Dos*

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"Michael, ¿me estás escuchando?" La voz de Jane vino desde la bocina de su teléfono, causando que Michael suspirara y cubriera su cara con sus manos.

"Jane, estoy trabajando." Dijo tranquilamente, mientras ojeaba sus email y oía el sonido viniendo desde el otro lado de la línea. "Te dije que no llamaras a la oficina a menos de que fuese una emergencia."

"Si respondieras tu celular no tendría que llamar a la oficina." Le espetó ella, Michael trataba de no gritar. Él ya estaba acostumbrado a sus peleas con Jane, pero sabía que pelear en el trabajo sería para nada profesional. "De cualquier modo, ¿oíste lo que dije? Necesito que compres algunas sábanas para el cuarto de huéspedes en Pottery Barn antes de venir a casa esta noche."

"No me iré hasta las cinco, Pottery Barn estará cerrado entonces. ¿Por qué no puedes comprarlas tú? Estás en casa de todas formas."

"No voy a manejar desde Ocean Reef para conseguir sábanas, Michael. Estás justo a la vuelta de la esquina pero claramente no puedes hacer nada por alguien que no seas tú." Michael podía sentir que el enojo inundaba la voz de Jane, lo que significaba que si Michael no ponía una alto ahora, Jane podría convertirlo en un verdadero ataque.

"Está bien, está bien." Gruñó Michael sobando su rostro mientras sus ojos se dirigían hacia la ventana de su oficina, mostrando la vista del Swan River. "Pensaré en algo, pero tengo que colgar ahora. Te veo en casa."

No era secreto que el matrimonio de Michael se estaba yendo abajo. Jane lo odiaba y él la odiaba, pero ninguno de los dos hacía nada por conseguir el divorcio. Jane pensaba que se vería mal entre sus amigos y Michael no tenía la paciencia necesaria para lidiar con aquello. Afortunadamente, él estaba raramente en casa y a ella raramente le importaba. Ella gastaba su día en el gimnasio o arreglándose las uñas o lo que fuera. Estaban demasiado ocupados viviendo sus propias vidas como para pensar en ser una pareja, lo que funcionaba para ambos. En ese punto, Michael dormía más en el cuarto de huéspedes que en el propio suyo.

Suspiró pesadamente, miró al reloj y se percató de que faltaba casi un cuarto de hora para las doce, lo que significaba que Luke saldría pronto a su descanso para comer. Michael no quería usar a Luke para sus deberes personales, pero no podía pensar en nadie más. Claro que ser un miembro menor le daba la libertad a Michael de salir del edificio y conseguir las malditas sábanas, pero estaba realmente ocupado como para dejar de lado lo que hacía y preocuparse por eso.

"¿Luke?" Michael llamó desde su oficina, oyendo el crujido de la silla del rubio antes de verlo entrar en el cuarto con una pequeña sonrisa.

"¿Sí, señor?" Dijo dulcemente. Michael nunca entendió cuán gentil se mantenía Luke a través del día. Para Michael, pareciera que el rubio nunca tenía días malos. Siempre tenía ese suave brillo en sus ojos y esa sonrisa tranquilizadora. Michael envidiaba eso, pero al mismo tiempo, sentía que tenía suerte de tener que ver eso todos los días y se recordaba a sí mismo que estaría bien.

"Siento encargarte esto a ti." Suspiró. "Pero me estoy hundiendo en casos y mi esposa necesita sábanas. ¿Crees que podrías parar en Pottery Barn en tu descanso y tomar algunas, por favor?"

Luke parpadeó un par de veces, su cabeza no procesaba la palabra esposa, pero después ocultó su sorpresa asintiendo y mostrando una sonrisa aún más grande. "Por supuesto, señor Clifford. No se preocupe."

"Muchas gracias." Michael exhaló profundamente, sacó su billetera del bolso de su pantalón y extrajo una de sus tarjetas de crédito. "Eres un ángel; ahora, solo consigue sábanas blancas tamaño queen size o lo que sea."

