Capitulo 30

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Carla:
Me encontraba de camino al árbol, con los nervios a flor de piel y demasiadas mariposas para mi gusto dentro de mi. Me había pasado todo el día de ayer igual.
Estaba completamente ilusionada y eso me aterraba. La felicidad me consumía sin ningún motivo aparente, pero esta no duró mucho.
Al llegar me encontré al pelirrojo, del cual me había enganchado, con la espalda apoyada en el árbol y sus fuertes manos, que habían estado en mi cuerpo el día anterior,  toqueteando a una rubia de cuerpo escandaloso.
Me quedé paralizada, cerré mis ojos unos segundos, rezando por que fuese una estúpida pesadilla, pero cuando los abrí, me encontré bajo la atenta mirada del pelirrojo.
Le sostuve la mirada durante unos segundos, al tiempo que negaba con la cabeza; antes de dar media vuelta y salir de allí lo antes posible.
¿De verdad esto me volvía a pasar a mi? Dios mío permíteme una sola pregunta: ¿¡Por que me eliges siempre a mi para ser la perdedora en esta clase de problemas!? No sé si lo sabes pero...duele...y no es un dolor que calma con el tiempo, si no uno con el que no te queda más remedio que aprender a convivir. Y el problema, es que yo ya tenía demasiados acumulados. Sentía que en algún momento explotaría.
Llegué al baño, donde me derrumbé después de encerrarme en uno de los cubículos.
La persona fuerte que se veía desde fuera acababa de morir, dejando paso a la persona sensible y solitaria que ocupaba ahora mismo mi alma.
El gran muro que había construido a mi alrededor acababa de ser completamente destruido, pero por la peor causa que jamás hubo existido.
Había sido una completa gilipollas al pensar que podía causar lo más mínimo en él.
¡Pero que ingenua!
No hacía falta si no mirarme bien: una simple chica de cuerpo normal comparada con todas las chicas de escándalo que rodeaban al hombre más mujeriego del colegio. Y esa era otra. Me había molestado en hacer una lista de normas contra el amor para acabar rompiendo la más importante:
NO ENAMORARME DE UN MUJERIEGO.
¿A quien se le ocurría? Claro...a mi, a quien si no.

Después de media hora encerrada en el baño, me calmé un poco, salí del cubículo y me dirijí a los lavabos.
Al mirarme en el espejo agradecí ser una chica sencilla que no se maquillaba sino lo mas mínimo. Me lavé la cara y suspiré. Esperé dentro del baño hasta que volví a ser yo misma.
Menudo día el de hoy.
Salí de allí y caminé hasta la salida, miré por todos lados en el aparcamiento hasta que mi mirada recayó en alguien en especial.
Como no, el maldito pelirrojo, el cual me miraba desde su moto, era el único allí presente.
Parecía estar esperando a alguien. Seguro que esperaba a la rubia teñida que estaba con él en el árbol.
Al parecer hoy nadie se había dignado en venir a por mi. Por lo visto el día iba a mejor...
Comencé a caminar fuera del aparcamiento, intentando controlar mi temperamento y no saltar a la llugular del pelirrojo que me seguía con la mirada.
Al salir de allí, el ruido de una moto frenando frente a mi hizo que me tensara.
Desde lo ocurrido ayer, no podía evitar tener todos mis sentidos a flor de piel.
Subí la mirada, encontrándome con la verdosa mirada del pelirrojo, lo esquivé, bajando mi mirada y pasando de él. Escuché como se bajaba de la moto y como sus pasos se acercaban apresurados a mi. Me tomó del brazo con brusquedad y me hizo girar hasta tenerme frente a él.
-No pases de mi- dijo entre dientes.
-Paso de quien quiero y cuando quiero- le dije con tono autoritario, haciendo que apretara más su agarre, haciéndome daño.
-¿Por que cojones te comportas de esta manera?- preguntó con molestia en su rostro.
-¿Que manera?- pregunté confusa, frunciendo el ceño cada vez más.
-No te hagas la loca, sabes perfectamente lo que digo- parecía que en algún momento su mandíbula se fuera a desencajar.
-¿Sabes? Da la perfecta casualidad de que no sé de que coño hablas y si me haces el favor tan grande de soltarme sería genial. Resulta que tengo cosas mucho mejores que hacer qué perder el tiempo con un imbécil como tú- dije llenándome de rabia.
¿Como se atreve a esperarme después de todo? No creo que tenga la menor idea de lo que me estaba pasando.
Bajó su mano rozando mi piel con la yema de sus dedos. Mi piel se erizó involuntariamente ante su tacto. Este no perdió el contacto visual conmigo en ningún momento.
Crucé mis brazos para disimular un poco, a la vez qué me daba la vuelta y me ponía en marcha de nuevo a mi casa.
Me pasé una mano desesperada por mi pelo, tirando con fuerza de él, completamente frustrada.
Así era mi vida, llena de amores y desamores nunca saciados ni complacidos. Vagando solos por el mundo sin ningún tipo de compañía.
¿Te doy un consejo? No prometas nunca no volver a enamorarte de alguien, no sirve de nada. Dicen que eso no lo eliges tu, que es un elemento de la vida.

Acabando Contigo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora