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D A V I N A

—¿Alguno de ustedes quisiera explicar que pasó?.—McGonagall preguntó desde detrás de su escritorio en su oficina.

Me senté entre Draco y Montague en su sofá de cuero marrón que estaba colocado frente a su escritorio. Me sentí como un ratón sentado entre las dos bestias de niños a mi lado. Tenían las piernas abiertas mientras se recostaba en el sofá y no tuve más remedio que juntar las rodillas para evitar rozar las de ellas. Y yo era muy consciente de lo reveladora que era mi falda.

—¿Ninguno de ustedes tiene una explicación para mí?.—Mcgonagall estaba de pie con las manos en las caderas y las cejas arqueadas.

—Malfoy empezó.—dijo Montague a través del veneno que se acumulaba en sus palabras.

Dios, ¿Cuántos tienes? ¿Doce?.

Draco soltó una carcajada.—Crece.

Exactamente lo que estaba pensando.

Montague estaba a punto de hablar, probablemente diría algo más infantil, pero lo interrumpí y me incliné hacia delante, con las manos apoyadas en las rodillas.—No tengo nada que ver con esto...

—Oh, ciertamente tienes todo que ver con esto, Davina.—me interrumpió Mcgonagall.—estos dos idiotas estaban peleando por tu culpa.

—¿Qué?.—Grité con voz áspera.

—Lo he visto muchas veces.—comenzó Mcgonagall.—dos chicos peleando porque hay una chica bonita en el medio.

Casi me reí.—Estos dos chicos estaban peleando porque tienen demasiada testosterona.

Montague se río. De hecho me reí como si hubiera dicho la cosa más divertida del mundo.

Draco sin embargo suspiró.—¿Podemos terminar con esto de una vez?.

—Lo siento, señor Malfoy, ¿tiene algo que deba hacer?.— McGonagall se río entre dientes con autoridad.

—Sí, de hecho sí.—respondió y con ese tono, giré la cabeza y lo miré. Por un momento casi me sorprendió lo atractivo que era cuando desvió su mirada oscura para encontrarse con mis ojos. Aparté nuestra mirada, pero el escalofrío se pegó a mi piel y no pude evitar preguntarme qué haría un solitario como Draco.

—Les aconsejo, Draco y a ustedes dos.—comenzó Mcgonagall.—que mantengan a raya sus comentarios sarcásticos y su actitud.—Los ojos de Mcgonagall se dirigieron a Draco y luego a Montague.—Ustedes dos saben cuál podría ser el peor castigo por su comportamiento.

—¿Realmente nos enviarían a La Torre por una pelea a puñetazos?.—espetó Montague, su ira helada de repente se tensó.

La Torre es el lugar al que todos, e incluso Montague, parecen temer. Y estoy sentada aquí tan despistado como siempre.

—Eso no depende de mí.—McGonagall levantó la barbilla y la culpa y la tristeza entrecerraron sus ojos.

—Entonces, ¿de quién depende?.—Draco habló, su voz profunda y oscura. Descuidadamente brutal como siempre. Justo cuando Mcgonagall estaba a punto de responder, se escucharon tres golpes en la puerta y la habitación pareció volverse más fría, más intensa.

McGonagall se puso de pie, se cepilló el dobladillo de la falda del vestido y caminó hacia la puerta. Les gruñí a ambos chicos.—Dios, la próxima vez coge una cinta métrica y mira quién es más grande...

Podría jurar que escuché una risa de Draco, pero antes de que pudiera mirar y ver si Draco se había reído de mi broma (no era una broma), sentí la mano de Montague agarrar mi muslo.

SCREAM FOR ME | DRACO MALFOYحيث تعيش القصص. اكتشف الآن