Capítulo 2.

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No podía dormir. Había llegado a mi casa a las once de la noche y de eso ya hacían unas cuantas horas. No paraba de dar vueltas, el calor era asfixiante y mi mente no dejaba de darle vueltas al asunto. Me sentía culpable, si no hubiera ido a lo mejor no le había pasado nada...

Al final logré dejar la mente tranquila y dormirme, pero pareció que solo pude estar en ese estado unos minutos porque la alarma no tardó en sonar. Yo gruñí. Me moría de sueño, había dormido menos de cinco horas.

Me levanté de la cama despacio, me costaba un moverme, estaba muy cansada y cada paso me costaba un mundo. Me dirigí al armario, me puse una camisa blanca con detalles bordados , unos vaqueros muy ajustados y unas bailarinas blancas con la puntera negra.

La mochila, bueno, en este caso bandolera, la había preparado ayer así que no tenía nada de que preocuparme. Bajé a desayunar, mi padre estaba bebiendo una taza de café mientras leía el periódico.

—Buenos días. —Dije mientras abría el armario para coger la caja de cereales.

—¿Que tal has dormido? —Preguntó mi padre.

—Fatal.

Sutil y directa como una flecha. Pero era cierto, me iba a caer del sueño en cualquier momento.

Saqué la leche y empece a echarla.

—Ya veo. —Mi padre señaló la encimera. No había puesto la taza y toda la leche se había caído a la superficie de mármol, estaba totalmente desparramada, formando un charco que empezaba a ampliar sus fronteras hacia el suelo.

—Mierda... joder. —Exclamé. Fui corriendo a por la balleta y empecé a secarlo.

—No hace falta soltar tacos desde por la mañana.

—Lo se, lo se, lo siento...

Cogí mi taza, eché un puñado de cereales de chocolate, luego llené la taza de leche y comencé a pescarlos con una cuchara.

—Bueno mañana estarás más despejada... Oh y... ¿Has pensado en maquillarte un poco?

—No... —Respondí confusa, no sabía que quería decirme con eso, no encontraba el motivo por el que tendría que hacerlo.

—¿Te has mirado en el espejo? —Preguntó.

Yo empecé a andar hacia el baño, di la luz y cuando me miré... bingo. Una yo totalmente despeinada y con unas ojeras enormes. Parecía que hoy todo estaba en mi contra.

Si no fuera por mi padre habría ido hecha un esperpento, tenía que darle el primer premio a la mejor puya del año.

Saqué mi estuche de maquillaje e intenté taparlas, por suerte me quedó bastante natural, pero iba corta de tiempo y aún me faltaba el pelo. Me peiné a toda prisa y me lo mojé un poco con agua, al final quedé bastante bien después de todo. Bien pero tarde. Me lavé los dientes y me despedí de mi padre.

Salí corriendo hacia el instituto, que por suerte no estaba muy lejos. Todo el mundo había pasado ya y el director estaba en la puerta esperándome. Yo tuve que pararme a respirar un momento antes de hablar. Llevaba un papel en la mano, supongo que con mis datos.

Miró el papel y luego a mi.

—¿Es usted Iris? —Preguntó, pronunciando mal mi nombre.

—Si, pero aunque se escribe Iris no se pronuncia Iris, se pronuncia Airis. Es un error común no se preocupe. —Creo que me estaba liando bastante.

—Gracias por aclararlo. Bienvenida Señorita Welsh.

Abrió la puerta y me indicó que pasara.

Sinners. 《Isaac Lahey》[1]Where stories live. Discover now