19. NOCHE. Mirage 4000

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Alcor alargó una mano y Zanuski se la apretó con fuerza, la tenía huesuda y rasposa. Parecía un tipo acostumbrado a mandar, seguro de sí mismo.
—¿Qué os trae por aquí? —dijo con una voz grave—. Si no me equivoco, no sois del turno de noche. ¿Debería avisar a la policía?
Alcor alzó la vista y vio, colgando del techo, uno de esos antiguos ventiladores que giraba poco a poco, como si arriba el aire fuera más denso.
—Señor Zanuski —dijo el robot—, quizás debería presentarme, soy DC4.
El tipo lo miró de soslayo.
—Ya sé quién eres. De ti puedo fiarme. El problema es ella. ¿Sabes quién es su padre?
El robot ladeó la cabeza.
—Sí —respondió.
Alcor escrutó los ojos del robot.
—¿Me has estado espiando?
—De algún modo tenía que saber con quién trabajo.
—Pensaba que era tu propietaria.
—Sí, pero según la Ley Robótica eso no me impide...
—Muy bien DC —interrumpió Zanuski—, entonces, ¿crees que se pueden asumir los riesgos?
El robot asintió.
—Eso creo, sí. Alcor es, a su modo, una rebelde.
Zanuski dio un manotazo en la mesa.
—¡Y un cuerno! Es una rebeldía estereotipada: la hija de papá que durante un tiempo se larga de casa. Nadie puede escapar a su destino.
La frase cayó como una losa y, durante unos segundos, solo se oyeron los sonidos distantes de la calle.
—Eso es una chorrada —dijo finalmente Alcor—. Cada cual escribe su vida como le sale de los ovarios.
Zanuski rio.
—Eso tenía más sentido antes. ¿Sabes que tus padres eligieron hasta el ángulo de la curvatura de tu nuca? Vieron los hologramas de ti y de tu versión masculina y refinaron a partir de ahí. ―Soltó otra risa—. ¿Te crees real? ¿Auténtica? ¿Una rebelde? Solo eres un caro producto de diseño.
Alcor apretó los labios.
—No hemos venido a hablar de mí.
—Eso es cierto.
—¿Entonces, nos va a ayudar?
Zanuski levantó la mano. A los pocos segundos, llegó el camarero.
—Una buena comida italiana no puede acabar sin un digestivo, ¿no? —miró a Alcor—, ¿me acompañas? —Esta asintió—. Dos de la casa.
Esperaron con paciencia a que el camarero llegara con una bandeja cromada. Encima había una botella sin etiqueta y dos vasitos. El tipo puso uno delante de cada humano y los llenó hasta el borde. Alcor cogió el suyo y examinó el contenido: era incoloro y transparente como el agua, pero cuando se lo llevó a los labios, le entraron ganas de vomitar. Lo dejó con asco encima de la mesa.
—¿Prefieres algo más suave? —preguntó Zanuski.
—No.
Alcor volvió a coger el vasito y vació el contenido de un trago. El líquido le quemó el esófago y le produjo una arcada, pero resistió.
—Hablábamos de si nos iba a ayudar.
Zanuski se pasó la mano por los labios.
—Puedo intentarlo... Tampoco he dicho que tenga las respuestas a todas las preguntas.
—Cualquier cosa será mejor que nada.
Alcor hizo una pausa.
—Habla —dijo Zanuski.
—Encontré a DC en el parque... Y creo que, de algún modo, tiene encerrada la llave de algo valioso.
—¿Por qué?
—Su anterior propietario le dejó algunas pistas. Estamos tratando de ver a dónde nos llevan.
—¿Habéis pensado que todo pueda ser un juego macabro?
—Es un riesgo que tenemos que correr.
DC4 lanzó un pequeño zumbido parecido a una tos. Zanuski lo miró de reojo.
—Nuestro pequeño amigo se impacienta —dijo—. A ver, recuérdame el mensaje, cómo era...
El robot lanzó un sonido de satisfacción y, luego, reprodujo de nuevo la voz grabada.
Donde los circuitos y la luz se encuentran, en la ciudad de cables y destellos, busca la torre que se conecta con el éter digital.
—Ah, sí... —dijo Zanuski, pasándose la mano por la perilla—. El ED. Bonita idea.
—¿A qué se refiere? —espetó Alcor.
Zanuski vació el contenido de su vasito de un trago, sin inmutarse.
—El éter —murmuró—, en el contexto de la física clásica, era un concepto teórico propuesto como un medio omnipresente e invisible que se pensaba que llenaba el vacío del universo. La idea era que, de la misma manera que las ondas de sonido viajan a través del aire o las ondas en el agua necesitan un medio para propagarse, la luz y otras formas de radiación electromagnética también requerirían un medio para su propagación a través del espacio vacío. Este medio hipotético se denominó «éter luminífero» o simplemente «éter». La física moderna lo dejó de lado, pero a finales del siglo XXI salió una nueva corriente de pensamiento que quiso vincular el concepto occidental de éter al de chi o energía oriental.
—¿Para qué?
—Para crear una nueva religión.
—¿Religión?
—Es un concepto obsoleto. Pensaban que nosotros los seres humanos éramos superiores a los robots, ya que estábamos formados de dos partes.
—¿Dos partes? No comprendo.
—Por un lado, el cuerpo físico, por el otro el cuerpo sutil o alma.
—¿Y qué diferencia habría entre los dos?
—Si bien el cuerpo físico, por mucho que intentemos interponernos, acaba pareciendo, el alma sería inmortal.
—¿Qué significa eso?
—Que no muere nunca.
—No puede ser.
—Es una antigua idea.
—¿Y qué pasa con esa alma una vez el cuerpo desaparece?
Zanuski rio.
—¿Y qué hacía antes de entrar en él? Las diferentes religiones no se ponían de acuerdo.
DC4 levantó su brazo metálico.
—¿Y qué tiene que ver el éter con todo esto?
—El alma también estaría compuesta de esa energía. Se supone que las personas religiosas podían conectarse al éter; entonces se volvían seres iluminados.
—¿Iluminados? ¿Y eso qué quiere decir?
—Nadie lo sabe con certeza. De todos modos, el éter no existe. —Zanuski hizo una pausa—. A no ser que...
—¿Qué?
—La noción de éter digital me hizo pensar... —Zanuski entornó los ojos—, quién sabe... Abre una puerta. Al fin y al cabo, la computación subespacial crea realidades tan reales como la nuestra, ¿y qué es lo que une esas realidades? ¿Cuál es su sustrato?
Ni Alcor ni el robot respondieron a la pregunta.
—Un medio digital: ceros y unos. Si yo tuviera que ir a algún sitio —prosiguió Zanuski— sería precisamente donde sea que tengan al Mirage 4000.
—¿Mirage 4000?
—Es un superordenador. Su capacidad de procesamiento es prácticamente ilimitada. ¿Habéis oído hablar de la computación hiperdimensional?―Negaron con la cabeza—. Esta tecnología manipula y procesa información en dimensiones superiores. Permite simular universos completos con una fidelidad inimaginable. O sea, que se supone que es capaz de crear realidades tan reales como la nuestra.
—¿Y dónde está ese bicho? —preguntó Alcor.
—No lo sé. Podría estar en cualquier lado. No tiene por qué ser especialmente grande.
—¿Ah no?
—Se especula con que partes pueden estar deslocalizadas en otras dimensiones. En nuestra realidad tridimensional solo sería necesario una pequeña parte, equivalente a un ordenador portátil.
—Aun así, ese ordenador debería estar altamente custodiado.
—Seguro.
—En algún lugar militarizado.
—Sin duda.
Los ojos de Alcor se abrieron como ventanas.
—Como la torre BMP4. —Hizo una pausa, luego añadió—: Busca la torre que se conecta con el éter digital.
—Ese es un lugar al que yo no me acercaría. A menos que quieras morir, claro.
De pronto, el robot emitió un zumbido. Zanuski y Alcor lo miraron.
—Creo que se ha desbloqueado otra pista...
Como la otra vez, a través los ojos del robot, se proyectó la misma figura misteriosa. Mismos pelo corto, pantalón y chaqueta ceñida. Como la otra vez, la cara oculta.
La figura habló:
La garra del águila atrapa la presa. Vuela, vuela, vuela...
Se miraron.
—¿Y eso qué diablos significa? ―murmuró Alcor mientras las luces azules de un coche de policía atravesavan los cristales de las ventanas del local y se posaban en su cara aterrorizada.

Bajo un cielo artificialDove le storie prendono vita. Scoprilo ora