epílogo

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Ashley está corriendo de un lado a otro, sosteniendo a un niño rubio que se le termina siempre escapando de las manos. Su pequeña cabecita se balancea cuando emprende la carrera para huir de su tía, que lo sigue persiguiendo, divertida del improvisado juego. Su plan inicial era agarrarlo para llevarlo hacia el patio de la casa, en donde la mayoría están viéndolos correr a través del ventanal.

—¿Cómo es que ese niño tiene tanta maldita energía? —pregunta Jill, quien le da un profundo trago a su bebida. Rebecca se ríe. Ella también ha sido su niñera algunas veces, sabe muy bien de lo que es capaz el infante.

—Si no fuera rubio, creería que es hijo de Chris —secunda Claire, claramente bromeando, que termina recibiendo una servilleta como proyectil directo a su frente, envíada por el mismísimo Leon. Y luego, otra más, por parte de su hermano. Se queja ruidosamente mientras se frota el lugar enrojecido de su piel.

—Leon también era así, creo. Thomas me enseñó un par de fotos suyas cuando era niño, ¡corría por la casa desnudo!

—¡Qué pervertido! —bromea Luis, que recibe la misma respuesta por parte de Leon.

El mayor de los Kennedy está sentado a tu lado, con el ceño fruncido y sus mejillas sonrojadas y aunque pareciera enojado por su expresión, todos saben que en realidad está conteniendo la risa. Los años han pasado volando y con ellos el rostro de Leon ha madurado muchísimo: un par de arrugas comienzan a aparecer alrededor de sus ojos y la sombra de una barba que nunca termina de salir adorna su rostro. Agradeces, en realidad, que sea de ese modo, aunque sin duda te gusta la sensación rasposa que deja en tu cuerpo, cuando tarda en afeitarse el poquísimo vello facial.

Todos han envejecido, sin duda, y aunque la mayoría reunidos ya están en relaciones estables, Leon y tú han sido los primeros en dar el siguiente paso y traer una nueva vida al mundo.

Un pequeño niño, de dos años, que corre casi todo el día: todas sus facciones han sido heredadas por su padre. Desde su cabello rubio y suave, hasta sus ojos azules, incluso su temperamento es muy parecido al de Leon.

Con el tiempo, luego de aquella noche frente a la fogata en casa de Chris, Leon pudo ser capaz de salir de su caparazón y ser eso que nunca terminó de ser desde los diecisiete. Aún introvertido, el mayor de los Kennedy en realidad es bueno haciendo bromas. Al menos en su imaginación.

Aunque ahora nadie puede molestarlo diciéndole que sus chistes son los de un padre, porque, en efecto, ya lo es.

La plática en la mesa se interrumpe cuando la puerta del ventanal es abierta por una Ashley agitada, con toda la cara roja y sudando, que lleva tomado de la mano a Scott. El niño se suelta rápido de la mano de su tía, cuando los ve a los dos, entonces de nuevo emprende una carrera. Sus pequeñas piernas se mueven, cada día más coordinadas, y se detiene a un lado de Leon, para pedirle por favor que lo cargue. Su inglés es vago aún, sigue balbuceando las sílabas pero es capaz de decir un par de frases lo suficientemente bien para que puedan entenderlo: todos en la mesa están familiarizados con tu hijo y fuiste muy feliz cuando todos se autoproclamaron tíos y tías del pequeño Scott. Aún recuerdas tu habitación en el hospital, llena de globos, dulces y pastelillos, junto con toda la ropa que se encargaron de comprar para la llegada del primer bebé. 

Incluso hubo una cajita, muy discreta, de color rojo con un moñito dorado, que dentro tenía el peluche favorito de Scott. Un osito café con una pajarita azul. Un regalo de Ada Wong, que siempre se mantuvo en las sombras obsequiando cosas y dando felicitaciones a ambos. Desde la boda, el gran éxito comercial que tuvo la unificación de las empresas, cuando compraron una casa lo suficientemente grande para formar una familia y, por supuesto, cuando el primogénito de los dos nació. 

Betrothed Hearts [RE4R | Leon S. Kennedy/Lector | AU]Where stories live. Discover now