Capítulo 13

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—Aquí está el té—dijo mi madre entrando a la habitación. Simon se separó de mí y bajo la mirada, creo que pude ver cómo se sonrojaba.
—Gracias madre—dije sonriendo. Aún estaba encantada con el pequeño beso.
Mi madre dejó la bandeja con la taza a un lado de mi. Simon se puso de pie con Angelo en brazos y me vio sonriendo.
—Lo dejaré en su habitación—dijo evitando mi mirada.
—Gracias—dije también sin verlo a los ojos. Además de que el collarín me lo impide.
Mi madre se sentó en la cama y le puso azúcar al té.
—¿Quieres que le ponga dos como siempre o ya tienes bastante dulzura en tu boca?—dijo viéndome con una sonrisa cuando salió Simon de la habitación y nos dejó solas.
—Mamá...—si tan solo el collarín no me impidiera mover mi cuello habría bajado la vista pero como no puedo hacerlo solo cerré mis ojos y me recargué en la cabecera.
—¿Qué? Yo no estoy diciendo nada.
—¿Qué viste?—dije volteándola a ver con dificultad.
—Nada si tú quieres—me dio la taza de té y me guiñó el ojo.
Lo único que hice fue sonrojarme aún más.

•Narrador normal•

—Vamos campeón—dijo Simon entrando a la habitación de Angelo.
Había varios juguetes regados por el suelo. Recordó cuando ayudó a Adele a armar la cuna y los muebles. Ahora sí parecía una auténtica habitación de bebé.
Las paredes tenían las calcomanías que Adele había mencionado y había un monitor y muchas cosas de bebé.
—Te pondremos en tu cuna—dijo Simon dejando a Angelo. Angelo se sentó y con su mano en la boca volteó a ver a Simon con una mirada suplicante.
—¿Qué sucede? ¿No quieres estar en tu cuna? 
Angelo dejó de chuparse la mano y gateo hasta chocar con los barrotes de la cuna. Simon bajó la mirada y vio lo que llamaba la atención de Angelo. Un pequeño oso con una playera que tenía un balón de futbol dibujado.
—Daaaa—dijo Angelo sacando su manita e intentando alcanzar al oso.
—Oh...—Simon se agachó y le dio al oso—. Ten pequeño.
Angelo empezó a hacer ruiditos de felicidad y empezó a gatear en su cuna olvidándose de la existencia de Simon.
Simon se quedó observándolo un buen rato. Pensando en lo hermoso que estaba el pequeño y en lo mucho que se parecía a Adele.
Aquella única vez que había visto a Alex se percató de que el pequeño no se parecía nada, o tal vez tenía algún parecido con él antes de que destrozara por las drogas. Ese pensamiento lo invadió de tristeza. El pobre Angelo no puede estar con su padre porque es un peligro para él. No podrá jugar al futbol ni experimentar la sensación de ser amado por su padre.
Simon pensó en la relación que tenía con su propio padre y le dio tristeza al saber que Angelo no tendría la oportunidad de saber lo que se siente.
Entonces algo invadió su mente. Él quería mucho a Angelo y la idea que estaba en su mente lo hizo sonreír.
—¿Te gustaría que fuera tu padre?—dijo Simon susurrando.
Se imaginó todo. Los juegos con la pelota, verlo aprender a caminar, verlo dormir todas las noches.
Nunca había pensado en tener un hijo y se sorprendió por todo lo que estaba pensando.
Además de querer mucho a Angelo, estaba inmensamente enamorado de Adele, tan hermosa, frágil pero a la vez fuerte e inteligente y talentosa y graciosa.
Salió de sus pensamientos y se fue a la habitación de Adele otra vez para ver si necesitaba algo.
Antes de entrar se detuvo al escuchar que Adele lo nombraba mientras hablaba con Penny.
—Simon es muy lindo conmigo. Se lo pedí porque me siento mal y solo me dio un beso rápido. No creo que signifique que esté enamorado de mi—dijo en voz baja, como intentando que Simon no la escuchara. Pero había sido en vano, Simon estaba escuchando todo.
—Yo pienso que si siente algo por ti...—dijo Penny.
—¿Afecto? Yo siento afecto por él.
—Oh por favor Adele no te hagas...
—En serio mamá. Ha sido mi mejor amigo desde que era una pequeña, tú lo sabes muy bien.
—Si tienes razón pero...
—Y me está ayudando. Y se lo agradezco infinitamente pero sigo preocupada por mi estado civil ¿me entiendes?
—Si...
—Esto me pasó por su culpa—dijo refiriéndose a Alex—. Al ver la casa y pensar en él...me fui por completo y me sucedió esto—Simon se percató del temblor en su voz—. No sé qué hacer mamá...
—Creo que deberías relajarte un poco. Sé perfectamente que tienes que sepárate de él pero piensa en que ya estás lejos. Puede que sigas casada pero él no te correspondió, no estás con él y si besas a Simon no estás haciendo nada malo. Te mereces ser feliz. Tu hijo se merece verte feliz.
