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                                                                                                                                              Sábado, 6 de abril de 2024


Todo estaba listo en el jardín de la casa de la familia de Aro. Estaba tan nerviosa que se me secaba la boca cada cinco minutos. Mi madre hubiera preferido otro tipo de celebración, pero dada las circunstancias, esto era lo mejor.

Sé que era muy precipitado, que nos conocíamos hace poco, pero lo que sí tenía claro, era que nos queríamos mucho.

A mi mente empezaron a llegar momentos, en forma de flashes, de mis años de universidad. Y de repente lo vi. Miradas furtivas por los pasillos, en la cafetería y en el aula. De repente me acordé de todas las veces que coincidimos, pero sin hablarnos. Sonreí al recordarlo.

—Hija, ¿todo bien?

—Sí, mamá. Mejor que nunca.

—¿Estás segura de lo que vas a hacer?

Suspiré antes de contestar.

—No lo sé. Estoy un poco nerviosa.

Me miré en el espejo. Llevaba un vestido blanco, precioso. Con unas finas tiras en los hombros. Ajustado en la parte superior y con algo de vuelo en la falda.

—Aisha, si no estás segura, puedes posponerlo.

—Es el deseo de Marisa y quiero hacerlo realidad.

—¿Y qué pasa con lo que tú quieres?

—No te confundas, mamá. Yo también quiero esto, quizás no tan pronto.

—Sé que Álvaro es un buen chico, pero no os conocéis lo suficiente.

—Como si conocer a alguien fuese garantía.

—Eso es verdad, hija. —Retrocedió un par de pasos—. Déjame verte bien. ¡Estás preciosa, mi niña! Ya eres toda una mujer.

—Eso parece. —Levanté una ceja y sonreí.

—Yo solo quiero que seas feliz, mi niña. —Se acercó y me abrazó.

Respondí a su abrazo conteniendo las lágrimas, pues no quería estropear el maquillaje.

Alguien tocó la puerta. Era Marisa.

—¿Puedo pasar? —preguntó asomando la cabeza.

Llevaba un pañuelo cubriendo su cabeza. La quimio había sido muy dura y tuvo que raparse el pelo, porque estaba casi calva. Me daba muchísima pena verla en esas condiciones.

—Claro que sí. ¡Pasa, pasa! —contesté apurada—. Pero cierra bien la puerta, por favor. No quiero que nadie me vea.

—No te preocupes, preciosa. Están todos en el jardín.

—Bien.

—¡Pero qué bonita estás! —exclamó con ojos vidriosos—. Fátima, tienes mucha suerte de tener esta hija tan hermosa.

—Tú también tienes unos hijos maravillosos, Marisa.

—Lo sé y me gustaría pedirte algo. —Cogió aire—. Cuando ya no esté, quisiera que cuidaras de mis hijos como si fueran tuyos.

Se me heló la sangre. Mi madre se quedó en shock. Sin habla y sin pestañear. Marisa le estaba pidiendo a mi madre algo tan importante como ser una madre para mi hermano y mi casi marido.

—¿Qué me dices, Fátima? ¿Me harías ese favor? Cogió las manos de mi madre y se las apretó con firmeza. Yo miraba la escena tan conmovedora como triste, con los ojos acuosos.

AishaTempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang