Capítulo 5: Cabeza y corazón frío

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  Me despierto en una silla con las manos, los pies atados y la boca tapada. Estoy un poco aturdida, y mareada, pero logro distinguir cerca mío una persona toda vestida de negro con una capucha con la cual no se puede ver su rostro.

   Obviamente, tiene que ser la persona que mató a mi mamá que ahora quiere venir por mí, la persona que en estos días me está amenazando con las cartas y el mismo que acaba de dejarme un mensaje en frente de las escaleras.

—La bella durmiente se despertó —dice el hombre poniéndose frente mío, mientras agarra la jeringa en la mano y me la pone delante de mi cara para que pueda verla mejor—. Mira que linda esta jeringa, una porción más de esto y te mueres lentamente como tu madre. Que lindo, madre e hija en el paraíso, o quizás en algún otro lugar, ya que ambas no fueron angelitos en esta vida —me dice con un odio en su voz, que nunca había escuchado en nadie.

   Trato de desatarme, pero me ató muy fuerte y me siento demasiado débil como para tratar de liberarme. Él me libera la boca para que yo pueda hablar.

—¿Qué es lo que me inyectaste? —Le pregunto con una voz que no reconozco en mí, y mientras lo hago, me duele todo el cuerpo, pero trato de mirarlo a los ojos para ver si por lo menos puedo distinguir el color de sus ojos y su mirada.

—No cariño, no vamos a lograr nada si me tratas mal. Tu mamá me debía algo muy grande, sabes, y yo le di muchas oportunidades. Ella hubiera podido decirme toda la verdad desde un principio, pero nunca lo hizo, no aprovechó las oportunidades que tuvo en estos años, entonces tuve que matarla. No sabes cuanto sufrió ese día, pobrecita. Parecía un cachorro que se muere de hambre por la calle y nadie hace nada, yo la miraba así, como la gente mala que ve los animales muriéndose y sufriendo, y no hacen nada —me dice con una voz muy fastidiosa, y en ese preciso instante, siento por primera vez las ganas de hacer algo que nunca tendría que hacer a una persona.

   Mientras dice esas cosas, en mí nace una rabia tan grande que si tuviera el arma cerca mío lo mataría sin pensarlo dos veces, pero ahora que soy policía tengo que pensar un poco antes de cometer una locura.

—Te vas a arrepentir de todo lo que hiciste, verás qué vas a terminar en un calabozo comiendo pan y agua por el resto de tus días, enfermo mental, ¿qué mierda ganas matando gente?, ¿de qué te sirve si no vamos a estar más? Al final, no vas a recibir lo que mi mamá te debía. ¿Sabes que esta casa está llena de cámaras de seguridad, y qué en cualquier momento va a llegar la policía? Si yo estuviera en tu lugar, me escaparía —digo mientras trato de acordarme lo que me enseñaron en un curso.

   Una vez nos ataron para ver si podíamos lograr escapar de un supuesto secuestro, y nos enseñaron algunas tácticas que ahora me veo obligada en poner en práctica por primera vez. Aunque me siento débil por lo que me inyectó, no voy a rendirme, nunca hay que rendirse aunque estemos al borde de la muerte, y parece que no vamos a lograr escapar o a quedarnos en vida, siempre hay alguna posibilidad. Sólo hay que saber las técnicas, y sobre todo, no dejarse controlar por las emociones negativas que siempre nos hacen más débiles. La cabeza nunca tiene que tener el control de tus emociones cuando estás en una situación de peligro, porque si son feas no te dejan pensar, y en consecuencia no puedes sobrevivir. La mente a veces puede ser nuestro peor enemigo.

Adrenalina ✔️Where stories live. Discover now