Capítulo XXXIV: Dollhouse. -Melanie Martinez.

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Tensión, la tensión era la única cosa en la que todos los trabajadores y habitantes de la casa familiar cuándo la noticia se expandió por todo el terreno cómo pólvora, un amplio jardín y grandes murallas que escondían todo un terreno del cuál sólo quienes vivían allí eran conocedores de las historias que ocurrieron para que la pacifica Residencia Familiar Bushida experimentará una constante y sofocante nube de tormenta que estaba a menos de 10 minutos cerca de ellos.

 Los sirvientes cuchichean con demasiado entusiasmo para darse cuenta de dicha nube, algunos de ellos que no trabajaron el tiempo suficiente para conocerle, pero vaya que incluso casi 8 años después su presencia seguía tan fresca cómo el día que se fue. 

La cocina, especialmente estaba alborotada. Masanori había ordenado hacer mucha comida deliciosa que pudiera satisfacer los gustos de su hija, desde lo más sencillo hasta lo más complejo, y no sólo se extendía a comida tradicional japonesa sino a la gastronomía de la cocina de la madre de la primogénita. Asunto que los traía bajo presión.  

━━¿Qué diablos se supone que cocinemos con una banana que no esta madura?. -Una de las muchachas mostraba con desconcierto total mirando fijamente el ingrediente que habían traído por la mañana, ante tal situación una señora mayor se acercó con un cuchillo bien afilado para partir el alimento por la mitad y deslizar la hoja hasta sacarle la cáscara por completo. 

━━ Esto es un plátano verde, seguro lo trajo para hacer "patacones" con queso. -Reflexionó la anciana tomando la tablilla para empezar a ayudar a las muchachas, era una señora mayor que se dice que tuvo la oportunidad de cuidar al "Monstruo" que Masanori había engendrado, que fue testigo de todas las cosas que pasaron en la casa. Quizá por eso ya sabía que hacer a diferencia de todos. 

Aplastando los pedazos del plátano la señora nunca perdía el toque de las cosas, su buena memoria era una pieza que la describía de todos aparte de su honradez y fidelidad a la familia, por eso el jefe siempre la mantenía cerca y hasta se podía decir que confiaba ciegamente en ella para todo. 

Ya hace un tiempo que tenía pensado jubilarse, pero un fuerte presentimiento e preservación le dijo que aún no era la hora, y ahora sabía el porque. El sólo descubrimiento de saber que nuevamente estaría de vuelta fue suficiente para aguantar un poco más. Y por eso haría ella los patacones.

━━ Disculpe... -Titubeó la joven detrás de la señora. Siendo alentada por los demás de saber más de esa muchacha que traía a todos con los nervios de punta.- ━━ Usted que trabajo para los Señores Bushida desde joven, ¿podría contarnos por qué todos se ven tan asustados y Bushida-Sama tan feliz?. Incluso mando a traer ingrediente poco comunes. 

La señora aplastó con más fuerza el trozo, mirando a la muchacha tratando de decirle que no se entrometiera en esos asuntos.

 ━━ Lo único de lo que se me permite hablar es que todo lo que Masao-Sama diga; Se hace sin chistar. Y por su bien, no la hagan enojar de más. -Seguido el sonido del aceite hirviendo los plátanos se oía un suspiro de pena, yéndose con el rabo entre las patas a contarle a los demás. 

Ha este punto el rumor de la visita de Masao era sabido por todos, incluso sus abuelos que vivían al fondo de la casa familiar, una casa donde los mayores de la familia permanecían mientras la nueva generación ocupaba la otra casa, haciendo énfasis de la nueva administración, eran costumbres de algunas familia con bastante dinero. Sabrán que los viejos siempre son respetados incluso en lo más insignificante. 

Pero siendo más objetivos, también eran una enorme molestia que nadie estaba dispuesto a cargar. 

 ━━ Qué hijo tan malagradecido hemos criado. -Una áspera voz lleno la sala de té, los años frunciendo la cara cobraron vida en largas y profundas líneas en su piel marchita, su pelo decolorándose perfectamente recogido en una moña. Mira al hombre sentado a la par, tan apacible que le molestaba. Volvió a gruñir en protesta de su silencio.-  ━━ Y todavía decide traer a esa sangre sucia a la casa de la familia, ¿Cómo puede ser tan arrogante?. ¡Tampoco tomó en cuenta nuestra opinión!. -Esta vez, su taza pegó a fuerzas con la mesa, intentando que el maldito hombre con el que se caso levantara la cara.

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