Pasión en Italia

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JEFF:


El viaje a Milán ha sido increíble pero también agotador. Desde un inicio todo fue sorpresas por doquier: la propuesta de Drew de acompañarle al viejo continente, la aparición de Terry, nuestro reencuentro, el conocer a Jack, la confesión de Drew, mi despedida con Terry, el conocer a Pietra, etc.

Me dolió decirle adiós a mi amor del pasado, pero eso es lo que éramos: pasado. Las cosas mejoraron un poco cuando me aseguró que estaba viajando y que nos volveríamos a ver cuando regrese. Tal vez no tendríamos la mejor relación ahora, pero definitivamente no lo quería lejos de mí, por muy egoísta que fuera. Aunque tampoco soy un mal nacido que solo piensa en sí mismo, sé que tengo que darle su espacio y lo único que puede ayudarnos ahora es lo mismo que nos separó: el tiempo.

Al terminar el desfile, que por cierto estuvo grandioso, vinimos al hotel y me dio tiempo para poner las cosas en perspectiva. Es muy diferente ver una sesión de fotos que ver un desfile de pasarela; en especial, cuando eres gay y el desfile solo está conformado por hombresotes perfectamente bronceados, ojos divinos, facciones atrayentes y un cuerpo de desmayo. Es cierto que ahora estoy con Drew, pero mirar no cuenta como engañarlo. ¿No? Además, él por sí solo tiene el paquete entero y es todo mío.

Creo que eso sonó muy superficial.

Al cruzar por la puerta de nuestra suite sentí como mi estómago gruñía y las ganas que tenía de bañarme. No lo pensé dos veces y me desvestí encerrándome luego en el baño que, por cierto, es magnífico. La ducha es tan espaciosa que podría meter a seis jugadores de football y aun así tener espacio, y además, de esa hermosa ducha cascada, estaba la bañera con hidromasaje. Esa era la diferencia entre una habitación doble y una suite. Y amaba ese contraste.

Estoy metiéndome en la ducha cuando la perilla de la puerta se mueve pero, al haberle puesto seguro después de entrar, esta no cede.

— ¡Jeff abre! — demanda Drew golpeando la puerta.

Lo hago callar y deja de forzar la puerta. Sé lo que está pensando Drew, porque esa movida ya la había jugado en París y es tentadora no lo niego; pero ha sido un día cansado y realmente quiero una larga y revitalizante ducha. Además, tengo un hambre que podría acabarme con el McDonals más cercano y mi estómago seguiría gruñendo. Estoy prácticamente famélico. Una persona con estrés quizá pueda saltarse las comidas pero yo soy el tipo que las personas más odian. Así es, soy de los que tragan (no comen, tragan) y no engordan. Mis padres eran así y bueno, yo heredé este metabolismo rápido. Por ello, muchos modelos (hombres y mujeres) me odiaban porque a veces tenían que disminuir las cantidades de grasa, azúcares y carbohidratos en su dieta y ¡bam! pasaba yo con un balde entero de KFC.

Sip, era el favorito de todos.

Abro la ducha y el agua cae sobre mí, empapándome por completo al ser de tal tamaño. Cojo el jabón que huele a lavanda — mi favorito — y lo deslizo sobre todo mi cuerpo. La calidez del agua me trae vida de nuevo después de que el frío clima, al que hemos estado expuestos, nos haya dejado prácticamente congelados. Una vez que he terminado con mi baño, me siento limpio de pies a cabeza y renovado por completo. Pero aún tengo hambre. Salgo de la ducha rodeando mi cintura con una toalla para cubrir mi desnudez. Escucho que tocan la puerta del dormitorio y esta se abre.

No esperamos a nadie. O eso creo.

Sin poder evitar mi curiosidad, me asomo por la puerta y veo como Drew se despide de una joven con uniforme. Este entra empujando un carrito que tiene el paraíso encima de este. Pese a su pequeño tamaño está bien distribuido, tiene todo lo que yo amo. Cajas y cajas de diferentes marcas de comida rápida están ante mis ojos: Donkin Donut's, McDonals, KFC, Pizza sin marca reconocida — y es que al estar en Italia, la tierra de la pasta, ¿quién se atrevería a pedir pizza americana? — y una botella entera de cola.

COLISIÓN - Homoerótica [EN EDICIÓN]Where stories live. Discover now