—Mi hijo se merece seguridad y no estaré tranquila hasta que eso sea lo que tenga. Mientras esté casada con Alex mi hijo no está seguro. Tengo miedo de que un día me lo encuentre en la calle y quiera hacernos algo.
—Y yo creo que por eso necesitas darte cuenta de que Simon te quiere y tú a él. ¿Qué mejor que ir por la calle acompañada y segura, que sola y desprotegida?
—Tengo que aprender a cuidarme por mí misma. ¿No fuiste tú la que me dijo que la independencia es lo mejor?
Penny se quedó callada. Su hija entre sus múltiples características tenía la de ser muy terca.
Simon después de escuchar la conversación estaba indeciso entre entrar o no entrar. Eligio la primera. Entró con una sonrisa en el rostro.
—El pequeño Angelo ya está en su cuna jaja.
—¿Se durmió?—dijo Adele volteándolo a ver lentamente por el collarín.
—No no, está muy despierto. Está jugando con un osito.
—Ese osito le encanta—dijo sonriendo. Le dio un sorbo a su té y volvió a dejarlo en la charola. Se recostó de nuevo y cerró los ojos.
—¿Cómo te sientes?—dijo Penny acomodando el cabello de Adele bajo la venda.
—Me duele la cabeza, nada grave.
—El doctor le recetó unas pastillas para el dolor. Si gustan puedo ir a comprarlas y...
—No—dijeron ambas al mismo tiempo.
Adele no quería que Simon se fuera y Penny tampoco.
—Yo iré Simon. Le daré su biberón a Angelo e iré por las medicinas.
—Si gusta yo le doy el biberón. Déjeme ir por él—dijo Simon saliendo de la habitación. Le entusiasmaba darle de comer a Angelo por lo que había pasado por su mente hace unos minutos.
Adele sonrió al ver el entusiasmo de Simon.
—Muy bien...—dijo Penny—. Iré por las pastillas. No me tardo.
—Gracias mamá.
Penny le dio un beso en la frente y salió de la habitación. Le dio el biberón de Angelo a Simon y se fue a comprar la medicina.
Simon entró de nuevo a la habitación de Adele, ahora con un pequeño ansioso por tomar su leche.
—Muy bien... Hagamos esto—dijo Simon sentándose al lado de Adele.
—Si quieres yo sé lo doy. No creo que me duela...—dijo Adele mientas se sentaba bien pero el dolor hizo que dejara de hablar.
—Yo creo que si te dolerá jaja. No te preocupes, yo lo hago.
Simon recostó a Angelo en sus brazos a lo que no tuvo ninguna oposición porque Angelo estaba hambriento.
Simon abrió el biberón y se lo dio a Angelo.
Le entusiasmó la idea de que lo había hecho bien sin ayuda.
—Sabes lo que haces—dijo Adele sonriendo.
—¡Ja! Soy un genio, como no iba a poder...—pero Angelo atragantándose interrumpió su discurso.
Simon asustado le quitó el biberón.
—Jajajajajajajajaja con cuidado señor genio—dijo Adele.
—Lo lamento—dijo Simon apenado.
—Levántalo un poco más y pon el biberón de esta forma—dijo Adele ayudándolo.
Simon siguió sus instrucciones.
—Perfecto—dijo Adele sonriendo.
—Oye es difícil—dijo Simon viendo a Angelo.
—Si pero siete meses de hacerlo diario te dan práctica y habilidad jaja.
Adele volvió a recostarse pero se puso en una posición que le permitiera ver a Angelo y a Simon. Le dio mucha ternura la idea de Simon alimentando a Angelo. Sonrió mientras los veía.
—¿Así se siente ser padre?—dijo Simon sonriendo.
—Si... Así se siente—dijo Adele y desapareció su sonrisa al pensar en que Alex nunca lo había sentido. Nunca había alimentado a su propio hijo ni le había demostrado su amor.
¿Lo querría acaso?
Esos pensamientos le dieron ganas de llorar así que cerró los ojos.
Simon volteó a verla y la vio recostada con el ceño fruncido.
—¿Te duele?—dijo Simon preocupado.
—Si—dijo Adele con voz temblorosa y maldijo su collarín por impedirle asentir y obligarla a hablar.
—Quieres llorar—dijo Simon levantando a Angelo que ya había terminado.
—No...—dijo Adele con la voz más impregnada de llanto que de otra cosa.
—Adele... ¿Quieres que te traiga algo? El doctor dijo que también podías aplicar hielo.
—No no...así está bien—dijo tragándose el nudo en la garganta—. Solo tengo que descansar un poco—dijo sin abrir los ojos. Si lo hacía las lágrimas la delatarían.
—Esta bien. Peanut y yo iremos a su habitación. Cualquier cosa me hablas. Duérmete—Simon pensó en darle un beso en la mejilla, pero decidió solo levantarse e irse. No era el momento.
Cerró la puerta con cuidado y se dirigió a la habitación de Angelo.

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