—Felipa...

—Te dije que no a todos, porque eran unos malditos incompetentes, creí que habías entendido que yo sola podía manejarlo todo —espeté.

—¡Se ofreció! —defendió y sentí mi mundo detenerse ante tales simples palabras. No pude ni mirarle. Thompson continuó—: Supo de la operación, como era lógico, y me pidió estar. Sabes perfectamente que él era mi primera opción. Y nos viene bien esa infiltración, incluida a ti. Lo sabes.

Locamente, quería una pistola y cargarme a todos allí mismo. Racionalmente, tuve que tragar saliva, pelear por no gritar e intenté apaciguar todo mi ser lo mejor que pude. Seguía sin poder mirarle, ni aunque fuese un segundo.

—Entonces, ¿qué? —fue todo lo que pude decir.

—En plan sigue como al principio, fingiendo la muerte de tu madre y tu desaparición —respondió Alexander. En mi mente ya volvía a reorganizar todo. No me costó, salvo el hecho de que él debería formar parte y no me gustaba nada la idea.

—Bien —mentí, tomando asiento de nuevo lentamente. Entonces me atreví a mirarle un segundo. Pero él no lo hizo, mantenía la vista hacia abajo. Ahí comprendí la mirada que llevaba cuando entró. Él sabía lo que ocurriría hoy y me lo había estado ocultando. Él había sabido todo este tiempo que estaba dentro y no me dijo nada—. Digamos que acepto... Pero sigue siendo mi puta misión —dejé claro.

—Todo sigue igual —aseguró Thompson.

—Más le vale —amenacé, a lo que él rodó los ojos. Fue lo suficientemente inteligente como para saber que no estaba para bromas en ese momento, que me había mosqueado y que no cabía la posibilidad de discutirme—. ¿Algo más?

Quería que se fuesen. Todos.

—Avisaré de todo y pondremos fecha. Entramos en la cuenta atrás. Una semana o dos, como mucho.

—Perfecto —respondí cortante. Hice un movimiento con la mano para que entendiesen que quería que se retirarsen.

Me crucé de brazos y piernas en mi asiento, sin mirar a nadie directamente y pareciendo mentalmente estable. En ese instante, quería estallar y no podía. Porque sino acababa retirada en ese mismo momento de mi propia operación. Escuché y vi por la visión periférica que Alexa y Thompson se levantaban; desistieron de la situación. Samuel tardó unos pocos segundos más, notando su mirada sobre mí, y comprendiendo lo que ocurría. No me importó, o eso quise aparentar.

Todos fueron hacia la entrada mientras yo continué ahí sentada. Mi mente daba vueltas.

Y realmente no era por el cambio de planes, porque a mí nada se me escapaba y había creado hasta un plan zeta. Pero el único plan que no me apetecía ni gustaba acabó ocurriendo.

Me levanté hecha un furia y fui hacia la cocina. Saqué la botella de mezcal, me serví un vaso y lo bebí del tirón. Necesitaba calmarme, ya. Y ni el mezcal podía conseguir eso.

Fui al baño dispuesta a darme una ducha que, inútilmente, esperaba y me relajase. Me quité la ropa mientras recorría el pasillo. Encendí el agua nada más llegué y me metí sin importar la temperatura. El golpe de agua fría me vino bien, porque calmó el furor. Mi mente seguía inmersa, atrapada en esa realidad, pero el frío ayudó a que mi temperamento bajase.

Entonces escuché un ruido familiar: el elevador.

Continué con mi ducha segundos después, porque si hubiese sido otra persona habría gritado mi nombre momentos más tarde; algo que no sucedió.

Había vuelto.

Disfruté del agua caliente chocar contra mi piel. La sensación era más que agradable, como si fuese la primera vez que me daba una ducha. Escuché sus pasos. Se detuvo en la puerta el baño y sentí su duda. Sabía perfectamente que su arrebato al meterse en la operación no me gustó. Decidí que no iba a ser fácil, porque seguía enfadada. Continué, como si nada. Oí sus pies adentrarse, quitarse la ropa poco a poco mientras se acercaba a mí.

TODO, POR EL PLANDonde viven las historias. Descúbrelo ahora