Capítulo 4

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—Para cuando se había dado cuenta se encontraba ahí, en su solitario apartamento, en el lugar donde pasaba la mayor parte de su tiempo, además de la escuela y las clases de lenguaje de señas. Tomó una bocanada de aire y luego exhaló, mientras dejaba caer todas sus pertenencias al suelo. Había huido, una vez más.

Era curioso, como el destino cambiaba de una manera tan brusca, cuando él se encontraba en primaria burlarse hubiese sido su primera reacción al ver a Nagisa tratar de huir, justo como él lo había hecho hace unos minutos atrás, pero claro, aquél era el otro Karma.

El Karma despiadado, sin corazón y escrúpulos; maldad aquella palabra no le llegaba ni a los pies, aquel niño el cual era el demonio en persona. Mordió sus labios fuertemente, masajeando su sien y sintiendo su corazón latir desbocado, se dejó caer al suelo mientras apoyaba todo su peso contra la puerta. Aquello solía ocurrir a menudo, su conciencia no le dejaba respirar, y el hecho de que viviera completamente solo, avivaba más la posibilidad de un desastre, aunque no es como si a sus padres les importara mucho lo que sucediera con él.

Karma había sido un idiota en el pasado, aunque nunca pensó que el destino le jugara tan sucio, se sentía miserable, perdido en un mundo lleno de hipócritas sonrisas y falsas ilusiones.

Trato de calmarse, respiró lentamente mientras trataba de ponerse de pie. Ni siquiera el mismo sabía muy bien qué era aquella sensación de angustia que le acompañaba a diario, desconfianza, pavor, tenía miedo, quizás le temía herir a alguien más o quizás que le hicieran daño a él mismo, no estaba seguro, puede que a ambas.

Como pudo logró ponerse de pie tambaleante, se dirigió hacía su habitación y se deshizo de su uniforme dejándolo abandonado en alguna parte del pequeño cuerpo, tomó una camisa y unos jeans y salió una vez más a la calle, sinceramente no es como si fuera su mayor deseo, sin embargo tenía que asistir a sus clases, porque sin el lenguaje de señas, nunca podría entender a Nagisa, y aquello era lo que más deseaba en el mundo.

Se encaminó hacía sus clases, rodeado de "x" se desplazaba con rapidez por las transitadas calles de la ciudad, mientras mantenía a su mente despejada con cualquier tipo de cosas.

En cuanto a Nagisa aquella era otra historia, su vida había cambiado al mil por ciento, su audición había empeorado, eso sí, sin embargo había logrado asistir a una nueva escuela diferente a la que asistía en primaria, las personas ahí eran amables, demasiado para ser verdad, había hecho varios amigos y sus notas eran bastante altas, no se quejaba, su vida era llanamente feliz, por más que su madre estuviera un poco (bastante) desquiciada, pero aquello era lo de menos.

Tomó asiento justo al lado de Kayano, quién le sonrió inmensamente. Kayano Kaede, aquella era una de las pocas personas que le había brindado su apoyo desde primaria, se sentía más que agradecido, ya que mientras los demás tan solo se preocupaban por jugarle crueles bromas y golpearle en incontables veces Kayano había decidido convertirse en su amiga, y lo había logrado sin mucho esfuerzo. A mediado de años del primer año de primaria Kayano había comenzado a estudiar lenguaje de señas, ahora era toda una experta, le agradecía a todos los dioses que si quiera una persona se halla preocupado por aprender lenguaje de señas para hablar con él, además de sus padres y familia, claro está. Kaede era la chica más maravillosa del mundo.

—¿Qué te parece si después de clases recorremos el centro comercial un rato? ¡Eh escuchado que hay montón de nuevas tiendas!—Alargó Kayano en lenguaje de señas, Nagisa simplemente asintió felizmente. Tenía bastante tiempo sin salir por ahí a perder su tiempo y distraer su mente sinceramente le haría bien, y más en aquella época cuando los exámenes estaban a punto de llegar, divertirse un poco antes de la época de exámenes era lo mejor.

Una silenciosa vozDonde viven las historias. Descúbrelo ahora