Parte /56/Piromana

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Cuando pasaron algunos días del acontecimiento mi mamá bajo su bastidor del techo y lo guardo por si se volvía a ocupar Lo llevó a la casa de mi abuela Ramona que se conectaba con la casa de nosotros por medio de un pozo de agua que nosotros nos brincábamos con tan buena suerte que nunca nos caímos.

Mi abuela no vivía ahí vivía en el rancho de Cofradía donde habían mandado a trabajar a mi abuelo y a mi tío del ferrocarril, pero había dejado la casita amueblada, cuando venía al pueblo llegaba a su casita nosotros de vez en cuando se la aseábamos y abríamos la puerta y las ventana decía mi mamá que para que se oreara.

Yo aunque ya no estaba tan chica era muy traviesa, un buen día me metí a la casa de mi abuela nos gustaba entrar y esculcar le, tenía una caja de madera llena de cosas, entre las cosas que tenía había un osito de cuerda que tocaba un tabor sabe quién se lo regalaría que nunca pudimos hacerla que no lo regalara, también tenía una caja de cartón de zapatos con muchas cartas y postales que un novio de mi mamá al que a ella si le caía bien le escribía, unas cartas muy bonitas con poemas y las postales también estaban muy bonitas. Yo creo que ese muchacho le regalo el osito, ojo ella tenía cerrada su caja pero la habríamos con un alambre, tenía un bote llena de monedas antiguas que ya no se usaban, y muchas cosas más nunca nos cansábamos de ver lo que había en esa caja.

-Ese día fui sola porque casi siempre andaba con mi hermana Luz, ese día entre sola y que veo en la cocina el bastidor colgado, la casa  tenía el techo de teja y con carrizos y vi unos cerillos y pues no sé qué pensé que prendí un cerillo y le empecé a quemar las orillitas al bastidor cuando ardía poquito rápido le apagaba, y así lo hice varias veces pero en una que le prendo y  se extendió rápidamente el fuego por todo el bastidor pero más rápido de lo que les cuento ya estaba una llamara dota y que se quema todo y aparte que se empieza a quemar el techo híjole yo bien asustada que corro y que saco agua del pozo, corrí y le aventé el agua, hasta eso que al primer baldazo se apagó, saque otro balde y acabe de apagar el fuego, me fui a la casa y a nadie le conté nada de esa quemazón que hice.

En esos días llegó una vecina y le dijo a mi mamá.

-Fíjese doña Concha  que mi hija Sofía va a cumplir 15 años,y vine a ver si me puede prestar su bastidor para adornar la pieza.

-Sí como no, ahorita se lo traigo, espereme tantito.

 A mi se me bajó la sangre hasta los talones, y dije para mí misma

-En la torre va a ver que el bastidor ya no existe y aparte el agujero del techo, pero no dije nada y en efecto a los pocos minutos que entra mi mamá furiosísima y nos dijo quién hijos de la chinga... Quemó el bastidor y el techo de la casa de su abuela.

-Nombre de mensa digo  yo.

Todos empezamos a gritar yo no fui, yo tampoco

 Mi mamá nos formó y nos dijo si no me dicen la verdad les voy a pegar a todos yo estaba a salvo pues como nadie me había visto nadie me va a delatar, y así fue pero de nada me sirvió porque mi mamá nos empezó a pegar de uno en uno el consuelo que me queda es que no fui la única porque teníamos la costumbre que cuando le pegaban a uno los otros nos reíamos y le decíamos con el dedo tiru rilo tiru rilo ja, ja, ja, ja, como que ya estaba grande para hacer esa clase de travesuras no creen?. Ja,ja,ja, y pues con toda la pena del mundo le dijo a la vecina

-Como ve que uno de estos cabrones quemó  el bastidor, y de paso se hizo un agujero en el techo

-Qué barbaridad, doña Concha que bueno que no se quemó toda la casa.

-Pues si, no se hubiera hecho una quemazón 

Pues ni modo.  


Pasajes de mi infanciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora