21 | Feliz cumpleaños.

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El hombre asiente con la cabeza. A continuación, esboza una sonrisa burlona.

—No tienes ni idea de cuánto. —Recorre la distancia que nos separa y me pasa los dedos por debajo de los labios—. Tu madre también se maquillaba fatal.

Ante su ataque, suelto una bufido y le golpeo los brazos para que se aparte. Mi padre sale del recibidor, riéndose entre dientes. Decido ignorarlo para centrarme en mi teléfono, que está volviendo a sonar. Kira acaba de mandarme una fotografía de sus pintalabios porque no sabe cuál de todos aplicarse. Ruedo los ojos: esto está yendo demasiado lejos.

ABRIL: Ponte uno oscuro y listo. No le des más vueltas.

Su respuesta llega de manera automática.

KIRA: ¿Bromeas?

KIRA: Eso es una idea terrible.

KIRA: Le dejaría la boca roja a Wesley durante una semana.

Hago una mueca. Desde que escuchó las insinuaciones de Érica, y aunque afirma no habérselas creído, mi alumna ayudante hace mucho hincapié en todo el tiempo que pasa besuqueando a mi mejor amigo. Al principio no me molestaba, pero últimamente sus comentarios son tan desvergonzados que me hacen sentir incómoda.

No necesito que me dé tanta información.

Estoy a punto de escribir una respuesta, cuando ella añade:

KIRA: Al final he decidido no ponerme pintalabios. Si me lo preguntas, creo que tú deberías hacer lo mismo.

Enarco las cejas.

ABRIL: ¿Yo?

KIRA: Bueno, así le darías una sorpresa al cumpleañero. Ya sabes a lo que me refiero.

De inmediato, noto cómo se me colorean las mejillas. Dejándome llevar por la vergüenza, escribo una respuesta negativa en mayúsculas antes de bloquear el móvil. Luego, apoyo las manos contra la mesa del recibidor. Kira continúa mandándome mensajes, mas yo los ignoro todos.

Ella no lo sabe, pero llevo una semana ocultándole a Noah la verdad. Después de lo que hizo el lunes pasado, ya puedo afirmar que ha tachado diez apartados de la lista, aunque no he conseguido reunir la valentía necesaria para decírselo. Supongo que se debe a que me asusta no saber qué podría pasar entonces. Tampoco tengo idea de cómo reaccionaría si le dijese que ha cambiado uno de esos puntos a los que tanto me aferro, porque sus planes me gustan más que los míos, y que la segunda regla dejó de importarme hace mucho.

Confesarle eso sería como saltar de mi muralla sin paracaídas, confiando en que no me dolerá llegar al suelo. Me haría entrar en un área de peligro que sospecho que me muero de ganas de pisar. Esto me asusta porque, de no ser por los miedos que todavía nublan mi mente, quizás habría cedido ya. Mis normas han servido para mantener una distancia entre nosotros que me encantaría que disminuyera. Del tirón.

Me mordisqueo el interior de la mejilla. De reojo, veo los números que brillan en la pantalla de mi teléfono móvil. Son más de las diez de la noche, y la fiesta de Noah debe de estar a punto de empezar. Llevo un día entero sin hablar con él, pues hoy no hemos coincidido en el instituto, y las ganas de verle me están consumiendo.

Ojalá tuviese más coraje, porque creo que merece la pena arriesgarse por alguien como él.

Al final decido llevar pintalabios. Sin embargo, de entre todos los que dispongo, elijo el único tono mate porque sé que no se corre con facilidad. Solo por si acaso.

* * *

Unas calles antes de llegar a la nave, ya consigo escuchar el ruidoso tintineo de la música latina que han elegido para la fiesta. Abrazándome a mí misma, pues el frío de octubre me cala hasta los huesos, apuro el paso y miro a mi alrededor. La acera está tan poco transitada que casi me siento aliviada cuando, unos minutos después, diviso el edificio a tan solo unos metros de mí. En el fondo, debo admitir que no me ha resultado agradable tener que venir sola y de noche hasta aquí.

Mi conquista tiene una lista | EN LIBRERÍASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora