33.

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Corro sin algún rumbo, las calles son tan largas y anchas. La luz de la luna es lo único que ilumina las aceras, se puede escuchar el océano a los lejos y me siento tan sola parada en media calle. Miro una y otra vez a mi alrededor, tratando de buscar a alguien que me vea y que me ayude. No hay nadie.

— ¡Hola! — Grito desesperadamente buscando que alguien me haya escuchado pero no obtengo traspuesto alguna.

Camino por aquellas calles oscuras con mis brazos sobre mi pecho para cubrir aquel frío que me congela hasta los huesos. Al final de aquella calle logró ver a Nikki parado, esta viendo el nombre de la calle pero su vista de repente se fija en mi. Hago señas con mis manos para que se acerque a mi pero camina hacia el lado contrario de donde estoy yo y desaparece.
Me dejo caer de rodillas al suelo, lágrimas caen sobre el suelo.

¿Dónde estoy?
De repente aparezco con miles de personas vestidas de negro, Nikki está de nuevo aquí pero su vista está fija en un ataúd de color café.

— ¡Nikki! — Grito pero no logro obtener su atención, solo veo que sigue viendo aquel ataúd.

Camino como pude entre toda esa multitud y al llegar aquel ataúd veo a la persona que Nikki esta viendo ahí dentro. Soy yo.
Me veo tan pequeña ahí dentro y llena de paz.
Veo a Nikki y veo que tiene lágrimas en sus ojos, las cuales cubre con sus lentes oscuros.

— ¡Nikki, aquí estoy, no estoy muerta! — Grito pero no logra escucharme, es como si yo no estuviera aquí. — ¡Nikki! — vuelvo a gritar.

Grito desesperada y comienzo a llorar.

— ¡Carrie! — escuche la voz de Nikki a lo lejos, me esta gritando.  Volteo a todos lados y me he quedado sola con el ataúd.

— ¡Nikki! — vuelvo a gritar para que el me escuche y logre encontrarme.

—¡Carrie! — escuche su voz más cerca y entonces abro mis ojos de golpe. Veo a Nikki preocupado y agarrándome de ambos hombros. — ¡Carrie, mierda¡ – exclama preocupado. — ¿Qué te ha pasado? Empezaste a llorar de la nada y gritarte mi nombre. Me despertaste en el momento que comenzaste a llorar.
¿Carrie, que sucedió? — me pregunta preocupado.

— Tuve una pesadilla. — veo a mi alrededor y me doy cuenta por el reloj que son las 3 de la mañana. Agarro la sabana y me tapo hasta el pecho. Nikki observa atento todo lo que hago.

— Pues no me imagino que clase de pesadilla era ya que lloraste muchísimo. Me preocupe demasiado, Carrie y también me asustaste.

— No pasa nada, Nikki. — Digo secamente.

— ¿Quieres compartir tu pesadilla? — toca mi rodilla.

— Es una tontería.

— Pues esa tontería te ha puesto mal.

— Soñé que... estaba en una calle caminando a la mitad de la noche y que tu estabas ahí parado pero que no me hacías caso. Luego aparecí en un lugar demasiado extraño con miles de personas y tu apareciste de nuevo pero ahora estabas viendo un ataúd y lo peor de todo es que la persona que estaba en ese ataúd era yo. Estaba muerta Nikki. — me miro serio.

— Tranquila, fue una simple pesadilla. Estas aquí conmigo y estás viva. — me abrazo. — Ven, volvamos a dormir.

Apago la luz de la lámpara de su lado, nos volvimos acostar pero esta vez el me abrazo fuerte como solía hacerlo mi padre cuando tenía pesadillas.

— Duerme, aquí estoy yo. — Susurro a la vez que acaricia mi espalda.

Me pegue lo más que pude a su cuerpo, lo único que me tranquilizaria sería escuchar su corazón y así fue.
Me quedé dormida a los pocos minutos y ya no tuve ninguna otra pesadilla, al menos no por hoy.
Me desperté al escuchar el agua de la regadera. Volteo a todos lados en busca de Nikki pero reacciono y es obvio que esta en el baño.
Me siento en la cama y veo mis pies, aquellos pies que patinaban como locos sobre el hielo y daba miles de vueltas. Extraño esos días.

My little girl... (Nikki Sixx)Where stories live. Discover now