Luke asintió tomando la tarjeta de crédito de su jefe antes de reír secamente. "No soy un ángel, sólo hago mi trabajo."

Michael pudo ver a Luke yéndose de su oficina, deseando poder llamar al rubio de vuelta y asegurarse de que Luke era definitivamente un ángel. Desde su sonrisa, hasta sus ojos, y cada pequeño detalle de aquel hombre, todo gritaba angelical. Luke era ciertamente atractivo, probablemente la persona más atractiva en la construcción, y no había pasado desapercibido por Michael. Si hubiera un universo alternativo, donde Michael no estuviese casado y Luke no fuese su empleado, Michael habría hecho un movimiento con él desde hace mucho.

Michael podía ver a Luke en su escritorio desde la puerta abierta de la oficina. El rubio estaba haciendo lo mismo que siempre hacía: teclear en su computadora mientras movía la pierna al ritmo de una canción que cantaba sobre su respiración. A Michael le gustaba ver a Luke haciendo eso, de alguna manera hacía que Michael pensara en cosas felices y el estrés de los casos y su matrimonio parecía desaparecer por unos cuantos minutos. Le gustaba el sentimiento que llegaba con cualquier cosa que se tratase de Luke. Era como si a cualquier lugar a donde el rubio fuera, había luz.

"¡Es la hora del almuerzo!" Dijo la familiar voz femenina que se acercaba al escritorio de Luke, sonriéndole extensamente. "¿Estás listo para irnos? Quiero comida Mexicana."

Luke levantó la vista hasta la rubia que tenía por delante. Naomi era probablemente una de las mujeres más hermosas que Luke hubiese visto jamás. Su ondulado cabello rubio cayendo como cascada sobre sus hombros, alcanzando la mitad de su estómago, su flequillo cuidadosamente cepillado y perfectamente en su lugar. No era una mujer delgada, pero Luke adoraba las curvas en el cuerpo de Naomi y como los vestidos y faldas entalladas que usaba complementaban sus anchas caderas y muslos. Luke amaba su confianza y cómo lograba hacer que todo luciera bien, simplemente porque ella se sentía bien.

Él asintió, se levantó asegurándose de llevar la tarjeta de crédito de Michael en su bolso antes de acompañar a Naomi hasta los elevadores. La rubia hablaba sin parar de sus planes de boda y no podía esperar a estar casada el siguiente otoño. Estaba a punto de acabar el invierno, lo que significaba que faltaba un poco menos de un año, pero ella estaba emocionada. Naomi era la única persona en la oficina que sabía del, bueno, secreto de Luke. No era realmente un secreto, pero era algo que quería apartar de la gente de la oficina. Nadie más que Naomi sabía que Luke amaba vestirse con vestidos y faldas, pintarse las uñas y maquillarse.

"Así que, estaba pensando que podríamos empezar a buscar mi vestido la semana que viene, ¿no?" Naomi preguntó a ambos cuando entraron al elevador.

"¿Quieres que te acompañe?" Preguntó Luke sorprendido mientras recargaba su espalda en la pared. Era buen amigo de Naomi, pero no pensó haber llegado al fondo de su corazón como para que le importase lo que pensaba de su vestido.

"¡Claro, duh!" Se rió entre dientes. "He visto tus trajes, Luke, y si hay alguien que puede elegir el mejor vestido de novia, tienes que ser tú." Luke sonrió extensamente hacia ella, amaba la forma en la que ella lo aceptaba. "Además, solo viene mi madre desde Brisbane para ayudarme. Me ayudarás a escoger los vestidos de las damas también, ¿no es así?"

"¡Por supuesto!" Exclamó Luke, saliendo del elevador con Naomi al lado. "Lo que sea por ti."

"Bien." Ella asintió. "Porque ahora eres mi dama de honor."

Secretary • mukeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora