34. Macarrón

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«And I never minded being on my own
Then something broke in me and I wanted to go home
»

Wish That You Were Here - Florence and the Machine

KALIGHTNIGH.

Me desperté y no era una pesadilla.

Estoy en la casa de mis padres, en mi cuarto de la infancia, reconocería esta cárcel tétrica donde fuera. Puedo levantarme, sorpresivamente la habitación no está controlada por seguridad.

Aún tengo la bata del hospital puesta, me duele la mano y una pequeña venda delata que me pusieron un tranquilizante que me hiciera dormir. No tengo idea de cómo me trajeron aquí o que quieren de mí.

Estoy perdiendo la cordura, al despertar lo primero que pienso es en como estará Aster y me quita la calma no saberlo.

—¿Por qué el universo me odia? —murmuro al tratar de caminar y sujetarme de los muebles hasta que puedo llegar al armario—. Por aquí... Por aquí debe estar.

Tenía escondido un teléfono. Si logro encontrarlo, quizá pueda comunicarme con Nazar u Oliv, incluso con las redes sociales del el osito infeliz, no sé por qué no pensé en esas posibilidades antes, estaba demasiado afectado.

Al buscar detrás de mis chaquetas, nada, no hay rastro y asumo me lo han arrebatado como hicieron con todas mis pertenencias. El enfado no se me va, juro que explotaría contra cualquiera que tuviera enfrente, quizá si tienen razón y estoy en un estado de shock pero no es por Aster ni por lo del concierto sino por este maldito secuestro.

Trato de abrir la puerta de mi cuarto. No se puede, respiro hondo y me coloco mi ropa antigua por primera vez en meses, el negro ya no es mi color favorito y me veo raro con eso encima, en mi reflejo en el espejo parezco una versión extraña de mí intentando ocultar mi esencia.

Este color me hace ver muerto, las ojeras, el cabello enmarañado y las vendas del hospital no ayudan.

Tengo mangas cortas, así que aun puedo ver las estrellas que Aster pintó en mi piel y es lo único que me hace sonreír en esta situación. Estoy tranquilizándome, tengo mi ánimo bajo control hasta que alguien toca la puerta.

La abre por su cuenta, es la última persona en el mundo que quisiera ver cuando me levanto.

Ni siquiera sé si debería llamarla mi exnovia pues comenzó como un contrato y nunca se aclaró que fuera real, así que para mí no es nada. Ya no. Solo Aster. Aster es mi primera y única novia.

—¿Qué demonios quieres?

Ella entra con una gran bandeja de madera repleta de comida. Un vaso de leche, un macarrón, huevos, tocino y una pequeña copa de helado, eso se ve demasiado bien para que lo hayan hecho aquí, asumo que lo compraron fuera y contiene algún tipo de pastilla que me mantengan controlado.

Una vez la deja en la mesa al lado de la cama, coloco la bandeja en el piso, lejos de mí.

—Al menos pruébala. —pide en un susurro.

Niego con la cabeza.

—¿Qué intentas hacer, Candy?

—Sigo las recomendaciones del médico, intento mantener todo como estaba antes para que recuperes la memoria más rápido.

—No he perdido la memoria.

—Por supuesto... —me sigue el juego. Aquello no me gusta, me trata como si fuera un idiota.

¿Siempre me ha tratado así? ¿No me había dado cuenta?

—No he perdido la memoria, aún recuerdo que me engañaste con el pianista. Varias veces. Quizá eres tú la que no recuerda.

No apto para artistasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora