CAPÍTULO 10

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Un año atrás...



Su carta no tenía sentido alguno y dos días habían pasado desde su muerte. Dos malditos días desde que tuve que encargarme yo misma de la situación porque no pude hacer nada más y todo lo que me quedó fue un maldito trozo de papel escrito por ella. Me sentía perdida y, sobre todas las cosas, confusa. No había podido pegar ojo, tampoco dejado de llorar. Y es que ella ya no estaba conmigo.

Por primera vez no sabía qué hacer. Según mi madre, no podía ponerme en contacto con mi padre. Nadie debía saber nada, debía hacer otra cosa... Y la situación era tan bizarra como sonaba. Mi madre, muerta debido al cáncer, estaba enterrada en nuestra propia casa y pretendía que no contase nada a nadie y contactase con alguien que jamás pude creer.

Pero todo mi ser me decía que podía confiar en su último deseo y así lo decidí esa mañana. Ya no me quedaba nada que perder... Por lo que me presenté en la oficina del FBI ubicada en Denver.

—Mi nombre es Ashley —me presenté con el nombre que indicaba su carta—. Necesito ver a Thompson, Alexander Thompson.

—Señorita, ¿me permite su carné de identidad o algún otro documento que acredite quien es?

—Eso no va a ser posible.

—Sin identificación no puedo atenderla.

Mis nervios ya crecían y a penas acabábamos de empezar.

—Mire, sólo necesito hablar con Thompson. Alguien habló con él hace un tiempo, seguro que él sabe quién soy. Dígale que soy Ashley y quiero verle.

—Señorita, le repito que no puede usted entrar así como así. Y menos sin una cita o acreditación.

La paciencia no era mi don.

—Busque a Thompson y dígale que Ashley Miller está aquí —dije, perseverante.

—Disculpe, pero no pued...

Me salió la latina que llevo dentro.

A la verga con usted, pendejo. Ni tan difícil lo que le pido, pero seguro que ni peinarse sabe. Todos unos malditos incompetentes —le solté en un arrebato a toda velocidad y alcé mis manos en desistimiento. Mis pies se movieron, dispuestos a encontrar a Thompson por mis propios medios—. ¡Tanta mierda de FBI y luego salen puros idiotas!

—¡Señorita!

Me dirigía hacia las escaleras, dispuesta a adentrarme en el edificio y buscarlo yo misma, pero era obvio lo que iba a suceder incluso si yo iba con la fe bien puesta. Los agentes de seguridad vinieron detrás mío y a media escalera me alcanzaron.

—Señorita, por favor...

Me salió por auto reflejo. Cuando uno me tocó el hombro, lo atrapé de la muñeca y le retorcí el brazo hasta tenerlo inmovilizado. Rápidamente, y sin verlo venir..., o quizá así, el compañero que venía con él me esposó primero una mano y luego la otra en menos de cinco segundos. La puta madre.

—¡Cálmese, por favor! —insistió, intentando no tener que usar la fuerza conmigo.

Inhalé profundo, porque si perdía los nervios todo esto acababa muy mal. Y en menos de diez minutos había conseguido que el FBI me arrestase.

***

Esperaba desde hacía media hora. Gracias al numerito que monté antes, decidieron dejarme en una sala de interrogatorio... Esposada a la mesa. Un rato más tarde entró un agente. Era un hombre de mediana edad, corpulento y grande. Tendría unos cuarenta años. Se apreciaban canas en su cabello castaño y tenía una mirada penetrante de ojos azules como el mar.

TODO, POR EL PLANWhere stories live. Discover now