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Entré al hospital corriendo con tanta prisa como mi corazón palpitaba dentro de mi pecho en un puño que dolía, con los ojos llenos de lágrimas. Pierdo la compostura y encuentro a Alex en el pasillo. Tiene sangre en el cuerpo. Y está un poco herido. Lo miré confundido.

— Mar...

— ¿Qué pasó? Maldita sea ¿Qué mierda pasó?

Rápidamente el comienza a llorar.

— Intenté detenerlo pero... no pude. — lloró y se cayó rendido al suelo. — Estaba ebrio. Mucho. Y quería llevar a Hanna lejos porque su madre venía a la ciudad.

Me arrodillé hacia el sintiendo las gotas derramarse en mi rostro. .

Escuché su voz con poca fuerza.

— Marian, tienes que saber...El día que Hanna nació, él no estuvo allí y fue el día que perdió a su familia... Es por eso que es un idiota. Y no entiendo por qué Hanna decidió quedarse con él. Yo...intenté que no se la llevara pero me golpeó y obedecí a Hanna. El maldito hijo de puta siempre la manipuló con los sentimientos y luego... Todo sucedió tan rápido, Mariana. Es mi culpa.

El shock del accidente vibraba en mi cuerpo como cuchillas pero aún peor era ver a Alex en tal estado. Yo no tenía idea de esa historia. Hanna nunca me habló de ello. Me arrodillé a su par y nos abrazamos.

Al salir del estado de descompostura, ambos nos pusimos de pie. El tomó mi mano secándose las lágrimas como podía. Me llevó a la sala de espera donde su mamá se encontraba impaciente moviendo su pierna de arriba a abajo. Sentada.

Esperamos por lo que fueron horas. Su madre no me dirigió la palabra en ningún momento. Éramos solo Alex y yo llorando en silencio, sosteniendo la mano del otro. Sé que así como yo amo a Hanna con toda mi alma, Alex se crió con ella y es tan importante para él como lo es para mi.

Finalmente luego de esperar casi una hora y media o tal vez más. Perdí la cuenta del reloj de pared porque estaba demasiado nerviosa.

Un doctor se acerca a nosotros.

Nos ponemos de pie tan rápido como podemos.

— ¿Familiares de Heggins?

Su madre suspira y deja la cartera aun lado. Va hacia el.

— Es un noticia severa así que necesito hablar solo con la familia.

— Está bien. Ellos pueden escuchar. Son parte. — dice cabizbaja.

Me preparo para lo peor.

Nos acercamos y siento mi paso tambaleante, con los ojos enrojecidos y la garganta apretada por el dolor. Mi corazón se vuelve a hundir una vez más al ver la expresión en el rostro del médico.

— ¿Y cómo está? — pregunta su madre, apenas capaz de contener el temblor en su voz.

El doctor suspira profundamente antes de responder, su tono frío y despiadado.

— Lamento informarle que las lesiones de Hanna son graves. Sufrió múltiples fracturas en las costillas, una lesión cerebral traumática y daño en varios órganos internos. Su estado es crítico y las probabilidades de recuperación son muy bajas.

Mi mundo comienza a desmoronarse ante mis ojos mientras escucho las palabras del doctor. Lucho por procesar la brutalidad de la situación, mi cuerpo se siente como si estuviera siendo aplastado por un peso insoportable.

— No puede ser — murmuro y pierdo el equilibrio, Alex me sostiene, luchando por contener las lágrimas que amenazan con brotar de el otra vez.

—¿No hay nada más que puedan hacer? ¿No hay esperanza? — dice el.

El doctor sacude la cabeza con pesar. — Lo siento, pero en casos como este, la medicina tiene sus límites. Todo lo que podemos hacer ahora es mantenerla cómoda y esperar por su recuperación. Por el momento solo pueden verla desde afuera pero en breve le informaremos la entrada. Si es capaz de escucharlos, los sentimientos pueden ayudarla a seguir luchando.

Juro que siento que estoy atrapada en un sueño horrible del que no puede despertar. El mundo a mi alrededor se ha convertido en un apocalipsis de dolor y desesperación. No soy capaz de asimilar la devastadora realidad de perder a la persona que más amo. Y de solo imaginar que está allí con los huesos rotos y los organos perforados...

Cubro mi rostro en mis manos al llorar con una histeria fuera de mi.

No sé cuánto tiempo paso. Lloré tanto que mis ojos estaba entumecidos. Todo lo que veía era la luz blanca sobre mi tan fuerte que podía sentir cómo quemaba mi iris que intentaba mantener los ojos cerrados a veces.

Estaba aquí aún con Alex, esperando a que nos dejarán pasar y nada.

Pasó tiempo suficiente después pero solo su madre pudo verla. Corrí hacia ella con millones de preguntas en la desesperada expresión de mi cara.

— ¿Cómo está?

Ella me mira con una mirada impasible antes de responder con frialdad: — ¿No escuchaste? Dijo que su estado es crítico. Llorar no va a cambiar nada.

Cruzó por mi lado y estoy segura que si no me movía pudo haberme empujado.

Las palabras cortantes de su mamá hacen que sienta una impotencia dentro de mi inexplicable, es como si hubiera sido golpeada en el estómago, sin poder defenderme.

La ira comienza a hervir dentro, alimentada por el dolor.

— ¿Cómo te atreves? —  estallé gritando a su espalda — ¿Cómo te atreves a decir eso? ¡Tu propia hija está luchando por su vida y todo lo que puedes hacer es pararte aquí y ser una insensible! No todos somos capaces de mantenernos tan fríos y distantes como tú. Si no puedes mostrar un poco de empatía, entonces al menos mantén tu boca cerrada!

La mamá de Hanna se detiene en el pasillo y voltea. Parecía que se había quedado sin palabras ante mi estallido.

Caminó hacia a mi y apunto su dedo índice frente a mi rostro.

— Es tú culpa que ella esté en esa camilla.

Mi rostro palideció ante la ferocidad de sus palabras. Se apartó luego de eso.


Mi Dulce HannaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora