Epílogo

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                                                                                                                                                  Martes, 6 de agosto 2024


Hacía tres meses que la buena de Marisa nos dejó. En el poco tiempo que la conocí, siempre me trató como a una hija. Todos la echaremos mucho de menos.

Rubén fue el más afectado y estuvo un par de meses sin salir de casa, pero con el apoyo de todos, sobre todo, el de Zaida, se fue recuperando, aunque tenía alguna que otra recaída esporádica.

La luna de miel que tuvimos entonces, fue breve por la situación y ahora estábamos organizando una en condiciones. Álvaro quería ir a Grecia y, sin embargo yo, prefería Turquía. Así que, finalmente, estaríamos dos semanas en un lugar y dos semanas en el otro.

Por otro lado, en este tiempo, había notado un acercamiento entre mi padre y mi madre. No sé si me gustaba o me asustaba. Yo creía en las segundas oportunidades, pero esto era un tanto extraño, aunque no era asunto mío y no sería yo quien opinara sobre el asunto.

Este año el calor rallaba lo insoportable y solo me apetecía estar dentro de la piscina o del mar. Vivíamos en la casa de mi padre, era lo suficientemente grande como para acogernos a todos sin cruzarnos por los pasillos.

Mi madre, al principio, no le pareció correcto y Zaida estaba emocionada con eso de vivir con Rubén, aunque fuese en habitaciones separadas. Pero ahora ya todo fluía con total normalidad, como si llevásemos así toda la vida.

Salí de la piscina y me dirigí al chill out, donde estaba Álvaro, cuando sentí unas ganas de vomitar horribles. Corrí hacia el interior de la casa, con la mano tapándome la boca, en dirección al cuarto de baño.

Eché toda la comida por el váter y se me quedó el estómago vacío, pero aun así, me sentía mal. Tenía mal cuerpo, como suelen decir por ahí.

—Cariño, ¿estás bien? —preguntó Álvaro desde el otro lado de la puerta.

—Sí, sí. Salgo ahora —mentí.

Al salir del baño vi a mi marido con cara de preocupación.

—Podemos ir al médico —sugirió.

—No creo que haga falta.

Volví a sentir ganas de vomitar, volví a llevarme la mano a la boca y entré de nuevo en el baño. No tenía mucho que echar y me empezaba a doler la garganta de los jugos gástricos y el esfuerzo.

—Voy a llamar al médico.

Negué con la cabeza ante la exagerada preocupación de Álvaro. Seguramente me habría sentado algo mal.

Salí y fui hacia el salón. Mi madre estaba esperándome con inquietud.

—Hija, me ha dicho Álvaro que estás enferma.

Resoplé y puse los ojos en blanco.

—No es nada, mamá. Seguramente me habrá sentado algo mal.

—Aisha, tenemos cita con el médico en una hora.

—No hace falta, Álvaro. Ya me siento mejor.

—Nada de eso, vamos. No nos cuesta nada ir y descartar lo que sea.

—¡Eres un exagerado!

—De eso nada, hija. Álvaro hace bien.

—Otra... —suspiré.

Fui a la habitación, me di una ducha rápida y me vestí. Mi marido me esperaba en el coche. Me despedí de la familia y fui al garaje.

—Que sepas que no estoy de acuerdo con esto —protesté nada más entrar en el descapotable.

AishaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora