23. NOCHE. Largarse de aquí

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Mizar, Haldeck, Señor y DC4 se observaban en silencio.

―¿Alguien puede explicarme quién es Alcor? ―repitió Haldeck.

―Una amiga ―murmuró Mizar―, del otro turno.

―Eso es imposible ―dijo Haldeck―. El contacto con las luces está completamente prohibido.

―¿Vas a hablarme tú de lo que está prohibido y de lo que no?

Haldeck escupió al suelo.

―No te pases de lista.

DC4 ladeó la cabeza.

―Ellas han encontrado la forma de comunicarse. Lo hacen a través de una lata que entierran en el parque y de notas.

Haldeck se pasó la mano por el mentón.

―¿En serio? Qué romántico. ¿Y está decorada con unicornios? La lata, quiero decir... ―El mercenario soltó una risotada―. Estoy empezando a pensar que mi tarifa ha sido demasiado barata. ―Miró a Mizar de arriba abajo―. Así que eres una ilegal de los pies a la cabeza.

―Eso no es cierto ―dijo Señor.

Haldeck miró al niño, luego a Mizar.

―¿Y este? ―dijo, señalando a Señor.

―¿Qué pasa con él?

―Lo mejor es que me digas en qué mierda estais metidos, ya que has tenido la deferencia de zambullirme en ella sin pedirme permiso.

Mizar señaló al niño.

―Bueno, pues para ser sincera, lo busca la policía. ―Haldeck soltó un gruñido―. Se vio envuelto en un asunto feo y le eché una mano. Se aloja temporalmente en mi casa, al menos hasta que pase el peligro.

Haldeck fue a hablar, pero de pronto sus rodillas se aflojaron y cayó de bruces al suelo. Señor y Mizar se abalanzaron sobre él. Mizar le apartó el pelo de la cara: estaba empapado en sangre, y debajo había una brecha que tenía muy mal aspecto. El golpe que le habían dado en la cabeza los tipos que los atacaron por sorpresa había sido bastante más grave de lo que ella había imaginado.

Le dio un par de bofetadas en la cara. Haldeck abrió un milímetro los ojos.

―Estoy bien ―dijo―. Solo ha sido un desmayo momentáneo.

―No lo creo. Hay que coser esa herida ―dijo Señor―. Si no, puede infectarse.

―¿Eres muy listo, verdad, chaval? ¿Acaso llevas una grapadora encima?

―No, señor ―dijo el niño, bajando los ojos.

―En casa tengo un kit de primeros auxilios ―dijo Mizar―. Creo que lo mejor será que vengas conmigo.

―¿En serio me estás proponiendo que vaya a tu casa, nena? Supongo que no estoy en la mejor de las condiciones, pero, aun así, supongo que algo se podría hacer...

―¿No dejarás nunca de decir gilipolleces?

―Entonces, ¿qué sugieres? ―preguntó DC4.

―Creo que lo mejor es que vengáis todos a casa. Haldeck tiene que curarse esa herida. Además, la noche debe estar a punto de terminar. Estamos hechos polvo. Cuando empiecen a salir los primeros rayos del sol, de todos modos ya no podremos salir al exterior. Y tenemos que trazar un plan.

―¿Un plan para qué? ―preguntó Haldeck.

―Para salvar a Alcor, claro. Tenemos que sacarla de la comisaría.

―¿Y cómo piensas hacerlo? ―murmuró Haldeck―. ¿Te has vuelto completamente loca?

―Algo se nos ocurrirá ―dijo Mizar―. ¿Puedes ponerte de pies?

Bajo un cielo artificialTempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang