{7.2} They say it's no game

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Parte 2

— ¿Qué lees? —preguntó Graham dejando un tazón de té en la mesita que Damon tenía a su lado. El clima en Islandia era una cosa de locos, se suponía que era primavera pero lucía como invierno y ambos tenían que abrigarse mucho si querían salir, es por eso que se pasaban la mitad del tiempo encerrados, lo cual tampoco era malo, no les interesaba mucho salir a conocer si se tenían a ambos y el tiempo volaba cuando estaban juntos, además, Damon estaba en su mejor momento para componer, y cada vez que llegaba a algo con agrado se lo mostraba a su amigo.

Lo único en lo que podía reparar Graham de todo el asunto, que parecía un panorama ideal, era que Damon se había alejado progresivamente de él y sin dejar de ser el mismo, eran pequeños detalles que le decían que estaba confundido y muy perdido ahora que estaba al borde de finalizar una relación —en cualquier momento, y no se encontraba preparado para enfrentarlo— y la heroína le hacía pasar varios periodos de abstinencia en los que Graham se preocupaba mucho, mucho más que cuando él se encontraba sin alcohol.

— Hermann Hesse —contestó Damon, absorto en la lectura de ese libro de cuentos que había comprado en una tienda de libros antiguos que se encontraba en la localidad.

— Oh, es bueno —opinó Graham calladamente—. ¿Sabes? Hoy quiero salir.

Damon apartó la mirada del libro y pestañeó un par de veces, pensativo.

— Me temo que yo no, quizás mañana...

— Podría ir solo —se miraron durante un momento tenso, entonces Damon se frotó los ojos con una mano y luego la extendió hasta encontrar una de las manos de Graham y apretarla vagamente.

— Sí no es a un bar... —le advirtió sin ánimos de ser fastidioso, sino que sinceramente preocupado de que no pudiera contenerse y volviera a caer en una tras otra copa de su brebaje favorito—. Sé que puedes hacerte cargo de ti mismo —añadió para no hacerlo sentir mal.

Graham sonrió.

— Dames, ¿Crees que podríamos... usar una canción mía en... en el nuevo álbum? —preguntó de pronto, dándole un sorbo a su café.

El vocalista, aturdido e interesado, asintió sin pensarlo.

— ¿Has pensado en algo? ¿Me lo mostrarías? —preguntó entusiasmado.

— Bueno... cuando llegamos de América y estuvimos trabajando en los lados B de The great escape, hice algo... está hecho —explicó.

— ¡Mejor! Anda, muéstrame —insistió el rubio.

— No, no, no estoy seguro de ella aún, me gustaría que escucharas la grabación cuando lleguemos al estudio nuevamente —se negó Graham, Damon dejó su libro de lado, soltó su mano y se cruzó de brazos haciendo un gesto de inconformidad que hizo sonreír al guitarrista—. Vamos, te puedo decir el nombre.

Damon lo miró de soslayo con el ceño fruncido.

— Peor es nada —continuó Graham picándolo con una sonrisita a la que Damon no podía resistirse, así que meneó la cabeza y se rindió.

— ¿Cuál es?

Eres tan genial.

— ¿Yo soy tan genial? —Albarn se vanaglorió alzando una ceja.

Graham rio y se puso de pie.

— Me termino este café y salgo, está oscureciendo y no quiero llegar tan tarde.

SingWhere stories live. Discover now