VII

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Más vale prevenir

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Más vale prevenir...

Cuando abres los ojos te encuentras en tu habitación, con una cobija cubriéndote el cuerpo y las cortinas de las ventanas corridas, para que así no entre la luz. Aunque te cuesta un poco, rápidamente te acostumbras a la oscuridad que te rodea: hay una pequeña lámpara con forma de luna (que no te pertenece, ni habías visto antes) en la mesita de noche. Te proporciona un brillo cálido y tenúe, agradable a la vista.

La mansión, como es costumbre, se encuentra en absoluto silencio.

Sientes el cuerpo pesado y muy cansado, pese a que probablemente llevas ya un par de horas dormida.

Los recuerdos del día tardan un rato en llegar, cada uno poco a poco, asentuándose en tu mente.

Leon.

Es lo primero que piensas: rememoras todos los favores que te hizo a lo lardo del día, desde la mañana. Por algún motivo en el recuerdo de su rostro ya no figuran esos ojos fríos y distantes, ni esas cejas fruncidas, o su mandíbula tensa; puedes recordar con claridad la pequeña sonrisa que se le formó e incluso el sonrojo que adornó su nariz, gracias al frío.

—Mierda...

Cuando llegaste, el primer día, a la mansión tu propósito inicial había sido permanecer en tu cuarto hasta que tuvieras que bajar a comer (o por motivos de fuerza mayor), sin embargo, en este momento, comienzas a sentirte cansada de una rutina que se está volviendo aburrida. Despertar, desayunar, subir a dormir, despertar, comer, subir a dormir, bajar a leer, cenar, dormir. Apenas van tres días en que ese ciclo ha iniciado y ya estás al borde del colapso.

Piensas en lo que hacías antes de tu mudanza, cuando tus hábitos diarios te ayudaban a olvidar que la boda arreglada estaba próxima: cómo por las mañanas te preparabas para impartir clases en la primaria de Raccoon, la felicidad con la que los niños te recibían, el café de la máquina de la sala de profesores e incluso utilizar tu laptop desgastada y vieja. Y mucho antes de eso, todas las ocasiones en que tu Volkswagen se descompuso; las noches en casa de Luis, la salida a bares nocturnos con tus amigas y los almuerzos con tus padres.

Todo lo que en un instante se volvió completamente ajeno a ti.

El chat con Luis sigue intacto, igual que en la mañana, antes de que se vieran y ningún otro mensaje te ha llegado.

No culpas a tus amistades, tampoco, si después de todo a ojo público podría parecer que aceptaste sin ninguna dificultad el casarte con un heredero como Leon.

Alejas todos los pensamientos negativos en el momento en que comienzas a sentir tu cabeza palpitar dolorosamente y permaneces un rato más acostada.

La espalda empieza a dolerte por estar en la misma posición, durante tanto tiempo, repetidas veces aunque no se te antoja bajar a hacer lo mismo que has estado haciendo. Leer.

Betrothed Hearts [RE4R | Leon S. Kennedy/Lector | AU]Where stories live. Discover now