Seis

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Tic, tac, tic, tac

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Tic, tac, tic, tac.

El reloj cucú del cuarto de Luis suena, incesante, desquiciándolo. Son las cuatro y algo de la tarde y su celular parece observarlo con ojos inquisidores desde la mesita de noche que tiene junto a su cama.

Quisiera tener el ánimo para tomarlo y envíarte un mensaje: ¿llegaste bien a tu nueva casa? ¿Pasaron por ti? ¿Te están tratando bien? Aunque está negándoselo porque no desea hacerle las cosas más difíciles a ambos.

Desde que decidiste terminarlo Luis perdió la cuenta de las ocasiones en que ahogó su tristeza en alcohol; las ojeras bajo sus ojos aumentan con creces cada día y pese a que haberte visto fue un pequeño alivio a su corazón destrozado, saber que ya no tendría oportunidad de probar tu piel desnuda, de besarte, de compartir momentos íntimos uno con el otro lo hundía más. Quisiera ser más fuerte y aceptarlo sin sentir que podría hundirse en una depresión, porque su trabajo y su carrera le exijen no caer en una profunda tristeza.

Aún tiene objetivos que cumplir, más allá de una relación que ya no existe (aunque eso le duele, lo mata).

Recordar meses atrás, cuando todo parecía perfecto y el plan de vivir juntos comenzaba a cocinarse a fuego lento, le daba algo de paz por las noches: el recuerdo solitario de una vida que ya no existe.

Así que incluso cuando desea envíarte miles de mensajes y repetir cuánto te ama, cree que lo mejor es mantener una distancia.

Durante la mañana apenas había logrado contenerse de subirte a su regazo y repartirte besos en el rostro.

Princesa, cariño, mi amor, mi niña... Se contuvo todo lo que pudo por evitar nombrarte cariñosamente, habría sido más fácil solo llamarte por tu nombre, aunque eso aún lo sentía raro en la lengua.

—Pronto será navidad... —susurra Luis, a la nada, a la soledad.

En abril, que lo sentía tan lejano y confuso, habían planeado pasar ese día en algún restaurante elegante de la ciudad, luego volver al departamento de Luis (al que cariñosamente a veces nombrabas sin querer como casa) a hacer una maratón navideña, comenzando con la película del Grinch, con Jim Carrey. Dormir hasta tarde luego de darse el intercambio de regalos y despertar el veinticinco hasta en la tarde. El plan estaba tan trazado que Luis pidió esos dos días de descanso hacía meses.

Antes de la ruptura, sabiendo lo que se avecinaba, habló con su jefe para decirle que haría horas extras ambos días.

Encontrarse con ropa tuya en alguno de sus cajones era una de las cosas que más le dolían y ver el cepillo de dientes junto al suyo era tan insoportable que lo tiró incluso sin saber si lo inevitable sucedería. Y el día en que recibió tu mensaje, terminando con la relación, no pudo hacer otra cosa más que sacar una botella de tequila y empinársela hasta que perdió la consciencia, aunque tú solo recibiste un mensaje reconfortante por parte suya, sin ningún tipo de recriminación.

Por supuesto que sabe que nunca aceptarías un matrimonio arreglado sin un buen motivo, pero hubiera deseado verte luchar un poco más por un amor que ambos sentían profundamente.

Entonces, en efecto, está evitando hablarte, pese a que está preocupado por ti porque afuera está nevando y para llegar a la mansión Kennedy hay que tomar carretera hacia las montañas. 

¿La persona que te recogió es de confianza? ¿Tu supuesto esposo se digna siquiera a ver un poco por tu bienestar? 

Habría deseado saber más de él cuando estuviste a su lado, más allá de las poquísimas entrevistas que ha dado para noticieros, gracias a la empresa de su papi.

Luis conoce a Leon solo de vista y aunque no es alguien mordaz, ni que se enfade con rapidez, verle la cara lo hace enfadar. Probablemente si no hubiera aceptado el estúpido matrimonio lleno de conveniencias le caería bien. Luis, después de todo, puede admitir que el heredero Kennedy es un hombre apuesto y carismático, pese a que apenas y sonríe.

En otra vida, ¿quién sabe? Podrían haber sido hasta amigos.

Betrothed Hearts [RE4R | Leon S. Kennedy/Lector | AU]Where stories live. Discover now