prólogo

471 31 1
                                    

Cuando supiste que tendrías un matrimonio arreglado, en pleno siglo XXI, te opusiste todo lo que pudiste

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

Cuando supiste que tendrías un matrimonio arreglado, en pleno siglo XXI, te opusiste todo lo que pudiste. Tu madre, una señora que nunca había parecido tener dentro de sí unas ideas tan arcaicas, hizo caso omiso a lo que ella misma llamaba como "berrinches". Y tu padre, un señor blando que apenas y le gustaba meterse en discusiones familiares, pese a que eras su adoración, no ha dicho una sola palabra durante la cena.

—¿En qué planeta vivimos, mamá? —preguntas. Ella suspira, ya bastante cansada de las discusiones y las preguntas retóricas llenas de veneno que terminas soltando siempre en cada diminuta oportunidad. El próximo año cumplirás veinticinco años, una edad en la que se supone que no deberías tener que pedir permiso a tu familia y mucho menos tomar cada órden que te den como una obligación en la que alguien moriría de no hacerles caso. Sin embargo...

Algo en tu interior te hace mantener la esperanza de que se retractarán y decidirán deshacer algo tan aberrante como un matrimonio pactado. Un simple contrato.

Apenas y habías convivido nada con la familia Kennedy. Veías a los señores Thomas y Victoria en la casa, tomando café y charlando de política, dinero y viejas juventudes, con tus padres: los saludabas cuando decidías escabullirte a la cocina por algún refrigerio durante tu adolescencia y en la niñez viste poco más de cinco o seis veces a los hijos de la familia. Leon y Ashley Kennedy. Él un niño extrovertido que corría de un lado a otro en el patio de las fiestas a las que asistían, persiguiendo mientras reía a carcajadas a otros niños con los que jugaba. Ella una niña pegada siempre a las faldas de su mamá. Nunca tuviste un verdadero interés por ellos y tus papás nunca parecieron querer hacerte convivir con dicha familia. Hasta un mes atrás, cuando tu madre te dio la noticia.

«¿Recuerdas a ese adorable niño Kennedy? Es todo un hombre ahora» había comenzado. Tú, que jamás recibiste un comentario así en toda la vida acerca del heredero Kennedy, ya olías que algo andaba mal.

«Un poco, sí» respondiste. Eran las ocho de la mañana y estabas dispuesta a comenzar tu desayuno antes de partir al trabajo. Por suerte tu madre fue directo al grano antes de que pudieras atragantarte con la comida, debido a la sorpresa. Y al miedo en la seriedad de sus palabras.

«Bueno... Victoria y yo hemos decidido que ustedes dos deben casarse. Los dos son herederos de dos empresas muy importantes en la ciudad, ¿o no? ¡Qué mejor que las dos compañías formen parte de una sola famlia!»

El bocado de desayuno que estabas llevando a tu boca se quedó a medio camino y por puro instinto te reíste a carcajadas, en un intento desesperado por aliviar el creciente temor que empezaba a crecer en tu pecho.

«Mamá, Dios mío, aún no es el día de los inocentes. ¿Qué clase de broma es esa?»

Sin embargo, tu mamá negó suavemente con la cabeza y te dio una mirada que pocas veces viste antes: por lo general ella era una mujer poco seria. Con la que compartías muchos recuerdos de travesuras y complicidad: una mujer con educación y una preparación envidiable a la que nunca viste ni un solo atisbo de pensamientos tan de siglos pasados. Ella y tu padre, ambos, no pasaban de los cuarenta y cinco años y ninguno de los dos fue comprometido de ese modo durante su juventud. ¿A qué venía, de ese modo tan repentino, esa idea absurda? No obtuviste ninguna respuesta coherente. 

Así que ahí están, en el comedor, rodeados de una atmósfera tensa.

—¿Volverás a discutir lo mismo?

—¿Debería? ¿Ya te diste cuenta de la estupidez que estás cometiendo?

La mujer que tienes frente a ti deja con suavidad los cubiertos y vuelve a suspirar.

—No quiero hacértelo sentir como una impocisión, ¿entiendes? Es mejor si solo lo aceptas y ya. El acuerdo está pactado y sabes que la ceremonia se celebrará dentro de una semana.

