Capítulo 15.- Halfway There

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-Capítulo sin corregir-

Hay muchas cosas que recapitular, pero vamos en orden.

Las cosas parecieron ir mal. Sí, su gira en Europa fue un rotundo éxito, pero sentían que apuntaban a ser un one-hit wonder, sobre todo por el incidente en el primer colegio. Pero estaban lejos de la realidad.

Comenzó de forma dura, y aunque Eduardo ahora tenía su collar de staff, las burlas y miradas no cesaban. La gente era cruel, pero... ¿saben quiénes no lo son? Las verdaderas fans. No por nada el lugar de muchas personas han sido las chicas, y aunque Diego y Eduardo no tuvieron la dicha de encontrarse con buenas niñas en su época escolar, ahora parecía diferente.

Definitivamente estaban muy lejos de donde empezaron.

Los noticieros locales, periódicos y estaciones de radio estallaban con la música de Stray Hood, anunciando sus conciertos gratuitos en cada uno de los colegios afortunados. Obviamente los paparazis comenzaban a estar interesados, y Eduardo no se salvaba de aparecer en las fotografías.

Pero, sí, en todo hay un pero, ya que con el amor llega el odio. Los hombres no toleran la competencia, mucho menos viniendo de lo que consideraban un grupo de afeminados, así que no todo era miel sobre hojuelas cuando llegaban a los colegios, pues aunque había niñas histéricas que profesaban su amor recibiéndolos, también había muchachos listos para llevarse una ovación por haber golpeado a un integrante.

Y sobre el otro tema...tengo que regresar un poco en el tiempo, específicamente al día siguiente del beso.

—¿Cómo que te besó? —susurró Diego espantado—. Uh, espera... ¿Eres gay?

—Ese no es el punto de la historia, enfócate —reclamó con un gallo contenido.

Así es, el gran secreto de Eduardo y James lo sabía el hombre de hojalata. No pueden culpar a Lalito, es su mejor amigo, y ahora más que nunca, necesitaba consejos, por ende, jaló a su amigo dentro del closet de forma metafórica.

—¿Por qué me dices esto? Podría hacerte el fuchi, molestarte, odiarte...

—Eres tú, no eres capaz de eso —interrumpió.

Diego se quedó completamente callado. Fue un silencio largo, pero acogedor, donde D.J miraba fijamente a su amigo, mientras se le iba formando un claro puchero, para finalmente abrazarlo con fuerza.

—Nunca te dejaré, tu secreto está a salvo conmigo —susurró tras separarse y tomarlo de los hombros—. Aunque, ¿no estás preocupado?

—Claro que lo estoy, soy el gordo maricón ahora.

Ambos se encontraban hasta el fondo del camión, en el rincón más alejado, para tener privacidad. Los dos estaban cagados de miedo, y Diego no tenía consejo que darle.

—Además de por ser tu amigo, ¿qué otra cosa te dio confianza decirme?

—Bueno, en teoría es porque eres mi mejor amigo y siempre me has cuidado, pero...creo que también tus comentarios extraños hacia Bruce —dijo en in intento de no reírse.

—No son extraños, sólo lo reconozco como hombre, de hombre a hombre —gruño, sin embargo, al decirlo en voz alta notó que no sonaba tan bien como él pensaba—. Volvamos con Milli Vanilli. No creo que esté mal fijarse en un hombre, creo, ah, no sé. Sólo, ¿por qué de tantos decidiste fijarte en él?

—Ni siquiera sé si me estoy fijando en él, sólo...estoy viendo qué pasará. Por favor, no vayas a ser muy obvio, te lo suplico Diego, eres un idiota para mentir y ahora que lo pienso, yo soy el imbécil por decirte siendo que eres un inútil mintiendo —dijo al darse cuenta, siguiendo un hilo de pensamiento que le provocaba la hiperventilación.

PerdidosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora