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D R A C O

El sol había comenzado a salir y me di cuenta de que había pasado toda la noche viendo a Davina dormir sobre mi pecho. Apenas se movió en toda la noche, estaba profundamente dormida. Yo tampoco me moví. No lo había querido. Dormía muy tranquilamente y respiraba suavemente. Se sintió como un crimen despertarla.

No podía dormir, no después de que ella me contara lo que su madre la había obligado a hacer. Me enfermó de ira. Cuando los dorados rayos del sol alcanzaron su bonito rostro e iluminaron las pecas de su nariz y mejillas, mi mano se movió en su cintura, todavía pensando en todas esas veces que tuvo que conocer a esos hombres.

Hombres malvados y repugnantes. Una parte de mí quería cazarlos a todos y matarlos lentamente. No quería saber cuánto sería la lista.

El sol en su rostro comenzó a despertarla, entrecerrando los ojos mientras su cuerpo se estiraba. Luego vi cómo sus ojos se abrían, sus largas pestañas suaves contra mi pecho. Sus ojos recorrieron mi habitación y pareció recordar dónde estaba pero apenas se movió. Y luego, como si pudiera sentir mis ojos puestos en ella, levantó la vista hacia mí.

Una hermosa sonrisa apareció y ella dijo.

—Hola.—su voz estaba un poco seca por el sueño.

—Buenos días.—respondí, colocando su cabello oscuro detrás de su oreja.

—¿Dormiste bien?.—ella me preguntó.

—Sí.—mentí.

—Eso es bueno, lo siento, no quise dormir contigo toda la noche.—dijo Davina mientras se alejaba de mí.

No. Mi agarre en su cintura se hizo más fuerte y la acerqué a mi pecho.—No, puedes dormir conmigo si quieres.

Ella volvió a sonreír. Dios, me encantaba cuando ella sonreía.

—¿Qué hora es?.—ella preguntó.

—Es hora de prepararse e ir a desayunar.—respondí, pero podría quedarme aquí todo el día con ella.

—No quiero ir a clases hoy.—se quejó.—ya tuve suficiente. Saltémonos el desayuno y quedémonos así un rato más.

Ella pensó lo mismo que yo pero luego recordé lo que me había dicho y lo que tenía que hacer sólo para comer. Qué hambre tenía. Y cómo probablemente pasó días sin comer.

—No.—dije.—vamos a desayunar.

Me senté y ella pareció fruncir el ceño mientras me veía levantarme.

—¿No quieres quedarte aquí toda la mañana conmigo?.—preguntó, con confusión y tristeza en su voz.

—Créeme, sí.—le aseguré, inclinándome y besando sus labios.—pero quiero que comas más.

Algo suavizó su mirada y esa confusión seguía ahí. Un pensamiento repugnante atacó mi cabeza, lo más probable es que nunca haya tenido a alguien que la cuide. Después de un suave movimiento de cabeza, me preparé y luego la acompañé fuera del dormitorio de chicos. Caminé adelante y me aseguré de que nadie la viera. No me arriesgaré a que la atrapen y que algún imbécil vaya directo a un profesor y la envíe a La Torre. Ya no es necesario que sus manos tengan cicatrices.

Le dije que la esperaría en la sala común mientras se cambiaba y se arreglaba. Besó mis labios y luego desapareció en el pasillo de chicas. La observé hasta que se fue y luego me dirigí a la sala común, bajé las escaleras de caracol y luego a uno de los sofás de cuero donde me senté.

SCREAM FOR ME | DRACO MALFOYWhere stories live. Discover now