25. NOCHE. Mejor no levantar sospechas

14 4 0
                                    

El ruido de agua cayendo despertó a Mizar. Por un segundo se sobresaltó, pero luego identificó el sonido de su propia ducha. Entonces le llegó hasta los oídos un canturreo. «Pero ¿qué diablos?», se preguntó. Era una voz masculina: Haldeck. Qué caradura. Se estaba atreviendo a usar su ducha sin ni siquiera pedirle permiso.

Mejor no enfadarse.

Mizar bostezó. Por un segundo recordó todo lo que le había pasado la noche anterior y las comisuras de sus labios subieron hacia el techo. Su vida se había convertido en algo salvaje, pero a la vez emocionante. Se sentía viva. Miró el despertador. No podría ser: había pasado casi veinte horas en la cama.

Esperó pacientemente a que Haldeck saliera del cuarto de baño y, después, abrió la puerta de su habitación. El mercenario andaba por el pasillo con su toalla rosa a modo de falda. Al menos no había tenido que verle el culo.

―Buenos días ―dijo este. Parecía que estaba de buen humor―. Espero que no te haya importado.

―Espero que lo hayas dejado todo limpio.

―Descuida.

De la cocina venía un olor estupendo.

Mizar sacó la nariz y vio a Señor enfrascado en la elaboración de una especie de tortitas. Vaya, parecía que habían tomado el mando de su casa. La sensación no le desagradó del todo.

Entró en el lavabo. Los cristales todavía estaban empañados y la temperatura era un par de grados más alta. Como era muy friolera, le vino bien.

Se duchó y secó el pelo. Por suerte, como lo tenía corto, no le llevó mucho rato.

Volvió a su habitación y se puso un jersey y unos pantalones limpios.

Cuando entró en la cocina, Señor servía a Haldeck las primeras tortitas. Encima de la mesa también había mermelada, miel y sirope de arce. A un lado, una jarra con café. DC4 también se había sentado en una silla y permanecía en silencio.

Mizar se sentó delante de Haldeck.

―¿Cómo va la herida?

El mercenario se levantó el flequillo y dejó a la vista la raya cruzada de grapas.

―Bien, no se ha infectado ni nada.

―Perfecto.

Mizar se sirvió una taza de café. Señor le puso un par de tortitas y se sentó a su lado.

Empezaron a desayunar en silencio, como si lo hubieran hecho toda la vida.

―Es lunes ―dijo Mizar al poco―, hemos dormido una burrada.

―Supongo que lo necesitábamos ―dijo Haldeck.

―La cama es muy cómoda ―añadió Señor.

―Voy a tener que llamar al trabajo, para decirles que no voy.

―Es mejor que vayas ―respondió DC4―. He intentado encontrar el paradero de Alcor, pero no se ha hecho público. Podría estar en cualquier comisaría de la ciudad, incluso en cualquier otra parte.

―¿Qué insinúas?

―Trabajas para el ministerio de defensa. Tienes acceso al archivo central. Puedes averiguar dónde está.

―¿Y si me pillan?

―Tendrás que correr ese riesgo ―dijo Haldeck―. Eso es lo que significa vivir al margen. ¿Vas comprendiendo?

Mizar asintió.

―Y vosotros, en el mientras, ¿qué haréis?

―Rezar por ti ―dijo Haldeck, luego soltó una risotada.

Bajo un cielo artificialWhere stories live. Discover now