XXIV

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por bien no venga

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...por bien no venga.

Leon y su Jeep desaparecen cuando él se asegura de que subiste al departamenteo de Luis, sana y salva. No te acompañó hasta arriba pero sí esperó a verte entrar. Lo observaste por la ventana y los dos se despidieron con un movimiento de mano.

Arriba, ves los muchos mensajes que te ha dejado tu madre. Disculpándose. Pareciendo haber recobrado la consciencia de que lo que hizo estuvo mal. Entre toda la biblia que hay en el chat, el nombre de Luis se repite varias veces y es cuando decides apagar tu celular e irte a la cama a dormir. Estás cansada. Triste, no necesariamente deprimida. No quieres contacto humano hasta que Luis vuelva a casa y le platiques todo lo que ha sucedido.

Al parecer tu madre creyó que Leon era una mejor opción que Luis, para tu futuro y esa simple idea te arrancó una buena carcajada. Leon y Luis, los dos diferentes a su modo, tratados como objetos por tu mamá, por la propia Victoria.

Ella también admitió que tu papá nunca estuvo de acuerdo, pero de algún modo lograron convencerlo, sabiendo que su empresa estaría en buenas manos cuando Leon se encargara de ella. Thomas tan solo decidió mantenerse alejado de esa situación, a menos que tuviera que ver 100% con negocios: te contó de las reuniones que tuvieron los dos señores, junto a Leon, y el plan que tenían para que él se quedara con ambas empresas, tal vez a finales del año venidero, en la actualidad. El plan te hizo sentir aliviada y conforme vas quedándote dormida, el estrés y ansiedad van liberándose y permitiéndote aceptar la situación un poco más tranquila que antes.

El divorcio está hecho. Volverás al trabajo dentro de algunas semanas y Luis y tú podrán hablar del futuro, más tranquilos, mientras cenan algo rico.

[...]

—Ya veo —responde Luis, mientras le da una mordida a su hamburguesa. Es la una de la madrugada, tarde para cualquier persona, temprano para él y sobretodo para ti, que estuviste la mayor parte del día dormida o viendo una serie a la que apenas le prestaste atención. Sabes que Luis tiene muchísimas dudas, dudas que no puedes responder porque son las mismas que a ti te asaltan.

Necesitas encontrar respuestas, pero Leon no ha aparecido desde en la mañana y no sabes qué tan ocupado estará los días venideros.

Ashley se comunicó contigo, te proporcionó su nueva dirección y también una invitación a almorzar durante la semana, cuando ambas estuviesen libres. Tuviste que aguantarte las ganas de preguntarle por todo lo que sucedió el día anterior, porque no es con ella con quien debes descargar tu incertidumbre.

—¿Entonces traerán tus cosas? —pregunta. Tiene un poco de cátsup en los labios, la cual te apresuras a limpiar con una servilleta; Luis en respuesta suelta una risita y se inclina hacia ti, para que continúes limpiándolo.

Se siente bien tener esta cercanía con él, de nuevo, aunque de algún modo algo cambió. Luis lo sabe, también.

Antes probablemente cualquiera de los dos se habría acercado al otro para besarlo, ahora en cambio mantienen una barrera invisible que los divide, para no cruzar límites que ninguno ha establecido: son acuerdos tácitos que ambos firmaron el día en que decidiste visitarlo.

—No vamos a volver, ¿cierto? 

La pregunta flota en el aire, nublosa y pesada, y la voz quebradiza de Luis hace que tu pecho duela y tu garganta comience a picar. Luis ni siquiera debería necesitar una respuesta, porque eso está claro, pero piensas que tal vez necesita que lo verbalices para empezar a hacerse a la idea.

—Tardé demasiado en responder —continúa. El acento español marcado en las erres vuelve otra vez, señal de su nerviosismo. Aún sostienes tu mano y la servilleta muy cerca de su rostro e inconscientemente te mueves para acercarte a él: apoyas el codo contra la superficie de la isla y dejas la servilleta para empezar a acariciarle el rostro.

La barba rasposa que cubre gran parte de su cara es un gran contraste entre la piel suave y lisa de Leon, pero la sensación familiar te hace sentir bien y tranquila; haces pequeños círculos sobre su mentón y bajas hasta que tu mano rodea parte de su mejilla, cuello y oreja hasta alcanzar su cabello ligeramente rizado.

—Lo lamento, no peleé lo suficiente, dejé que todo lo resolvieras tú —sabes que Luis lucha por no llorar. A él tampoco le gusta que lo vean así de vulnerable, lo comprendes, aunque también sabes que lo hace porque no quiere hacerte sentir mal—. Pero me asustaste mucho cuando me dijiste que si escapábamos, tus padres llamarían a la policía... Un poco exagerado, ¿no crees?

Es un claro intento de broma, que al final logra hacerte reír, en parte por el recuerdo borroso y lejano de esa conversación.

—Yo también tenía miedo —admites—, no sabía hasta qué punto mis padres actuarían... Luis, mi madre, ella...

—Te amenazó, ¿no? —completa, seco y directo. Asientes en señal de respuesta: es algo que Luis veía venir desde hacía mucho—, lo entiendo. Estabas asustada. Me alegro de que ese dichoso Leon te haya hecho sentir mínimamente segura, princesa.

Otra vez la palabra.

Te quiebra escucharla, tanto por la situación en la que Luis y tú están como por el recuerdo de Leon llamándote de ese modo.

—Él te gusta. No te culpo, parece sacado de una maldita revista de modelos italianos.

Lo específico que es te hace sonreír.

—Siempre tendrás un lugar en mi corazón —dice Luis, mientras sostiene una mano contra su pecho, muy cerca de su corazón, como si estuviera prometiéndolo—, y estoy seguro que él también te tendrá siempre en su corazón. 

Eso esperas.


Betrothed Hearts [RE4R | Leon S. Kennedy/Lector | AU]Where stories live. Discover now