uno de los dos rodeándome. Sé que es mi padre por su aroma pero no quiero abrir los ojos para dejar salir más lágrimas.
—Lo siento cariño—dijo mi madre.
—Ven aquí—con su gran fuerza mi padre me cargó como una niña pequeña hasta el sofá.
—¿Por qué no vas?—dijo mi madre limpiándome las lágrimas—. No podemos hacer nada para detenerlos, nosotros intentamos con sus padres que también son nuestros amigos pero no podemos hacer nada.
—Aprovecha que está aquí, no sigas desperdiciando el tiempo mujercita—dijo mi padre tomándome la mano.
—No...—dije en pleno llanto—. No quiero verlo des...despidiéndose de todos. Yo... Quiero...—pero ya no pude seguir por el llanto.
—Mira te propongo algo—dijo mi padre poniendo su mano en mi rodilla—. Qué tal si comemos la deliciosa sopa que tú madre preparó. Te limpias las lágrimas y sales a verlo antes de que se vaya.
Me quedé en silencio intentando calmarme, solo asentí porque no quería hablar.
Mi padre siempre encontraba la solución para todo.
Mi madre me dio un abrazo y se levantó. Mi padre me dio la mano y ambos fuimos al comedor.
Después de una comida llena de conversación sobre la partida de Simon y sus padres me levanté y corrí a mi habitación.
Busqué en mis cajones alguna caja pequeña o bolsa pero no encontré nada. Tomé un papel y la fotografía de mi buró. La envolví en el papel improvisadamente, la metí al bolsillo de mis pantalones cortos y salí.
—Animo hija—dijo mi madre antes de que saliera.
Animo...claro... ¡Ánimo tu mejor amigo está a punto de irse para siempre!
Bajé las escaleras mientras preparaba algo que decir.
"¡Hey! ¿Cómo estás? Yo he estado bien solo... Un poco enferma, perdón por llegar tarde pero... Estaba en mi casa lamentando tu partida y creo que es más cómodo lamentarla ahí que aquí con muchas personas que me verán llorar y..."
Ese pensamiento me hizo detenerme justo frente a su puerta. No toqué el timbre, no hice nada más que quedarme como una tonta viendo la puerta color vino frente a mi. Di tres pasos hacia atrás y corrí de nuevo a mi casa.
No puedo hacerlo, no puedo hacerlo.
Me quedé sentada en las escaleras de la entrada de mi casa. Sintiendo el viento en la cara con esa brisa característica del Río Lea, sintiendo la foto en mi bolsillo. Iba a sacarla justo cuando un taxi se estacionó frente a la casa y los padres de Simon salieron con enormes maletas. Los vi mientras subían todo. La madre de Simon me vio, me dedicó una sonrisa triste y me saludó con la mano. La imité y me volteé a otro lado. No quería ver cómo se preparaban para irse. Recargué mi cabeza en mis manos y me puse a ver el río que estaba a unos cuantos metros.
Entonces la curiosidad me mató y volví a desviar la mirada hacia la escena de los padres de Simon pero esta vez Simon estaba ahí. Parado con una maleta a su lado viéndome fijamente. Sonrió, volteó a ver a sus padres y después de tener aprobación corrió hacia mi.
Vamos Adele solo intenta no llorar.
Hablamos un poco, le di la fotografía y me abrazó. Ahora sí las lágrimas eran imposibles de retener pero estaba haciendo el esfuerzo.
Cuando vi que el taxi daba la vuelta, alejándose, llevándose a mi amigo ahora sí me eché a llorar.
Mi madre salió rato después. Se sentó a mi lado y me abrazó.
—También los extrañaremos Adele—dijo sobando mi espalda—, los extrañaremos mucho.
No dije nada. Solo me acerqué más a ella y me puse a llorar aún más.
•••

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