Capítulo 9.- I'll never stop

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Han pasado un par de meses y no han recibido noticia alguna, ya casi termina el verano, y necesitan respuestas antes que inicie el ciclo escolar.

Aun así, pese a no tener ensayos o reuniones, los chicos se seguían juntando, sobre todo Diego, Eduardo y Bruce, quien tenía asilo en casa de Diego junto con su padre. Todavía tenían esperanza.

—¿Has sabido algo del Sr. Jeff?

—¿No que eras Mcmalo y no te referirías a él con respeto? —se burló un poco Bruce.

El trío se encontraba en el pórtico de Diego, intentando que el poco aire les refrescara. No aguantaban su existencia con tremenda "sudación" de cola que experimentaban.

—No, no me ha dicho nada —retomó Bruce en un pesado suspiro.

—¿Por qué te llamas como Batman y Superman? —preguntó Eduardo de la nada, tratando no ahogarse en las altas temperaturas.

—¿Qué? —soltó Diego.

—Sí. Bruce Clark, un nombre curioso —balbuceó.

—Mi mamá era fan de los cómics —contestó tranquilamente, echándose en el piso, queriendo que la frescura se le pegara.

—¿Era? —preguntaron al unísono.

—Sí, era. Sólo le faltó llamarse Martha para... —comenzó a decir, espantando a sus amigos por el obvio chiste que haría.

—¡BRUCE! —gritó su padre de forma temblorosa y asustada de oírlo—. ¡¿Qué te he dicho de esos chistes?! —le regañó, teniendo como respuesta de su hijo, un grito tembloroso y apenado.

—Perdón, pa—gimió avergonzado—. Falleció cuando era un bebé, tuvo complicaciones después de ser dada de alta —dijo al ver la enorme interrogante en los rostros ajenos.

—Vaya, lo siento mucho —dijo Diego, un poco apenado tras darle un manotazo a Eduardo por sus preguntas estúpidas—. Si te hace sentir mejor, mi papá también se murió.

—Qué manera de levantar el ánimo —se le salió a Eduardo al escuchar a su amigo, pero extrañamente funcionó, pues le causó una histérica carcajada Bruce.

Mientras este trío tenía el apoyo y paciencia de sus padres, al punto en que Bruce se había permitido una pausa para entrar a la universidad, los otros integrantes no recibían el mismo trato.

Lucas oía a sus padres discutir al fondo. Intentaba distraerse con sus VHS, pero no pudo hacer mucho cuando ellos entraron.

—No quiero estar en medio de sus peleas —fue lo primero que dijo.

—No, no, hijo. Lamentamos que escucharas eso, mi chiquito —contestó su madre, sentándose a su lado para abrazarle.

—Sólo, sólo estamos preocupados por ti —tartamudeó su padre.

—¿Por qué? —dijo algo descolocado.

—Han pasado meses, y sé que debe ser frustrante no tener resultados después de algunos años de trabajo.

—¿Por qué? Hice nuevos amigos, he tenido clases privadas, y sobre todo, he aprendido muchas cosas. ¿Por qué sería algo malo? Admito que no soy fan de la incertidumbre, y aunque este tipo de trabajo podría ponerme en escenarios estresantes, Siento que pase lo que pase, estaré satisfecho —confesó con las mejillas rojas.

—Eres nuestro pequeño guerrerito —suspiró su madre y apretó su cuerpo en un gran abrazo—. Sabemos que puedes hacer todo lo que tú quieras, porque eres como cualquier chico.

—Exacto, puedes hacer todo lo que te propongas—secundó el padre—. Pero igual, si quieres abandonarlo, también está bien. Podemos buscar otras cosas. No sé si estés muy grande para la casa de Mickey Mouse.

PerdidosWhere stories live. Discover now