10. DÍA. Un problema de memoria

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Alcor entró en casa y dejó al robot en el suelo.
―Quédate aquí.
―Puedo cantar una canción, si quieres.
―Ni hablar, voy a por la caja de herramientas y luego veré qué puedo hacer contigo.
La intensidad de los ojos de DC4 bajó.
Mizar fue al pasillo y abrió el armario donde guardaba los productos de limpieza y una descolorida caja de herramientas que heredó de su padre. A pesar de los adelantos técnicos a los que se había llegado en las últimas décadas, un viejo destornillador de estrella aún era imprescindible.
Agarró a DC4 y lo sentó en la mesa del comedor. A su lado, dejó la caja.
―¿Qué me vas a hacer? ―preguntó el robot.
―¿Cómo puedo acceder a tu memoria?
―No me acuerdo.
Alcor soltó una risa.
―Eres muy gracioso, ¿sabes?
―¿Por qué quieres acceder a mi memoria?
―Debo borrar eso que has visto en el parque.
―¿Lo de la caja?
―Sí.
―Yo puedo borrarlo.
Alcor resopló.
―Sabes de sobra que no puedes. Eres un modelo DC. Esa es la gracia, ¿no? Que tu memoria funcione como la mía.
El robot bajó la cabeza.
―No diré nada a nadie. No estoy unido a la red.
―¿Ah no?
―Mi anterior propietario me desconectó.
―¿Quién era?
―No lo sé.
―¿Otra vez?
―De verdad. ―DC4 hizo una pausa―. Se borró de mi memoria. No le recuerdo.
―¿Y por qué querría hacer algo así?
―Deseaba que lo encontrase de nuevo.
―Eso es absurdo.
DC4 encogió sus pequeños hombros.
―Me dejó algunas pistas. Acertijos, más bien. Pero no he sido capaz de resolverlos, así que mi vida ha ido de mal en peor.
―Hasta la planta de desguace.
―Sí, pero logré escapar.
Alcor se pasó la mano por la cara. Estaba claro que DC4 no era un robot normal y corriente.
―Desconéctate.
De inmediato, el robot se paralizó. Alcor sabía que era un estado aparente, ya que en el momento en el que diera la orden, volvería a la vida. Aun así, ahora podía hurgar en sus entrañas sin que la molestara.
Decidió empezar por la cabeza. Desconocía la estructura de ese tipo concreto de robot, pero los diseños siempre trataban de ser orgánicos.
Empuñó el destornillador y acercó la punta a la oreja metálica.
DC4 se encendió al momento.
―No puedes.
Alcor se sobresaltó.
―¿Cómo que no puedo?
DC4 modificó la intensidad de sus ojos.
―¿Conoces la Ley Robótica?
―Por encima.
―Sección 3, artículo 8: Restricciones en la modificación de la programación sin consentimiento.
―Ya.
―Subsección 8.2. Prohibición de Modificaciones Maliciosas: Queda terminantemente prohibida la alteración de la programación de un robot con la intención de causar daño, infligir derechos fundamentales o comprometer la seguridad de individuos o de la sociedad en general.
―No tengo ninguna intención de reprogramarte.
―Al acceder a mi memoria podrías dañar mi software esencial.
Mizar desbloqueó su terminal y activó el asistente de IA.
Un zumbido grave sonó en la habitación.
―Lixie ―dijo Alcor―, cita los artículos pertinentes a la privacidad humana que aparecen en la Ley Robótica de Mann.
Una agradable voz femenina resonó por la habitación:
―Umm, de acuerdo, Alcor. Será un placer ayudarte en esta tarea. ―La inteligencia alternativa hizo una breve pausa―. Sección 6. Artículo 17: Garantías de Privacidad en Presencia de Robots con Capacidades de Grabación.
DC4 dejó escapar un ruidito.
―Subsección 17.1. Derecho a la Intimidad: Todo individuo tiene el derecho fundamental a la intimidad y a la protección de su información personal cuando interactúa con robots que poseen capacidades de grabación. Subsección 17.2. Consentimiento Expreso: Antes de activar cualquier funcionalidad de grabación, los robots deberán obtener un consentimiento expreso de los individuos afectados, indicando claramente la naturaleza y propósito de la grabación. Subsección 17.3. Desactivación Voluntaria: Los usuarios tendrán el derecho de desactivar las capacidades de grabación de un robot en cualquier momento, sin que esto afecte negativamente su experiencia de uso o acceso...
―Es suficiente, Lixie ―la interrumpió DC4. Luego miró a Alcor―: De todos modos, no vas a poder.
―¿Por qué?
―Porque no voy a dejar que lo hagas.
Alcor observó al robot. Lo había dicho en un tono neutro, para nada amenazador; además, con su tamaño, no parecía poder hacerle nada. Aun así, su determinación era remarcable.
―¿Sabes?, nunca había oído a un robot hablar de esta manera.
―Mi antiguo propietario me modificó.
―Ya. ―Alcor entornó los ojos―. ¿Se supone que debo creerte?
―¿Por qué te engañaría?
―No lo sé. ―Alcor hizo una pausa―. ¿Y qué se supone que buscaba con todas esas modificaciones?
―No estoy seguro. Creo que quería que llegase a una nueva frontera de autonomía y, por ende, de humanidad robótica, por así decirlo.
―Eso es completamente ilegal.
―Seguro.
―¿Y dices que no sabes quién es?
―No. Solo lo de las pruebas.
―¿Qué pruebas?
―Los acertijos.
―¿Cuántos hay?
―Son tres. Aunque solo conozco el primero. Supongo que cada uno debe contener la clave para llegar al siguiente.
Las tripas de Alcor rugieron.
―Creo que necesitas alimentarte ―dijo el robot.
No tenía ningún sentido negar la realidad.
―Espérame.
Alcor se levantó y se dirigió a la cocina.
―Claro, ¿a dónde podría ir? ―murmuró DC4 para sí mismo.
Alcor puso en la plancha un pedazo de sucedáneo de carne y frio un huevo. Luego sacó pan, lechuga y mayonesa del frigorífico, y se montó una hamburguesa como la de las viejas películas.
Volvió al comedor y se sentó a la mesa.
―¿Quieres algo para beber? ―preguntó DC4.
―Qué servicial.
El robot hizo una reverencia.
―Pero no llegas a la nevera.
―Puedo subirme a una silla.
―De acuerdo. Una cerveza.
Alcor observó como DC4 desaparecía por la puerta de la cocina.
Al poco, regresó con la cerveza y un vaso. Abrió la lata y vertió el contenido, dejando la cantidad justa de espuma.
Alcor aplaudió.
―Así es como le gustaba a mi antiguo dueño. Eso sí que lo recuerdo.
Alcor dio un sorbo, luego pegó un bocado de la hamburguesa.
―Muy bien DC4, ¿cuál es el primer acertijo?
El robot emitió un zumbido. A través de sus ojos, se proyectó una figura misteriosa. Tenía el pelo corto y vestía pantalón y una chaqueta ceñida. La iluminación no permitía verle la cara.
La figura habló:
―Donde los circuitos y la luz se encuentran, en la ciudad de cables y destellos, busca la torre que se conecta con el éter digital.
La imagen desapareció. La voz había sonado en un rango medio, ni muy aguda ni muy grave.
Alcor y DC4 se miraron.
¿Qué diablos significaba todo eso?

Bajo un cielo artificialWhere stories live. Discover now