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Abrí la puerta del placar y sali rápidamente. Asustada y con el corazón acelerado. Solo quería ver si Hanna estaba bien. Vi el vómito junto a su cama y tapé mi nariz. Sinceramente me dió asco. La ducha ya estaba cerrada y se veían las sombras bajo la puerta de la habitación de alado. Me acerqué un momento y luego decidí no escuchar nada. No me incumbe y por más que quiera ayudar, es probable que Hanna querría privacidad. Así que opté por ir a buscar un trapo , escurridor y un balde para limpiar la pieza.

Ella tardó lo suficiente para que terminara a tiempo incluso la esperé sentada en la cama y hasta rocié un poco de su perfume. Ella entró y al verme se sobresaltó. Al parecer toda el drama le habría dejado perdida.

Mi corazón se hundió dentro de mi pecho cuando ví sus ojos rojos y su cara desganada. Me acerqué rápidamente a ella y la sostuve en un abrazo que correspondió con rapidez. Sollozó pero fue muy corto. Parecía que se retenia. Me alejé para secar sus picas lágrimas y dejé un beso en su cien.

- Ya está. Ya pasó - mi palma se deslizó por su cabello marrón suave. Suspiró profundamente. Se tranquilizó de inmediato. Ella parece ser experta para afrontar esto.

-Estoy bien. - se alejó. - Iré a darme una ducha. Puedes irte a casa.

-¿Qué? No. No voy a dejarte sola, Hann.

- Marion . . . - se sobó la nariz y sonrió - Descuida. Esto no es nada comparado a otras cosas. - movió la mano con desden.

- ¿Qué? - sostuve de su hombros y luego acuné su rostro. - No importa. Ahora estoy aquí y quiero estar para tí - bajó la cabeza. No muy segura de quererme aquí ya.

- Mamá vendrá en cualquier momento y no estará de buen humor si te encuentra aquí. Me da pena que veas estas cosas.

Suspiré - ¿En verdad quieres que me vaya? Si eso quieres lo haré, pero si me permites estaré aquí.

Se acercó y selló nuestros labios en un pico dulce. Me miró con su dulzura característica.

- Estoy bien. Iré más tarde a tu casa si quieres.

La miré memorizado su rostro. Asentí y dejé un beso en su frente. Un beso reconfortante quería creer.

Bajé las escaleras acompañada de ella. Me abrió la puerta. Todo lo que pensé en ese transcurso fue que anhelaba con todas mis fuerzas poder escucharla y saber que estaba pasando, ser su hombro, su pañuelo de lágrimas , como diría Reik pero siento que se abstiene a compartir sus problemas y respeto eso. Aunque me muera por dentro de impotencia.

Cuando llegué a casa mamá miraba divertida algún programa de televisión. Giró su cabeza hacia mi cuando me vio. No tardó mucho en darse cuenta , por mi cara, que algo había pasado.

- ¿Amor? ¿Está todo bien?

Sentí un revoltijo en mi panza. Es horrible saber por todo lo que pasa Hanna mientras a mi me reciben con dulzura en casa. Quisiera poder tomar su vida. Lo juro.

Se encaminó hacia a mi y me contuvo en un abrazo. La situación de mi Hanna me había afectado tanto que comencé a llorar. Mamá me sostuvo todo el tiempo que fue necesario. Fue un llanto silencioso. Solo lágrimas de frustración. La persona que yo quiero sufre mucho.

- ¿Qué pasó? - dijo mamá cuando percibió que ya podía hacer preguntas. Me sobé la nariz y negué. No muy segura de contarle la privacidad de Hanna.

- ¿Peleaste con Hanna? Cariño, me estás asustando.

Pero  ¿Cómo podía negarme al cariño y la contención de mi madre? Si yo sé que no se lo dirá a nadie.

Mi Dulce HannaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora