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Llegamos a la empresa. Mi madre quería volver a ponerse el hiyab, pero le hice entrar en razón después de recordarle el día que pasamos en la playa.

En cuanto llegásemos al trabajo y todo estuviese en orden con el contrato y demás, me pondría en contacto con Zaida. Estaba dispuesta a hacer todo lo que fuese necesario para ayudarla, si ella quería, claro está.

Subimos directamente al despacho del señor Bernardo, tal y como me había indicado Álvaro en un mensaje esta mañana.

Mi chico ya estaba en el pasillo y se acercó a nosotras en cuanto nos vio aparecer.

—¡Buenos días!

—Buenos días, cariño. —Nos dimos un breve beso en los labios.

—Buenos días. —Mi madre lo saludó por cortesía, pero con mala cara.

—Mi padre ya está dentro, ¿vamos? —Las dos asentimos con la cabeza de manera afirmativa.

Álvaro tocó con los nudillos la puerta un par de veces y la abrió despacio.

—¡Buenos días! —El señor Bernardo se puso en pie y vino a nuestro encuentro—. Sentaos, por favor. —Señaló el sofá donde estuvimos hace poco.

—¿Queréis algo para tomar? ¿Café?

—No, gracias Álvaro.

—Yo preferiría ver lo del contrato ya —soltó mi madre.

—Me parece bien, aquí lo tengo. —El señor Bernardo puso el documento en la pequeña mesa que teníamos delante.

Mi madre lo cogió y empezó a leerlo con cautela. Mi chico y yo nos mirábamos con nerviosismo y el señor Bernardo lo hacía con una amplia y extraña sonrisa.

—¿Todo bien señora Fátima?

Mi madre levantó la vista, miró al padre de Álvaro unos segundos y al fin se pronunció.

—Sí, voy a firmar.

El señor Bernardo le ofreció un bolígrafo y ella lo cogió con cautela. Firmó el documento y solté el aire que había retenido sin darme cuenta.

—Enhorabuena mamá. —Le di un beso en la mejilla.

—Gracias, hija.

—Si quiere, puede empezar hoy mismo. Le diré a Victoria que la ponga al día. Ella es la que ahora está al cargo de todo de forma provisional.

Mi madre asintió con la cabeza y los cuatro nos pusimos en pie.

—Mamá, mi oficina está en el piso de abajo, pásate cuando quieras.

—Vale, Aisha.

—Te dejo en buenas manos. Muchas gracias señor Bernardo.

—Solo Bernardo, por favor.

—¡Lo intentaré! —Sonreí.

Salí del despacho junto con Álvaro y nos dirigimos a las escaleras.

—Que bien que tu madre al final haya aceptado el trabajo.

—Lo cierto es que sí. Ahora tendremos dos sueldos decentes y no pasaremos penurias.

—Has sufrido mucho, ¿verdad? —Pasó su brazo por encima de mis hombros.

—Si yo te contara... —Suspiré.

AishaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora