Epílogo

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Después de varios años, Jeff al fin pudo cumplir su más ambicioso sueño: conseguir que Petite haga en su caja de arena. ¡Ah! Y conseguir ser un reconocido director de pasarelas.

Hace siete años, la oportunidad que tanto había ansiado se le presentó de la manera más inesperada:

Era un doce de agosto, el sol brillaba a todo dar, la brisa apenas lograba refrescar el cuerpo por un momento y, para colmo, el aire acondicionado del edificio estaba en mantenimiento.

En ese día, un acalorado Jeff camina hacia la puerta con el torso desnudo y empapado de sudor.

—Será mejor que no hayas perdido tus llaves otra vez – dice el castaño, con los ojos cerrado producto de la inmensa sensación de sueño a causa el calor.

— ¡Esta vez no es mi culpa, Osito se la llevó la última vez que vino!

— ¿Por qué sigue saliendo con ese tipo? — pregunta Jeff con el único objetivo de fastidiar.

—Porque me ama, es guapo, tiene sentido del humor, trabajador, dulce y lo más importante: entiende mi obsesión con el yaoi. ¿Qué más podría pedir?

— ¿Él entiende tu enfermedad? — pregunta Jeff escéptico para luego soltar una risa burlona —. Wow, sí que debe amarte ese chico para soportar horas y páginas de romance gay.

—Mira quién habla — contesta alzando una ceja y cruzándose de brazos.

—A ver, déjame explicarte — dice Jeff acercándose —. Yo soy un verdadero gay — expone, señalándose con el índice —. Uno normal y muy atractivo. Por otro lado, en tus historietas, los gays son todos unos afeminados con síndrome de Estocolmo, que se sonrojan hasta cuando le tocan el aura y con pezones hipersensibles que le ganan a los de Anastasia Steele.

—Da igual, es hermoso — contesta restándole importancia —. Solo vine para recoger algunas cosas, me quedo en lo de Charlotte* hoy.

— ¿Y por Charlotte te refieres a Charlotte, verdad? ¿Verdad que no te vas a escapar a la casa del Osito ese, no es así? — pregunta Jeff.

Su prima, Gigi, pone los ojos en blanco.

—Sí, me voy a quedar en la casa de Charlotte – miente pero sin perder la compostura tras haber sido descubierta y pensando en cómo le diría a su amiga que irrumpiría en su residencia esta noche —. ¿Acaso no confías en mí?

—No — responde con franqueza su primo.

—Malvado.

—Ouch — se hace el dolido el castaño colocando una mano sobre su pecho y poniendo una exagerada expresión de dolor.

—Idiota.

—Querrás decir: Gracias primo amado por evitar que quede embarazada.

— ¡Hay cállate ya te dije que aún no lo he hecho! — replica Gigi, avergonzada.

Jeff solo se ríe al ver a su puritana prima ponerse roja.

—Ya, ya, loquilla. Te dejo en paz – dice él desordenando el cabello de la joven.

— ¡Al fin! — responde esta alzando las manos al cielo y caminando hacia su habitación, en la cuál dormía desde hace dos años.

Jeff se ríe y va a la cocina a por un vaso de agua helada pero su plan se arruina al escuchar, nuevamente, el sonido del timbre.

— ¿Y ahora qué? — reniega.

Como respondiéndole, el timbre vuelve a sonar.

— ¡Ya va! ¡Ya va! — grita Jeff gruñón regresando hacia la puerta y abriéndola.

COLISIÓN - Homoerótica [EN EDICIÓN]Where stories live. Discover now