Parte 3
Era predecible, pensó Damon cuando entró al cuartito en donde usualmente Graham y él pasaban tiempo desde que tenían doce. Ahora siendo adolescentes y teniendo más ocupaciones ambos habían abandonado un poco el hábito, pero ahí estaban nuevamente, solos y juntos, como siempre fue.
Había decidido salir a buscarlo cuando, luego de diez minutos, no volvió a verlo en la fiesta y al observar a su pareja, Halley, vio que esta había decidido charlar con unas amigas como si supiera que no volvería.
Avanzó silenciosamente y se sentó a su lado. Graham abrazaba sus piernas fuertemente y apoyaba su cabeza sobre sus rodillas, estaba nervioso y triste, y había jurado que aquellos pasos tan suaves que había oído eran de Halley.
No quería seguir hablándole.
— Hola —sin embargo, fue la voz de Damon quien lo hizo dar un respingo. Lo miró y lo vio sonreír en la oscuridad, era de noche y la luna hacía que sus ojos brillaran de una forma muy especial. Graham se abrazó más a sus piernas y dio un suspiro casi imperceptible.
— Hola —susurró.
— ¿Qué sucedió? Halley te espera —le informó el rubio.
— Ha... —Graham suspiró otra vez— Pensé que no le tenías mucho aprecio.
Eso es cierto, pensó el mayor pero como no tenía ánimos de ser pesado con Graham tuvo que aclararse la garganta para contrarrestarlo.
— Escucha... no lo sé, me preocupaba por ti, sé que... que no has salido con muchas chicas y ella... no lo sé, yo... —¿Cómo poder explicar lo horriblemente celoso que me he sentido este último tiempo disfrazando el sentimiento de otra cosa? se preguntó el adolescente, comiéndose la cabeza para continuar sin trabarse.
Graham estaba confundido, no podía pensar bien, lo que le había dicho Halley se repetía una y otra vez en su cabeza y ya estaba comenzando a dolerle, no sabía nada, y para variar se estaba distrayendo mucho al oír los balbuceos sin sentido de Damon...
¿Balbuceos sin sentido? ¿Damon balbuceando sin sentido? ¿Acaso estaba nervioso? ¿O mintiendo?
Halley podía tener razón. Su corazón saltó y comenzó a latir muy fuerte.
— Damon —lo interrumpió en voz baja, temiendo que alguien los estuviera escuchando, perturbado. Se había dado cuenta, en un momento de valentía instantánea, que podría decirle lo que le sucedía a su amigo, que tenía una pizca de esperanza de que respondiera positivamente, que al decirle se sentiría libre y volverían a ser los mismos de siempre, que no lo perdería.
Pero cuando Damon paró en seco y lo miró directamente a los ojos todo se derrumbó, el azul con la luna reflejada en él succionó toda su esperanza, toda.
Y se arrepintió, se arrepintió aunque se estuviera ahogando con todo lo que tenía que decirle.
Sus ojos comenzaron a llenarse de lágrimas, seguramente Damon lo rechazaría y nunca más volvería a hablar, seguramente lo empujaría y lo llamaría marica; muchas cosas pasaron por su cabeza y ninguna de esas era buena, tenía que enfrentar la realidad, y la realidad era que no podía decirle lo que había comenzado a sentir hace casi un año porque al hacerlo lo perdería para siempre. Estaba comenzando a temblar. Damon sintió que su corazón se estremecía al verlo así ¿Qué estaba ocurriendo?
