Capítulo 1: Una visita en Surrey

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Tomb Raider: El Sello Áureo

Lo primero que hizo, sin darse tiempo a reponerse del agotamiento, fue volver corriendo al lugar donde le había dejado. Su consternación fue tremenda al ver que no estaba allí.

Encontró el cadáver del monstruo, pero allí donde Kurtis había caído sólo quedaba un gran charco de sangre, y en el centro yacía su prodigiosa arma, el Chirugai. Lara lo recogió y entonces el disco empezó a vibrar débilmente en su mano y a tironear de ella.

Lara se incorporó y giró hacia donde el disco la empujaba, y entonces se cerró. Ante ella se abría una oscura abertura.

Lara apretó el Chirugai en su mano y sonrió débilmente. No acababa de entender lo que aquello significaba, porque conocía tan poco aquella extraña magia como poco había llegado a conocer a su portador, pero en su fuero interno supo que a pesar de la gravedad de su herida, estaba vivo, y que la llamaba.

La aventurera se adentró en la oscuridad, siguiendo el camino indicado por el Chirugai, en busca de Kurtis Trent.

Capítulo 1: Una visita en Surrey

Lara se hallaba de nuevo en la Mansión Surrey, después de su agitado regreso de Praga. Estaba como trastornada, de un humor de perros, opinaba Winston. Al fin y al cabo, la policía francesa seguía investigándola por la muerte de Von Croy, no habiendo otro sospechoso de ser el Monstrum... pero parecía que a Lara le traía sin cuidado.

¿Qué iba a decirles? ¿Que el Monstrum era un dúo formado por un ángel caído llamado Karel y un alquimista llamado Eckhardt que tenía como mínimo 800 años? ¿Que ahora los dos estaban muertos y que, peor aún, ella los había matado? No parecía una historia muy convincente. Claro que Winston no necesitaba explicaciones. La conocía de sobra y cualquier cosa que ella le dijera, era verdad y punto. Cosas más extravagantes había oído de labios de aquella que para él más era su hija que la persona para quien trabajaba de mayordomo. Pero ahora parecía estar en otro mundo: se pasaba los días examinando al mínimo detalle aquella extraña cuchilla es forma de estrella que se había traído de Praga, atenta al más mínimo movimiento. Pero el Chirugai estaba inmóvil, apagado. Desde que vibró en su mano indicándole un posible camino, allá en el Strahov, no había dado otras señales. Estaba muerto, y probablemente su amo también.

Pero Lara se negaba a aceptarlo. No porque sintiera algo especial por aquel desconocido, bueno, al menos nada excepto una sensación de lealtad y responsabilidad. Él le había entregado los Fragmentos del Orbe para que acabara con el Alquimista Oscuro, él le había ayudado a escapar, cubriéndole la retirada... le debía, al menos, unas palabras. Tenía que devolverle su arma. Tenía que decirle que la misión de Lux Veritatis estaba cumplida, que sus mayores enemigos ya no existían.

(...)

Un timbre la sacó de sus pensamientos. Saltó de la silla y se lanzó hacia la puerta antes de que Winston, achacado por la edad, pudiera llegar. Cuál no fue su estupefacción cuando se encontró cara a cara con Marten Gunderson, el único superviviente la Cábala, sicario de Eckhardt, que para colmo le apuntaba a la cara con una pistola

- Apártate, Winston.- dijo Lara sin dejar de mirar a Gunderson.

- ¿Dónde está? – dijo el matón.

- ¿Quién? - preguntó Lara, desafiante.

- Tu amigo. El último Lux Veritatis. No está muerto, y tengo que encontrarle.

- ¿Para qué?

- Eso no es asunto tuyo.

- Fuera de mi casa.- dijo ella por toda respuesta, y trató de cerrar la puerta, pero entonces él desvió el cañón hacia Winston.

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