Y tú, que jamás habías tenido una sola actitud temperamental o rebelde, te levantas con enfado, azotando contra la mesa la servilleta de tela que estabas apretando con fuerza entre tus manos. Escuchas que algo dice tu papá, aunque tú ya estás cruzando la sala y subiendo las escaleras hacia el segundo piso: la furia te hace ensordeceder y lo único que distingues es un pitido constante en tus oídos, mientras la última esperanza se desvanece.

[...]

Cuando por fin llegas a tu habitación te dejas caer en tu cama. Poco a poco sientes tu piel caliente enfriándose y la palpitación en tu cabeza está cediendo. Tu familia sabe que llevas más de tres años saliendo con tu pareja, un español simpático de nombre Luis Sera, que conociste gracias a tus pasantías en tu último año de universidad. 

Un joven de tu edad con un futuro prometedor en el área de medicina con el que estuviste planeando mudarte durante los últimos meses. Tu mamá nunca te amenazó directamente aunque la advertencia estaba bastante implícita.

Una tarde mientras te uniste a ella en su lectura rutinaria ella dejó a un lado su libro y te miró con ojos severos. Unos ojos que jamás habías visto. Tú, aún sin procesar del todo bien la noticia (por algún motivo te tomó un par de días comprender que no era una cámara escondida y el asunto era en serio), pusiste suma atención a las palabras que te dijo al cabo de un rato.

«Luis... Un chico bueno. ¿Sabías que estuvo trabajando desde su adolescencia con su abuelo, hasta que falleció, para pagarse la carrera? Tengo entendido que el próximo año él se graduará. ¿No sería terrible que su servicio fuera en un país abandonado por Dios? O peor... Sería terrible que ni siquiera pudiera graduarse».

No tuviste que ser adivina para entender la connotación de la conversación y desde entonces la mayoría de días los pasabas peleándote con ella, como un perro rabioso encadenado. Incluso aún en este momento recordar esas palabras te hace hervir la sangre.

Apenas y puedes reconocer a la mujer en la que se ha transformado tu madre.

Hablando del rey de Roma...

Tu celular vibra y la pantalla se ilumina con la notificación de un mensaje de Luis.

¿Y si nos escapamos?

Es lo que el mensaje dice. En el instante en que tu madre te dio la noticia decidiste contárselo a Luis, quien de inmediato se opuso; él tenía la intención de presentarse frente a tu familia cuando el plan de la mudanza estuviera siendo llevado a cabo. No era que estuvieran ocultándose si después de todo durante las comidas y cuando salías con él les platicabas a tus padres sobre tu relación.

En el momento en que mi familia se de cuenta que me escapé van a mover a toda la jodida policía.

Respondes. De inmediato Luis aparece en el chat, escribiendo. Sabes lo que te va a decir: "tienes veinticuatro, ¿en serio piensas dejar que las cosas acaben así como así? ¿Piensas ceder, agachar la cabeza?". Tú misma te lo repites todas las mañanas, todas las noches y cada momento en que te encuentras sola con tus pensamientos.

Varios de tus amigos incluso se habían unido al alocado plan de Luis de rescatarte de tu casa. Aprovechar alguna madrugada y ayudarte a salir, casi como si te tuvieran encerrada en una torre. Desde el exterior podría parecer de ese modo, aunque en ningún momento tus papás decidieron encerrarte. Tu rutina sigue siendo más o menos la misma: ir a trabajar, volver a casa, dormir. Salir un par de veces a alguna fiesta, a alguna reunión o al cine. Aunque las salidas con Luis se habían detenido. De hecho, luego de la clara amenaza que tu madre te dio, decidiste terminar oficialmente con él. Y aún así, todos los días hablan.

Sin embargo decidiste omitir que tu madre parecía realmente comprometida con arruinar su futuro si te niegas a aceptar algo que ella cree ver como tu destino. Probablemente para Luis las cosas eran tan sencillas como: "decidí terminar contigo porque soy blanda, no puedo oponerme a mis papás y prefiero casarme con un sujeto millonario, que no conozco de nada".

El mensaje de Luis nunca llega. 

Con la esperanza muerta y los ánimos por los suelos decides ir a dormir. 

Betrothed Hearts [RE4R | Leon S. Kennedy/Lector | AU]Where stories live. Discover now