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                                                                                                                                 Miércoles, 14 de febrero de 2024


Zaida y yo estábamos listas desde hacía un buen rato y bastante nerviosas, la verdad.

Mi madre nos miraba perpleja, emocionada, diría yo. Por lo menos, es lo que reflejaban sus grandes ojos marrones.

—¡Niñas, estáis guapísimas!

Mi prima había decidido quitarse el hiyab y lucía un pelo largo, ondulado y de color castaño. Parecía una princesa Disney.

Un teléfono empezó a sonar. Nos miramos unos segundos las unas a las otras y luego mamá se pronunció.

—Es el mío. No os vayáis antes de que os haga una foto —advirtió, descolgó la llamada y empezó a hablar en nuestro idioma natal. Ya sabíamos con quién, no hacía falta que nos lo dijera.

Zaida empezó a preocuparse, y en un acto reflejo, se llevó las manos a la cabeza en busca del pañuelo.

—Oye, tranquila. Él no está aquí. —Coloqué mi mano en su espalda.

—Lo sé, pero no pude evitarlo.

Esbocé una sincera sonrisa y asentí con la cabeza. Esperamos expectantes a que mi madre terminase de hablar para que nos lo contase todo antes de marcharnos.

—¿Y? —pregunté con desespero en cuando dejó el móvil sobre la mesa de la cocina.

—Era tu padre —respondió mirando a mi prima.

—¿Qué quería?

—Solo saber de ti. Saber que estás bien, nada más.

—¿En serio?

—Bueno... —Le tembló la voz—. Quiere venir a verte.

—¿Cómo? —Abrí mucho los ojos—. Si viene, tratará de llevarse a Zaida y no se lo voy a permitir.

—No te preocupes, Aisha. No me iré con él, aunque lo intente. Ahora sé cuáles son mis derechos. Soy mayor de edad y estoy en un país donde me respetan.

—Eso es cierto. Pero bueno, ahora no vamos a pensar en eso. ¿Vale? —dijo que sí con la cabeza y nos dispusimos a coger nuestras chaquetas y bolsos.

—Esperad, chicas. Primero la foto.

Le di mi móvil a mi madre, porque tenía mejor cámara. Zaida y yo pusimos nuestra mejor pose y sonrisa.


Estábamos los cuatro en el restaurante, a cada cual más guapo y elegante. El lugar era espectacular. Jamás pensé poder comer en un sitio así, tenía pinta de ser carísimo.

Llevaba todo el día pensando en que pronto tendría el apellido de mi padre. Sería, Aisha de Aro Bentaleb y me daba vértigo. Aunque quizás podría llevar el apellido de mi madre primero. Sería algo extraño que si Álvaro y yo tuviéramos descendencia, se apellidarían de Aro de Aro.

Me acababa de dar cuenta de que pensaba en un futuro con mi chico. De que quería tener hijos y envejecer con él.

—Aisha, ¿estás ahí? —Mi prima pasó su mano por delante de mi cara. Parpadeé un par de veces y volví a la realidad.

—¿Ehhh?

—Tenías la mirada perdida. ¿En qué pensabas? —preguntó Rubén.

—En el futuro —contesté con sinceridad.

AishaWhere stories live. Discover now